Este mes de enero de 2020 supone, además de un cambio de año, también la conclusión de la segunda década del siglo XXI. Con el paso de las hojas del calendario, se evidencia que se vienen cumpliendo las expectativas de los últimos tiempos.

Unas aspiraciones que se materializan en un mundo globalizado, donde cualquier decisión tomada a miles de kilómetros, en las antípodas de Andalucía, puede afectar directamente a una actividad empresarial concreta de nuestra región. Los cambios son constantes y cada vez más disruptivos. Todo se transforma a gran velocidad, con una aceleración de vértigo. Y la brecha entre la capacidad de adaptación de las personas para asumir las novedades tecnológicas se amplía cada día.

Ésta es la realidad de nuestra época y la de todas las empresas del mundo, incluidas las andaluzas. Un planeta interrelacionado en tiempo real, en el que a diario las empresas y los empresarios se ven afectados por un sinfín de factores y fenómenos, independientemente de su proximidad. Ello obliga a que las estrategias y los planes tengan que ser examinados casi a diario, pues aunque el margen de actuación sea limitado, hay que aprovechar las incidencias del cambio porque pueden convertirse en oportunidades. No hay que quedarse atrás.

El joven siglo nos trae formas novedosas para competir y abrirse camino en el mercado, ahora más global que nunca. Y las empresas andaluzas, dentro de este escenario tan cambiante, han sabido superar una dilatada crisis, que desde 2014 ha supuesto la recuperación de las actividades económicas de la mano del crecimiento empresarial y la creación de empleo. Así, el PIB regional, que en 2018 superó los 165.000 millones de euros, se colocó por encima, en términos reales, de los niveles previos a la pasada recesión.

Un periodo en el que también el tejido empresarial andaluz ha conseguido recuperar en número los niveles de 2007. Una mejora de las actividades económicas que ha permitido superar con claridad la cota de los tres millones de ocupados en Andalucía, tras la creación neta de más de medio millón de empleos desde el inicio de la recuperación.

Cinco años consecutivos de crecimiento económico sostenido, acompañado de expansión empresarial y creación neta de empleo, que ha tenido continuidad en 2019, si bien un ejercicio en el que se ha intensificado la moderación de la actividad, que ya se venía observando en el ejercicio anterior.

Esta moderación en la actividad económica se traslada a futuro, a las propias expectativas. Moderación que, al menos en nuestro entorno más próximo, no debe confundirse con deterioro, pues los pronósticos siguen siendo razonablemente positivos, y dibujan una economía que crea empleo y riqueza, aunque en un contexto donde se agotan los estímulos externos y resurgen los riesgos, que se derivan principalmente de la acción política.

Amenazas que, en buena medida, proceden del deterioro en el entorno económico internacional, especialmente en el corazón de Europa, por la desaceleración del crecimiento de los mercados emergentes y por el impacto sobre el comercio internacional de las medidas proteccionistas auspiciadas desde economías desarrolladas.

Riesgos, a los que también contribuyen las inéditas crisis institucionales en el seno de Europa, con cuestiones como el inexorable Brexit, o el auge de populismos anti-europeístas.

Y, en clave interna nacional, las incertidumbres políticas, las tensiones territoriales y, en suma, la percepción bastante generalizada de que nos falta un verdadero pacto, acuerdo o proyecto global para España.

Aunque 2020 se nos presente de manera prospectiva como un año continuista de un crecimiento más moderado, es necesario revertir este pronóstico desarrollando medidas que faciliten la libre acción de las empresas en un ecosistema más favorable a la iniciativa privada.

El objetivo es convertir los próximos meses un periodo de tránsito de la moderación económica a la mejora de las expectativas empresariales.

Esto es posible porque las empresas andaluzas cada vez asumen mayores retos. Así se comprobó en los peores momentos de los años de crisis, en los que muchas compañías que sobrevivieron, desplegaron una gran capacidad de adaptación, no solo para salir de la crisis, sino hacerlo con éxito. También sectores completos, como la agroindustria entre otras, siguieron esta misma pauta. Por eso hay que contemplar el nuevo año con esperanza. Puesto que tras la moderación económica que ha caracterizado 2019, hay cierto optimismo para que, en este año que comienza, las empresas andaluzas aborden con mayor confianza nuevos proyectos empresariales, ya que la Comunidad andaluza se encuentra en la actualidad en una situación de estabilidad política e institucional, a diferencia de la incertidumbre que se vive en el ámbito nacional.

Asimismo, esta estabilidad refuerza el hecho de que Andalucía es un territorio con un enorme atractivo para la inversión. A título de ejemplo, señalar que solo el sector de las energías renovables tiene previsto invertir en las Comunidad andaluza 17.000 millones de euros hasta 2030.

Son buenas expectativas que invitan a una mayor esperanza para el crecimiento económico y empresarial en los próximos meses. Un desarrollo que debe traducirse también en la generación de más empleo, que es el objetivo esencial en el que deben centrarse las empresas, la Administración y toda la sociedad andaluza.

Necesitamos, por tanto, un 2020 que transforme la incertidumbre en fundada esperanza.

 

Javier González de Lara Javier González de Lara2

Presidente

Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA)

 

Artículo incluido en el anuario de la revista de enero de Agenda de la Empresa