Se me sugiere una reflexión propia del tránsito de un año a otro, como un balance o la propuesta de un programa para el próximo año.

Me temo que un balance rápido no resulte muy estimulante. Por mencionar lo más cercano, el panorama español no parece muy esperanzador, inmersos como estamos en un casi callejón sin salida político para el que cualquier alternativa está cargada de incertidumbre. A nivel mundial tampoco hay razones para mucho optimismo. Quizás basta invocar la figura de Donald Trump como un síntoma de la pobreza de nuestros líderes ante situaciones tan complejas como son la crisis climática o las desigualdades mundiales, o ante tantas manifestaciones consecuentes de insatisfacción colectiva. O el reciente fracaso de la COP25.

Ahondar en nuestras heridas no es buen camino. La reflexión ética no puede no ser crítica, pero hace un flaco favor a la sociedad quedándose en la denuncia, por muy radical y acertada que sea. Cuando los horizontes que nos circundan son tan sombríos es preciso preguntarse si tienen un trasfondo común y otear perspectivas inexploradas.

Metido en esta reflexión me viene a la cabeza un concepto que, desde que empezó a popularizarse recientemente, más bien me ha producido rechazo. Me refiero al término gobernanza.

No es momento para analizar las razones de mi antipatía hacia él. Lo que veo ahora tras esta nueva palabra es una realidad nueva, o al menos unas nuevas aspiraciones. Porque las palabras nuevas no solo son una moda (tenemos que meter en el discurso eso de la gobernanza aunque no sepamos exactamente qué queremos decir): se erigen en vehículo de intuiciones que no podemos ignorar.

Tras el recurso a la gobernanza veo un momento de crítica y denuncia, pero también un momento de propuesta.

El momento de crítica tiene que ver con un orden sociopolítico nacional e internacional que hace aguas. En lo nacional, el Estado resulta demasiado grande para algunas tareas y demasiado pequeño para otras; su gobierno se encomienda a una clase política organizada en partidos, cada vez más aislada y deslegitimada; frente a ella, la sociedad se desentiende de los problemas de todos y se refugia en sus mundos particulares limitándose a acudir periódicamente a las urnas sin gran entusiasmo. En lo internacional, se busca complementar la soberanía del Estado con unas instancias internacionales que establezcan unas reglas del juego, pero que ven su legitimidad más que cuestionada en la medida en que son dominadas por las grandes potencias. Y por encima del orden nacional e internacional, un orden económico crecientemente globalizado y, por ello, imposible de ser gobernado, que acaba imponiendo su ley sobre todo lo demás.

El momento de la propuesta comienza a articularse en torno a la gobernanza, un término que empezó a usarse para el orden mundial, pero que hoy se aplica también a la regeneración de la política nacional e incluso a la actividad de la empresa y organizaciones. ¿Qué hay en todo ello de común? El deseo de un nuevo orden basado en un nuevo reparto de las responsabilidades. Más que diseñar un modelo, incapaz de ser válido a realidades tan distintas, se busca una transformación sistémica compleja, que afecta a los distintos ámbitos espaciales (desde lo más cercano y local hasta lo mundial) y redistribuye la interacción entre lo público y lo privado. Por eso hablamos de complejidad: no es un sistema sencillo; en él se mezcla verticalidad y horizontalidad, se incluyen procesos de acción colectiva y de masas, se diversifican los modos de participación, aumenta el número de actores, se busca atender los intereses generales desde la intervención de distintos actores ninguno de los cuales los representa adecuadamente… La realidad de la sociedad civil emerge ahora como un actor esencial, en modo alguno el único; también adquiere un valor renovado la ciudadanía. Y los avances en la tecnología de la información y las comunicaciones ofrecen un instrumento que ya se considera irremplazable.

Gobernanza no es un término de fácil definición. Tampoco urge disponer de ella. Basta intuir tras él algo de luz para sentirnos impulsados hacia un mundo nuevo donde todos estamos llamados a participar desde esquemas que estamos comenzando a explorar.

 

Ildefonso Camacho SJ WEB Ildefonso Camacho

Universidad Loyola Andalucía

 

 

Artículo incluido en el anuario de la revista de enero de Agenda de la Empresa