La economía internacional tiene sus propios rituales y ceremonias. Las hay periódicas como las reuniones de la COP (Conference of the Parts) sobre cambio climático o las reuniones sobre la Agenda 2030. Las hay que se repiten regularmente cada año, como la reunión de primavera del FMI o la reunión de verano de los bancos centrales en Jackson Hole (Wyoming, EE. UU.).

Una de las reuniones más longevas es el Foro de Davos, reunión que tiene convocatoria privada (el World Economic Forum) y se celebra todos los años en la estación suiza de esquí. Un lugar simbólicamente elitista, que parece elegido con ánimo provocativo porque reúne hace muchos años a las élites económicas y a sus favoritos. Durante algunos años, se celebraba simultáneamente a este Foro de los poderosos, el Foro Social Mundial, en la Porto Alegre del Partido de los Trabajadores de Lula. Dos foros, cara cara con agendas e invitados opuestos. Ese contraste facilitó la creación de un pasillo y Davos fue asumiendo nombres “del otro lado” que se han convertido ya en presencia constante.

Al Foro Social Mundial le reemplazó Oxfam Internacional en este ejercicio de contrastes. Oxfam publica todos los años en las fechas de Davos un informe sobre desigualdad que este año ha titulado, ‘Time to Care’, tiempo de preocuparse. El informe se centra este año en la desigualdad de género y muestra cómo las economías están alimentando la crisis de la desigualdad, permitiendo a una élite rica acumular grandes fortunas a expensas de la gente común y en particular de las mujeres y niñas pobres por causa de los sesgos sexistas de nuestras economías.

Con su habilidad habitual para aportar evidencias que traten de abrir los ojos, señalan este año que los 22 hombres más ricos del mundo tienen más riqueza que todas las mujeres de África; o que las mujeres y las niñas dedican 12.500 millones de horas de trabajo de cuidado no remunerado todos los días (que valoran en más de 10,8 billones de dólares al año, más de tres veces el tamaño de la industria tecnológica mundial). No obstante, Oxfam señala también que conseguir que el uno por ciento más rico pague solo un 0,5 por ciento de impuestos adicionales sobre su riqueza en los próximos 10 años equivaldría a la inversión necesaria para crear 117 millones de puestos de trabajo en sectores como el cuidado de ancianos y niños, la educación y la salud.  Cifras y evidencias que todos los años generan una valiosa y polémica discusión.

Davos recoge en su web el informe de Oxfam y sus recomendaciones sobre la importancia de gravar la “extrema riqueza”, proteger al sector de los cuidadores, y corregir los sesgos sexistas de la economía que refuerzan la desigualdad económica por género, entre otros.

La Agenda de Davos ha cambiado y asumido enfoques menos ensimismados en el crecimiento y la riqueza y recoge la necesidad de corregir la desigualdad. La idea de capitalismo inclusivo, del capitalismo de stakeholders que promueve, es una contribución relevante que podemos sumar a su reflexión sobre la cuarta revolución industrial y sus implicaciones.

Hay quien recibe con irritación esta apertura de Davos, que se interpreta como un lavado de cara de élites que no hacen lo suficiente. Las llamadas a evitar los jets privados para fomentar la sostenibilidad ilustran mejor que nada las incongruencias del foro. ¿Cómo hacer compatibles la preocupación por la desigualdad con los discursos sobre el impulso al crecimiento económico, las oportunidades de negocio de la cuarta revolución industrial, la necesidad de incrementar la productividad o las reflexiones sobre austeridad fiscal y política monetaria?

Davos forma parte de ese foro de voces, cada vez más fuerte, que avisa a los sectores más favorecidos de la sociedad global de que podrían estar incurriendo en lo que Wolfgang Münchau denominó hace años en Financial Times como el momento María Antonieta de las élites. No parece probable que basten discursos sensibles y genéricos y Davos, los organismos internacionales, la UE, las grandes corporaciones y nuestros gobiernos deben tomar nota.

 

Pedro Caldentey WEB Pedro Caldentey

Director del Departamento de Economía de la Universidad Loyola Andalucía

@PedroCaldentey

 

Artículo incluido en la revista de febrero de Agenda de la Empresa