Hace unos días me preguntaba un cliente por qué se mentía tanto en los juicios. Lo hacía frustrado e indignado porque había interpuesto una demanda civil exponiendo con sinceridad los hechos, y la contestación de la parte contraria le había sorprendido y frustrado porque decía que faltaba totalmente a la verdad.

La respuesta es fácil… solo los testigos en un juicio tienen obligación de decir la verdad, con posibles consecuencias en caso de falso testimonio, pero las partes no tienen esa obligación y pueden tergiversar la realidad y faltar a la verdad todo lo que quieran. Obviamente será después el juez el que valorará la credibilidad que le merecen todas las declaraciones para tomar su decisión final en la sentencia.

Me pregunto si llegará el día en que las cámaras instaladas en una sala de justicia que graban el desarrollo de los juicios podrían llegar a ser cámaras de reconocimiento facial con millones de datos y algoritmos acumulados en su interior, de tal manera que puedan decidir en el acto si una persona está mintiendo o no, en base a los gestos de su cara, la actitud de su cuerpo, los matices de su voz… lo que se llama el lenguaje no verbal. Hoy en día el juez se basa en su propia experiencia para valorar la veracidad de un relato o la credibilidad de una persona, pero podría llegar a darse esa situación de “ciencia ficción” y es seguro que para los jueces sería mucho más fácil tomar sus decisiones.

En realidad esta posibilidad no parece ya de ciencia ficción y es muy posible que se esté aplicando ya en algunos campos, como el militar o la inteligencia. ¿Llegará a situaciones más cercanas para los ciudadanos como la de un juicio? El rápido y exponencial desarrollo de la Inteligencia Artificial y su extensión a campos diversos, más allá del tecnológico o industrial, nos hace pensar que sí. ¿Acabará esto con profesiones tan antiguas como la de juez o abogado? También podría ser, pero no en un escenario cercano… afortunadamente.

La Inteligencia Artificial debe tener el objetivo de mejorar la calidad de vida de las personas, y sin duda lo está haciendo en los campos de la salud, la educación, la seguridad, etc. Pero lo cierto es que la IA también evoluciona, y lo que de verdad me genera inquietud, y hasta miedo, es otro escalón de la misma: la Inteligencia Artificial con conciencia de sí misma. Quizá por esto la Unión Europea, que no quiere verse retrasada en estos avances tecnológicos respecto a Estados Unidos y China, ha legislado sobre algunos aspectos de la IA, pero sin duda uno de los aspectos más importantes debe ser las bases éticas que fundamenten su desarrollo.

Parece que la Inteligencia Artificial con conciencia de sí misma sería el máximo nivel de desarrollo de la IA, de tal modo que la máquina comprendería sus sentimientos y sería capaz de ponerlos en contexto. Aquí hablamos ya de sentimientos, algo que por ahora es único y exclusivo de los humanos (algunos dirían que también los animales tienen sentimientos, pero ese es otro debate…).

Si llegásemos a ese punto las máquinas podrían también mentir y tener sus propios intereses, lo que las convertiría en algo muy cercano a lo humano. Teniendo en cuenta que ya pueden estar interconectadas y tener información compartida, a las máquinas solo les faltaría la facultad de reproducirse para estar definitivamente por encima de los humanos.

¿La humanidad esclavizada por las máquinas? Merece una reflexión…

 

Mercedes Sampedro Mercedes WEB

Abogada y Asesora Fiscal

 

 

Artículo incluido en la revista de marzo de Agenda de la Empresa