El consumo de energía a nivel mundial no deja de crecer. En 2018 se incrementó en un 2,9 % con respecto al año anterior y, consecuentemente, las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) aumentaron. En un 2% en el año indicado.

A día de hoy, el mundo no ha aprendido a desengancharse de esta adicción al consumo de energía. No es capaz de satisfacer las demandas de su población sin aumentar el calentamiento global. Nuestro planeta es cada vez más insostenible.

Aunque todavía no somos capaces de hacer decaer las emisiones, sí sabemos qué hay que hacer para conseguirlo: emplearnos a fondo para que los dos vectores de descarbonización existentes, el ahorro y la eficiencia energética y el empleo de las energías renovables, cobren más protagonismo del que ahora tienen.

Las energías renovables, a pesar de sus importantes avances en los últimos años, crecen aún a un ritmo desesperadamente lento. Hay que redoblar esfuerzos y hacer que incrementen sustancialmente y de forma rápida su aportación, tanto en generación eléctrica, como en usos térmicos.

Europa, como abanderada mundial ante el cambio climático, se ha impuesto unos objetivos muy ambiciosos: para el año 2030, prevé que el 32% de su consumo final de energía sea de origen renovable, y trabaja para que sus emisiones GEI se reduzcan en un 40% respecto de los valores de 1990. Para 2050, pretende que su economía esté prácticamente descarbonizada.

A instancias de la Unión Europea, España ha elaborado el documento (aún no aprobado por Bruselas) denominado Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC). En él se prevé que las energías renovables aporten en 2030 un 42% del consumo de energía final de nuestro país.

Con estos objetivos, la potencia eléctrica renovable debe crecer en 68.000 MW hasta 2030. Las dos renovables “estrella” (la energía solar fotovoltaica y la energía eólica) acapararán el 77% de esta cifra. Crecerán unos 52.000 MW en diez años. Más de 5.000 MW al año desde 2021 a 2030.

Para hacer frente a estos objetivos, el PNIEC prevé inversiones por valor de 241.000 millones de euros, de los cuales unos 150.000 millones de euros (el 62%) corresponderá a inversiones en renovables y redes eléctricas.

Los objetivos marcados son importantes y la necesidad de alcanzarlos es imperiosa. Se avecinan retos ambiciosos, aunque factibles de conseguir.

La acumulación de energía eléctrica, una posibilidad hasta hace poco impensable e inviable, está cada vez más cerca. Conseguiremos vencer en breve el gran hándicap de las principales energías renovables: su no gestionabilidad. Entonces, los obstáculos para la electrificación de la demanda a gran escala habrán desaparecido.

La energía eólica marina, sin recorrido actual en nuestro país, debe salir de su atasco y convertirse en un motor de generación renovable y de empleo, de forma análoga a como está sucediendo en otros países del mundo, en especial en Europa.

La energía solar fotovoltaica debe profundizar su apuesta por el autoconsumo y ganarle terreno a la generación en suelo. Muchos consumidores saldrán beneficiados si se genera parte de la energía que consumen. Existen mecanismos financieros, así como una importante simplificación administrativa que lo facilita.

En fin, cuando se argumenta que el futuro de la energía será de origen renovable, no se dice de forma caprichosa, interesada o irresponsable. Su generación es cada vez más barata y ya compite o mejora en precio a casi todas las convencionales. Ninguna otra las gana en seguridad y capacidad de descarbonización. Apostar por ellas es apostar por el caballo ganador.

 

Francisco Bas Francisco Bas WEB opinion

Exdirector de la Agencia Andaluza de la Energía

Director del Máster Energías Renovables y Mercado Energético y director del Programa Ejecutivo de Energías Renovables y Transición Energética de EOI-Escuela de Organización Industrial

 

Artículo incluido en la revista de abril de Agenda de la Empresa