No me atrevo a pronosticar qué estará sucediendo cuando tenga en sus manos este nuevo número de Agenda. Esta realidad “dinámica” -en adjetivación al uso- es tan imprevisible que ni siquiera lo supuestamente evidente llega a cumplirse con precisión aproximada. Me refiero, por ejemplo, a los pronósticos en el avance de la pandemia, que a fecha de hoy, 21 de marzo, han superado las 25.000 personas contagiadas en España y las 1.326 fallecidas confirmadas de manera oficial. También, una tercera cifra, positiva: 2.125 recuperados.

Y no me atrevo a pronosticar porque lo que está sucediendo es tan extraordinario, en el sentido de dimensión, que sus consecuencias sobre la vida diaria, las empresas y la economía es, de la misma forma, extraordinariamente imprevisible mirando apenas unos días adelante. Casi al mismo día siguiente. Pero hay dos cosas que seguirán cobrando valor porque de ellas depende gran parte de este devenir: el liderazgo y la comunicación.

Estamos viviendo un momento repleto de ejemplos de lo que es -y debe ser- el liderazgo y, por supuesto, de lo que jamás será.

El liderazgo -no solo político, sino a todos los niveles- está quedando ampliamente reflejado por sus protagonistas. Tanto quienes actúan con determinación llevando la iniciativa, generalmente desde la propia sociedad civil, como quienes han ido por detrás de los acontecimientos -y por descontado, quienes los han relativizado y hasta casi negado por pura ideología o por simple oportunismo-, han quedado perfectamente identificados.

Las vacilaciones, los discursos ambiguos, los protagonismos a “contrapelo” y las mentiras públicas en una situación como esta son imposibles no ya de ocultar, sino de manipular.

Veamos un ejemplo de la fortaleza de los liderazgos. En un plano genérico y en el que la relación entre liderazgo y comunicación ha sido contundente.

El 12 de marzo la presidenta del BCE, Christine Lagarde, anunció su primer paquete de estímulos frente al coronavirus. En su intervención, destacó que si no se tomaban medidas concertadas estaríamos ante una crisis similar a la de 2008 para lo cual el organismo monetario europeo “abría una barra libre” de 120.000 millones de euros, amén de otras facilidades normativas y de capital para los bancos.

En el aire, quedó el recuerdo del aquel 26 de julio de 2012, cuando en el peor momento de la terrible crisis financiera, el entonces presidente Mario Draghi, pronunció aquella frase mágica: The ECB is ready to do whatever it takes  to preserve the euro. And believe me, it will be enough. “El BCE está preparado para hacer lo que haga falta para preservar el euro y créanme, será suficiente”.

Y lo fue, como todos recordamos. La autoridad del italiano quedó demostrada. Su liderazgo era real.

Sin embargo, Lagarde provocó una caída histórica en los mercados al día siguiente de su anuncio. Nadie se creyó su compromiso con la realidad hasta que una semana después ya puso proa hacia el paquete de 750.000 millones de euros y la posibilidad de abrir el MEDE y otros mecanismos adicionales.

Entonces, se empezó a pensar que, realmente, estaba haciendo el esfuerzo que todo el mundo esperaba -por necesario-.

El liderazgo de hoy, y el que quedará mañana, se construye sobre la credibilidad de los hechos, de las acciones demostrables, de decir y estar lo justo en el momento justo y hacerlo con la naturalidad de la verdad, sin imposturas.

Y, especialmente, la utilidad. Este tiempo va a permitir repensar muchas cosas y, entre ellas, la utilidad de buena parte de la arquitectura institucional y social, porque, más que nunca, la comunicación se ha convertido en una de las claves relevantes de gestión. Los que sepan utilizarla, saldrán ampliamente reforzados. Y será el nuevo liderazgo.

 

 

Francisco J. Bocero WEB opinion

Gerente de Dircom Andalucía

@PacoBocero

 

Artículo incluido en la revista de abril de Agenda de la Empresa