La magnitud de lo que ha pasado sigue sorprendiéndonos y desafiando nuestros planes y herramientas. La pandemia no nos ha dejado cerrar la gran recesión y se ha ganado ya carta de naturaleza propia. En los libros de historia la pandemia tendrá un capítulo propio diferente del de la gran recesión. Nos cambiará, por tanto, el relato de la alternancia en nuestra sociedad contemporánea entre períodos de crisis y períodos de expansión, con una crisis coyuntural en medio.

La teoría de los ciclos nos permitía prever que tras una década larga de crisis después de 2008, vendría un período largo de expansión basado en la cuarta revolución industrial. Estábamos discutiendo si la crisis estaba ya acabando. Y especulábamos con que la próxima gran crisis de cambio de ciclo no llegaría hasta los años cincuenta de este siglo. Con una probable crisis coyuntural intermedia en los años 30, asociada seguramente al chispazo de algún conflicto o desastres, como la de los primeros años noventa con la guerra del Golfo.

No podemos decir que la pandemia sea una gran sorpresa en sí misma. Todos hemos leído sobre los antecedentes inmediatos de esta crisis, el ébola o la SARS de la gripe aviaria. Pero no nos habíamos enfrentado a una pandemia global, de propagación tan rápida y difícil de captar, que nos ha obligado al confinamiento. Y llevamos semanas jugando al ajedrez con la crisis, con estrategias mal adaptadas a la incertidumbre. Todos nos quejamos de las nuestras y en muy pocos países hay sensación de haber acertado plenamente. En general, todos los países jugamos a estirar los días de confinamiento o los aforos de asistencia a tiendas y espacios o la extensión y volumen de nuestras medidas.

Eso es muy importante para medir la salida a la pandemia, la ‘re-escalada’. En esta vertiginosa situación, las estimaciones de hace unas semanas del Fondo Monetario Internacional van a ser revisadas. Cada día de confinamiento tiene un coste específico en términos de víctimas o de destrucción económica. Como decían las economistas andaluzas Cristina Borra y Noelia Rivera, con sus colegas Almudena Sevilla y Catalina Amuedo, el tiempo es oro cuando se trata de una pandemia. Cada día adicional de confinamiento, tiene un coste extra y contribuye a empeorar las expectativas. Hacer hoy estimaciones es un ejercicio más arriesgado que nunca, porque depende de factores cuya evolución no podemos imaginar. ¿Cómo será el otoño, habrá recaídas? ¿cómo va a evolucionar la pandemia en América Latina y en África, frenará el comercio global? O ¿cómo va a cambiar nuestro comportamiento como consumidores, como turistas, como empresarios, como ciudadanos? Ni el gobierno más avezado podrá tomar decisiones con certeza en estos tiempos ante tanta variable fuera de su control.

En el Departamento de Economía de la Universidad Loyola Andalucía acabamos de presentar con la CEA la publicación de los datos de nuestro último Loyola Economic Outlook (LEO).  Los autores del equipo que dirige Olexandr Nekhay han elaborado tres escenarios. La tabla recoge las tasas anuales de crecimiento del PIB para España y Andalucía en cada uno de los tres escenarios.

El primero es el escenario base, que contempla una salida en forma de V asimétrica y que parece, por ahora, el más probable de todos. La salida de confinamiento se produciría como plantea actualmente el gobierno y terminaría a finales de junio con la posibilidad de apertura de las fronteras en julio para recibir los turistas internacionales. La apertura de fronteras no estaría sujeta a ningún tipo de control entre los países de la UE y no se produciría ningún rebote de virus en el 2020.

El segundo escenario contempla una expansión del shock económico. Y un tercer escenario que se basa en un rebrote de COVID-19 en otoño y que forzaría una salida en forma de W. En Andalucía, la fuerte dependencia del sector turístico explicaría una crisis de mayor gravedad que en España. La sociedad se recupera del coronavirus, pero la economía queda gravemente herida y parte de nuestro tejido productivo sufre daños irreversibles.

El tercer escenario es el más adverso y contempla un rebrote de COVID-19 en otoño que nos expondría a una salida de la pandemia en forma de W. El rebrote contemplaría una nueva paralización de la actividad. La recuperación de la normalidad se atrasaría hasta el primer trimestre de 2021, pero con una economía seriamente dañada y el consumo de los hogares en retroceso.

Todos los escenarios asustan, pero conviene mirarlos con sensatez. El escenario optimista de la recuperación a partir de junio es el más probable de todos. Aunque hemos aprendido que hay que planificar también los escenarios más duros porque pueden ocurrir. En ese escenario, nuestro Outlook prevé un panorama similar a los otros informes de previsión económica que recoge el panel de FUNCAS: una caída abrupta del PIB de alrededor del 10% en España y Andalucía. Pero contempla también una recuperación en 2021 igualmente inédita por lo positiva, del 7,2% en España y del 7,6% en Andalucía. Una V asimétrica que, con todas las reservas ante la incertidumbre, nos debe sugerir un cierto optimismo sobre la naturaleza pasajera de esta crisis.

Frente a la torpeza de nuestra reacción a la gran recesión, nos encontramos hoy con una respuesta mejor y más pertinente. Pese a nuestras agrias polémicas, en vez de asistir al desplome del empleo y la actividad, Europa, España y Andalucía han puesto en marcha una batería de instrumentos más basados en mantener la actividad que en corregir el destrozo. No los aplicamos en 2008-2013, pero contamos ahora con los ERTE y las demás medidas que tratan de proteger la solvencia empresarial; con la abundancia de liquidez en mejores condiciones financieras para enfrentar las desbordantes cifras de déficit y deuda; y con la necesaria transformación de los presupuestos comunitarios que deberían duplicar, como mínimo, su volumen de transferencias en el marco presupuestario 2021-2027 de la UE y atreverse a financiarlos con deuda comunitaria.

La pandemia nos ha forzado a adelantar varios pasos en algunos debates y nos ha puesto ya a trabajar en una economía más verde, en una sociedad más digitalizada y en un país con instrumentos para corregir exclusión. Tenemos el difícil reto de construir una Europa menos ensimismada en su suicida autocomplacencia. También de hacer un país y una región menos dependiente de la tecnología y el conocimiento de otro, más eficaz en sus políticas y proyectos, más responsable con sus déficits.

La ‘re-escalada’ está a nuestro alcance. La sociedad y el tejido productivo andaluz han sido capaces de grandes progresos pese a las limitaciones de nuestra economía y no hay razón para pensar que el talento y los recursos de los que disponemos no volverán a funcionar.

 

Pedro Caldentey WEB Pedro Caldentey

Director del Departamento de Economía

Universidad Loyola Andalucía

@PedroCaldentey

 

Artículo incluido en la edición de junio de Agenda de la Empresa