Desde que el Dr. Adhanom Ghebreyesus, director general de la OMS (Organización Mundial de la Salud), declarara pandemia a la COVID-19, en el mundo se encendieron todas las alarmas. Controlar su propagación y minimizar su impacto en la población ha sido la prioridad de los gobiernos de todo el planeta.

Las empresarias andaluzas sabemos bien, por la experiencia devenida de crisis económicas y financieras anteriores, nada comparables con la actual crisis sanitaria, que ésta también supondrá para nosotras un sobrecoste añadido, ligado principalmente a factores estructurales de género. Factores tan determinantes para la competitividad y el posicionamiento en el mercado como el tamaño de la empresa, el sector de actividad, el acceso a los recursos estratégicos, la conciliación del desempeño empresarial y la vida privada, van a generar, sin duda, un impacto aun mayor en las empresas de titularidad femenina por mor de las expectativas sociales de género, aún cuando este análisis no ha sido tratado durante estos meses de ingentes prospecciones.

La mayoría de las empresas andaluzas lideradas por mujeres son pymes o micropymes que operan en sectores como la hostelería, turismo, comercio, eventos, consultoría, enseñanza, sanidad, dependencia, limpieza, agroalimentación, etc. Sectores éstos que, según apuntan diversas fuentes, serán los que más tarden en recuperarse de la gran crisis económica y social sobrevenida, con el consiguiente riesgo de estrés económico para sus titulares e incluso con la posibilidad de desaparición del mercado.

Por otra parte, no debemos ignorar los problemas derivados de las dificultades relacionadas con la conciliación del desempeño empresarial y la vida privada y los déficits relativos a la corresponsabilidad. Cierto es que los problemas relacionados con la conciliación, ni son nuevos, ni son producto de la COVID-19. La Encuesta Europea sobre Calidad de Vida de 2016 refleja que las mujeres españolas dedican 8,5 horas más que los hombres a este tipo de tareas. Esta situación, de por si desigual, se ha visto notablemente agravada a causa del confinamiento.

Los condicionantes de género ya existentes, se tornan ahora en época de crisis, más evidentes que nunca y de mayor calado. Las empresarias andaluzas están teletrabajando, sí, pero con la actividad de los centros educativos, extraescolares, lúdicos y de atención a personas dependientes suspendida y cientos de miles de menores andaluces sin clases presenciales en casa. Sin posibilidad de delegar o aplazar las tareas de cuidado en su entorno familiar y teniendo que abordar la gestión empresarial en un día a día inédito hasta el momento, deben afrontar unas cargas adicionales que de un modo u otro afectan a la competitividad de sus empresas en unos tiempos en que cualquier distracción de las actuales exigencias del mercado puede tener consecuencias fatales para el vigor y dinamismo de sus unidades productivas.

Facilitar a las empresarias andaluzas un retorno a la actividad económica tomando en cuenta las dificultades añadidas a la situación que estamos viviendo, e impulsar una vuelta a la normalidad productiva libre de barreras por razón del género, lejos de ser un gasto improductivo, supondrá, sin duda, una inversión a corto y medio plazo destinada a que una buena parte del tejido empresarial andaluz generador de empleo y riqueza no se destruya por factores añadidos a los ya producidos por el cese de la actividad económica.

 

Ana Alonso Ana Alonso WEB opinion

Presidenta del Consejo de Igualdad

CEA