Ha presentado el Real Instituto Elcano su tradicional informe “La reputación de España en el mundo”, una encuesta realizada a través de la metodología “Country RepTrak”, que agrupa en varias dimensiones una serie de atributos reputacionales que, después, mediante un análisis factorial, se ponderan según valor más o menos real.

Estas dimensiones son tres: calidad de vida, nivel de desarrollo y calidad institucional, que, a su vez, recogen esos 17 atributos, que van desde el entorno natural del país y el estilo de vida, hasta el uso eficiente de los recursos públicos y la ética y transparencia, pasando por las marcas y empresas reconocidas, la calidad de los productos y servicios, el respeto internacional, el bienestar social o la seguridad.

Según la ficha técnica, la encuesta de este año se ha hecho a 30.000 personas entre marzo y abril, y recoge nuestra posición entre la de 55 países, en un proceso “selectivo” por influencia internacional y zonas geográficas (para más información técnica, el estudio completo está la web del Real Instituto) e incide en que la recogida de los datos ha sido en los dos peores meses del año, marzo y abril. Y la verdad, los resultados arrojan conclusiones inesperadas a la luz del desarrollo de los acontecimientos.

En primer lugar, dato fundamental, es que la reputación de España en el mundo se estabiliza -en el entorno de cómo nos ven los países del G8, es decir, los más importantes- y mejora ligeramente desde América Latina. Respecto a 2019, hemos retrocedido al puesto 13 desde el 12, nos adelanta Austria (que no parece ser un país con una reputación muy en entredicho).

El resto de ideas, en grandes líneas, dicen que los que mejor valoran nuestro país son quienes más lo visitan, cosa lógica por otra parte: ingleses, italianos, alemanes, franceses, holandeses (¡vaya!) e incluso rusos. Los que menos, coreanos, chinos, colombianos y marroquíes, estos últimos porque “la relación humana es migratoria”.

Asimismo, nuestra imagen ha mejorado en elementos más “duros”, como la tecnología e innovación, la gobernanza económica o la ética y transparencia frente a los “blandos” habituales, ocio, cultura, carácter, etc. Y finalmente, “los entrevistados recomendarían (…) invertir en España, comprar productos españoles, asistir a eventos, estudiar, trabajar o vivir en nuestro país”.

Ahora, bien. A la vista de lo sucedido, y de la percepción que reflejan otras encuestas, editoriales de medios internacionales de información y, por supuesto, el impacto sufrido en el sector turístico -dramático es un adjetivo generoso-, surgen muchas preguntas, sin invalidar, en absoluto, un informe serio y riguroso como este.

Por ejemplo, ¿llega tarde esta foto fija del informe 2020? Es decir, seis meses después con todo lo que ha sucedido y con el espacio informativo y valorativo que nos dedican fuera, ¿se mantendrían esas percepciones en lo esencial?

En los principales medios internacionales, la imagen de España está sufriendo un duro varapalo en relación a la gestión de la pandemia, su impacto económico y social y la reacción política frente a ello. Negarlo -o minimizarlo dentro de la evolución general del COVID-19 en el mundo- es un acto infantil.

¿Condiciona ese varapalo -en la prensa del continente y en la norteamericana- la percepción sobre España o la influencia es menor de lo que parece?

¿Mantenemos el significante y el significado o este último es sustancialmente distinto?

¿El desplome turístico responde a ello o solo tiene que ver con las cuarentenas que nos han impuesto desde fuera?

¿Realmente los elementos “duros” seguirían siendo los de mayor avance?

Y por último: hay un aspecto llamativo en el informe que dice que hemos superado -desde la última crisis- la media en autoestima, mejorando ligeramente frente al año anterior. ¿En qué dirección apuntaría la variable de consultarse ahora?

 

Francisco J. BoceroPaco Bocero WEB opinion

Periodista y Dircom

@PacoBocero

 

Artículo incluido en la edición de octubre de Agenda de la Empresa