Siempre he creído que hay que diferenciar entre los “asuntos urgentes” y los “asuntos a resolver”. Los primeros son los que tenemos en casa, en los que nos va la vida y el sustento de los nuestros. Los segundos, no menos importantes, no debemos desatenderlos porque se irán enquistando y su resolución, con el paso del tiempo, será cada vez más dificultosa.

La pandemia y sus efectos colaterales son esos asuntos urgentes que hemos de atender.

El número de rebrotes y contagios no deja de crecer, y con ellos han llegado de nuevo las restricciones. Va ser un invierno muy duro. Se avecina un desastre para autónomos, empresas, trabajadores y para sus familias, si no se acompaña de un plan urgente de medidas económicas. Busquemos en problemas anteriores, en asuntos a resolver, una oportunidad y una solución.

La despoblación de nuestros pueblos y el envejecimiento de su población es uno de ellos. Que ya se esté trabajando en el Parlamento de Andalucía sobre esta cuestión es muy significativo.

Aunque la situación de Andalucía no es buena, tampoco es la peor de España, pero debemos tener presente que todos los estudios de proyecciones de población (INE, IECA) nos llevan a que a partir del 2040 la situación será mucho más preocupante. Deberemos afrontar dos grandes retos: el de gestionar la concentración de habitantes y la demanda intensiva de servicios en determinadas zonas de Andalucía como las zonas costeras y el valle del Guadalquivir y, de otro lado, el reto de gestionar la dispersión de la población y la dificultad para acceder a los mismos servicios como en la serranía de Ronda, Huelva, Sierra Morena, Alpujarras, etc.

Nuestra realidad actual ya nos está avisando. Andalucía cuenta con 786 municipios y un total de 8,3 millones de habitantes. La mitad de la población andaluza reside en 29 grandes ciudades. El 11% de la población andaluza vive en los 522 municipios de menos de 5.000 habitantes que ocupan el 51,08% del territorio. Dos de cada tres de estos municipios, 346, pierden población en el siglo XXI. Además, el envejecimiento de la población se está produciendo de forma más acusada en las zonas rurales, sobre todo en los municipios de menos de 5.000 habitantes, que pierden población.

Desde ATA, creemos que para enfrentarse al problema de la despoblación rural es necesario buscar soluciones concretas, teniendo en cuenta que no todos los modelos pueden ser iguales.

En la resolución de este reto cumple un papel fundamental el fomento y apoyo al trabajo autónomo. No cabe ninguna duda que el trabajo autónomo actúa como revulsivo en la economía regional y local con el consiguiente efecto de la fijación de la población al territorio. Los autónomos contribuimos en el desarrollo diario de los pueblos y de sus ciudadanos prestando servicios de utilidad como son las farmacias, los bares, los comercios, etc. Ofrecemos prestaciones muy significativas en las poblaciones rurales más alejadas y cumplimos un papel auxiliar muy importante en aquellas en las que el envejecimiento de la población es más acusado. Por todo ello, una línea de actuación primordial ha de ser la de contribuir a la sostenibilidad y la continuidad de la prestación de aquellos servicios esenciales que los autónomos ofrecen a la población rural. E incluso convertir, el envejecimiento de la población rural en una oportunidad y fomentar, incentivar e impulsar profesionales y/o servicios nuevos que permitan la permanencia o el asentamiento en los pequeños pueblos de la población joven.

La crisis del COVID-19 y la necesidad de evitar las aglomeraciones convierte el espacio rural seguro en un valor y una oportunidad para revertir las consecuencias de la pandemia y reequilibrar territorialmente y económicamente Andalucía.

 

Rafael Amor AcedoRafael Amor WEB opinion

Presidente ATA Andalucía

@rafaelamor_ata

 

Artículo incluido en la edición de diciembre de Agenda de la Empresa