Inés Mazuela Rosado
Secretaria General de UPTA-A
Acaban de dar comienzo campañas de vacunación contra la COVID-19 en varios países y probablemente, según indican desde el Gobierno de España, cuando lean este artículo, haya comenzado también a vacunarse en España. La salud es lo primero, sin duda, y esta vacuna podrá hacer que empecemos a ver la luz al final del túnel en materia sanitaria, comiencen a descender el número de contagios, se reduzca la presión hospitalaria, y en definitiva podamos pensar que la normalidad está más cerca.
Pero esta pandemia ha provocado otras consecuencias, no menos graves, especialmente a nivel económico, poniendo patas arriba todo nuestro sistema, nuestro modo de entender la vida y las relaciones sociales. Por eso, necesitamos otra vacuna. Una que active los sistemas de defensa de los órganos vitales de nuestra economía, y entre estos, podríamos decir, que el trabajo autónomo es el corazón.
La incidencia de la pandemia ha puesto de manifiesto muchas carencias del sistema de producción de las microempresas y autónomos que, como se ha demostrado, está radicado en una estructura productiva totalmente obsoleta. El colectivo tiene que mirar al futuro desde otro punto de vista y, por ello, es el momento de hacer cambios profundos que aseguren un futuro mucho más factible, sostenible y con mejores perspectivas. Una vacuna.
La situación que está atravesando el colectivo, haciendo un símil con la situación sanitaria, está empezando a perder el gusto y el olfato como si estuviera contagiado y enfermo de COVID. Un contagio que se produjo en marzo y que gracias al paraguas social que se puso en marcha en el primer estado de alarma, ha llegado al otoño asintomático, pero que en esta segunda ola ha empezado a tener síntomas graves y muchos negocios están ya en la UCI o a punto de entrar en ella. Porque en esta ocasión, el paraguas no está siendo tan potente como lo fue en marzo.
De hecho, solo el mes de marzo de 2020, el RETA sufrió una pérdida significativa de afiliados que superó en Andalucía los 8.500. Una vez puestas en marcha las medidas de protección y ayudas, se ha producido una evolución positiva el resto de 2020. Pero esta evolución se está ralentizando desde el final del verano y desde que se iniciara la segunda ola de la pandemia y se empezaran a recrudecer las limitaciones y restricciones.
Esto pone de manifiesto que el crecimiento del colectivo de trabajadores y trabajadoras autónomos estaba asentado en una gran mentira estadística, todos los años durante la última década las entradas y salidas del RETA tenían una oscilación de casi 600 mil cotizantes. Simplemente se cambiaban unos trabajadores por otros y casi el 75% de ellos pertenecían al sector servicios. Junto a la falta de inversión público-privada, la escasa planificación política en nuestro colectivo solo se ha destinado a desarrollar incentivos al inicio de actividad sin ningún tipo de criterio o patrón de crecimiento.
Por ello, es necesaria una reconversión vertebrada sobre la formación y gestión del talento, la digitalización, la dimensión de la actividad económica y la planificación empresarial, la sectorialización y especialización a través de la innovación y resiliencia, una transformación fiscal y del sistema de cotización social y la sostenibilidad.
Estas son las propuestas de UPTA para la vacuna; para la transformación del trabajo autónomo; para que el corazón de nuestro tejido productivo pueda latir con la fuerza y que nuestra economía y nuestra sociedad puedan recuperarse y fortalecerse.