Gustavo Suárez Pertierra Gustavo Suárez Pertierra WEB opinion

Presidente de UNICEF España

 

 

La historia de UNICEF, la organización más importante del mundo en la defensa de los derechos de la infancia, es una historia de los logros que podemos alcanzar como seres humanos cuando nos unimos para proteger los derechos de nuestros ciudadanos más jóvenes y vulnerables.

UNICEF lleva 75 años trabajando en las más graves crisis de todo tipo en todos los rincones del planeta. En todas y cada una de esas situaciones -guerras, terremotos, tormentas devastadoras, éxodos masivos, epidemias…- siempre hemos trabajado para proteger a los niños y las niñas. Nuestro nacimiento se produjo para atender a los niños de las consecuencias estremecedoras de la Segunda Guerra Mundial, con socios y aliados erradicamos la viruela, y gracias a grandes campañas de vacunación erradicamos otras enfermedades como la poliomelitis.

No es la primera vez que nos enfrentamos a un enemigo común como la COVID-19. Estamos ante uno de los mayores desafíos de nuestra historia que ha provocado una profunda crisis sanitaria, económica y social, y que supone una amenaza para el futuro de toda la infancia.

Un año después de declararse la pandemia, nuestros últimos datos revelan una situación devastadora para los niños y niñas de todo el mundo. El progreso, que de forma mantenida se registraba en las últimas décadas, ha retrocedido en prácticamente todos los indicadores de la infancia. El número de niños que pasan hambre, son víctimas de abuso, sufren ansiedad y viven en la pobreza ha aumentado en este último año. Al mismo tiempo, el acceso a la educación y servicios esenciales como la salud, la nutrición y la protección ha disminuido. Solo apuntaré dos datos dramáticos: se calcula que la pobreza infantil aumentará en torno a un 15% en los países en desarrollo, y los colegios de más de 168 millones de niños en edad escolar de todo el mundo llevan casi un año cerrados.

En España, la situación también es preocupante. Los niños y niñas en riego de pobreza, que eran casi un tercio de la población infantil antes de la pandemia, pueden aumentar, al igual que las desigualdades.

A pesar de los adverso de la situación, UNICEF aporta sus 75 años de experiencia probada para enfrentarse a todo tipo de emergencias, cuenta con una red que se extiende por todo el mundo, pasión por la innovación, aliados de toda índole dispuestos a arrimar el hombro y el compromiso de hacer que cada euro cuente.

Estamos trabajando intensamente para convertir la adversidad en oportunidad y, en ese sentido, entre otras cosas, debemos fomentar la confianza en las vacunas, salvar la brecha digital en la educación, apoyar la salud mental de los niños -maltrecha tras un año de confinamientos y restricciones-, poner fin a la discriminación de cualquier tipo y abordar el cambio climático.

Acciones que, en la medida de nuestras posibilidades, todos y cada uno de nosotros podemos apoyar desde nuestros ámbitos personal, social y profesional.

Los niños y niñas, y UNICEF lo comparte, no creen que debamos volver a la normalidad cuando todo esto pase. No es eso lo que esperan, porque la normalidad antes de la pandemia nunca fue lo bastante buena para sus vidas; podemos hacer mucho más para protegerlos, para recuperarnos y para, juntos, reimaginar un mundo mejor para cada niño y para cada niña.

Al mirar atrás, aprendemos de nuestros logros y desafíos. Al mirar hacia el futuro, volvemos a comprometernos a hacer realidad los derechos de todos los niños y niñas.