Es importante que reputados científicos se movilicen en defensa de la inversión en innovación y ciencia en el seno dela UE. Paraellos ciencia es sinónimo de prosperidad. Y que lo hagan de manera pública, mediante una carta abierta de 42 premios Nobel y cinco medallas Fields, publicada a varias semanas del importante Consejo de noviembre donde los jefes de Estado y de Gobierno discutirán, y fijarán, las previsiones presupuestarias dela UEpara el periodo 2014/2020, lo es doblemente. La política de investigación que se programe para dicho periodo determinará mucho nuestras posibilidades de éxito económico futuro. Sobre todo cuando, en el nuevo paradigma económico en el que estamos instalados (aunque muchos todavía sigan discutiendo si son galgos o podencos), la transformación de conocimiento en innovación es lo que permite alcanzar una ventaja competitiva capaz de producir prosperidad. Y la pregunta final de su escrito, directa y clara, dirigida a nuestros políticos no deja lugar a dudas: ¿cuál será el papel de la ciencia en el futuro de Europa?

Actuación loable, encomiable y necesaria y que explica cómo la envolvente crítica en la que nos encontramos instalados hace que se tome partido y que estos renombrados científicos exijan que “Europa no puede permitirse perder a sus mejores investigadores”.

Una toma de posición, más cercana al “deber ser” que al “ser”, y que se explica por la existencia de una conciencia colectiva cada vez más extendida, pero que requiere y necesita de un paso más. Un paso más  de compromiso y toma de consideración.

Porque, no es posible hacer un planteamiento excluyente en las demandas que realizamos a nuestros gobernantes; sobre todo, conociendo como conocemos, las vinculaciones y dependencias, cuando no, auténticos sometimientos que se producen entre gobernantes dela UE, entre los países miembros y los gobiernos centrales respectivos, o de nuestro gobierno central con el total de los gobiernos autonómicos. La democracia lo está sufriendo directamente, y con ella, la libertad y el ejercicio de los derechos económicos, sociales y, en muchos casos, hasta civiles.

Como digo, no es posible. En ningún caso estuvo justificado por el movimiento sindical de clase, pero ahora mucho menos. Hacer un planteamiento tendencioso e individualista que se resume en la conocida frase de “y de lo mío qué…” no sólo no nos lleva a ningún sitio sino que facilita y promueve la estrategia de aquellos que quieren, desde una supuesta “autoridad moral”, despejar las dudas de nuestro futuro, justificando la política de recortes sobre la base de la herencia recibida. Apelan al único camino posible, como si de una verdad revelada se tratase. Defienden la estabilidad presupuestaria o la reducción del déficit público, junto con el necesario equilibrio financiero y bancario, como las condiciones necesarias. Han construido una realidad que explican con el soporte de un único camino a seguir… Y no existe un único camino.

Por mucho que utilicen a mercenarios de pluma ágil que se dedican a alertar del miedo, del acoso o del descrédito de la marca España y de las consecuencias que las movilizaciones tienen dentro y fuera de nuestro país, el dramatismo de los efectos perversos producidos con la aplicación de sus políticas tiene más fuerza. A mediados de octubre los datos no dejan lugar a dudas: 1.362.900 desempleados en Andalucía, lo que significa una tasa de paro del 34% -el 24,63% en España-  una tasa de paro para jóvenes del 63%, una tasa del 96% en contratación temporal, 580.100 puestos de trabajo destruidos desde que se inició la crisis, 449.000 hogares andaluces con todos sus miembros en paro, más del 35% de los parados sin ningún tipo de protección (sólo en Andalucía) desde que se inició la crisis.

Ante este esperpento, no es posible alinearse con el “funanbulismo de salón”. Cada vez más gente sabe que quien defiende las políticas de recortes, desde la sin razón del dogmatismo, tiene mucho que perder con la aplicación de otro modelo fiscal, tributario e incluso con una política de redistribución diferente. Ni que decir tiene, que en nada perciben como una necesidad la justicia social o la búsqueda de un modelo de crecimiento económico y empleo con salarios dignos y derechos laborales. Para nada consideran un riesgo la desaparición de las políticas de bienestar social o los recortes en educación y sanidad. De hecho, tampoco es para ellos una prioridad la fluidez del crédito a familias, autónomos y pequeños empresarios.

Pero el descontento social tiene una acción motora: la “fuerza de la verdad” con la que uno convive diariamente y ante la que tiene que tomar una posición. Su potencia reveladora genera una presión colectiva que no es posible cauterizar. La realidad que nos rodea no permite ser maquillada. La coyuntura es desmoralizante pero la perspectiva de las previsiones futuras produce mayor vértigo aún. Para los padres de hoy en día es muy difícil convivir con la probabilidad cierta de que el futuro y la vida de sus hijos, sea, en términos objetivos, peor que la suya. Que la sociedad no avance o, peor aún, se produzca una involución económica y social deja de ser un mal sueño para convertirse en posibilidad cierta. Ante ello necesitamos encontrar respuestas inclusivas, propuestas que sitúen a la persona en el centro del problema económico -no a las entidades financieras, las administraciones públicas, la prima de riesgo o la deuda soberana-.

Un impulso social que, en Europa y de la mano dela Confederación Europeade Sindicatos, va a tener un hito histórico el 14 de noviembre próximo al convocar un “día de acción y solidaridad por un contrato social para Europa”. Una jornada que movilizará al movimiento sindical europeo para expresar su oposición a las medidas de austeridad que están instalando a Europa en una recesión económica severa.

Y en el caso de España, las confederaciones de UGT y CCOO, han convocado, con el respaldo unánime de las 150 organizaciones que conformanla Cumbre Social, la celebración de una huelga general para dicho día. Una convocatoria que cuenta con motivos y razones más que justificados y que promueve la aplicación de otras políticas económicas y sociales para salir de la crisis.

Porque no es posible aceptar de manera impasible un conjunto de políticas que sumergen a este país en una situación de desempleo y pobreza difícilmente conocidas en este periodo democrático.

Porque no es posible aceptar, en ningún caso, que la prioridad sea el déficit y no las personas.

Porque para ganar el presente de nuestro país debemos alcanzar cotas de convivencia más avanzadas, lo que significa encontrar lugares de encuentro no excluyente y posicionar el valor del trabajo en el centro de todas las políticas. Y para ello es necesario forzar al Gobierno a modificar  su actitud.