Los últimos datos publicados en relación al último trimestre del 2006 de la EPA, auguran un considerable optimismo para el mercado laboral andaluz. Pues se ha incrementado con respecto al trimestre anterior tanto el número de personas activas (27.700) y ocupadas (35.300), así como disminuido el número de paradas (en 7.600). Aún así, como comentamos en el artículo anterior existe una amplia diferencia entre las tasas de actividad masculina y femenina entorno a los ocho puntos porcentuales.

La mujer, sigue encontrando en relación al hombre, más dificultades para incorporarse al mercado de trabajo. Entre estas barreras, destaca la falta de corresponsabilidad entre los dos géneros a la hora de compartir las tareas reproductivas, entendidas éstas como las de infraestructura del hogar y la del cuidado de las personas dependientes, que siguen siendo inherentes a la condición femenina. De hecho, los principales avances con respecto a la incorporación de la mujer al mercado de trabajo, han coincidido, sobre todo a partir del 2005 con una correspondiente mercantilización de las tareas doméstico familiares, medida a través de un incremento de las afiliaciones al Régimen Especial de Empleadas del Hogar en Andalucía. Es decir, más que un deseable reparto de responsabilidades con el hombre, la liberalización de las tareas domésticas por parte de las mujeres andaluzas ha sido fruto como muchas autorías defienden entre las que destacan Sonia Parella, de un efecto sustitución entre mujeres, pues prácticamente la mayoría de afiliaciones al Régimen Especial de Empleados del hogar corresponden a mujeres. Esta externalización está consolidando por una parte, la individualización social y sus correspondientes cambios en los hábitos de vida; y por otra, la incorporación de un tipo de mujeres al mercado de trabajo que se encuentran en la escala más baja de las desigualdades de étnia y género. Pues estos oficios aunque en ocasiones tienen unas condiciones de trabajo aceptables, estan asociados a una serie de factores de prestigio social que lo hacen poco deseables. En un primer momento, estas tareas eran desempeñadas tradicionalmente por ‘mujeres de pueblo’, fruto de las desigualdades entre los ámbitos urbanos y rurales. Posteriormente, superadas estas desigualdades, las mismas estas siendo ocupadas por nuevos grupos sociales:

l Las mujeres poco cualificadas, mayores de 40 años, que se incorporan al mercado de trabajo por la necesidad de incrementar la renta familiar o fruto de una ruptura matrimonial y una nueva situación de monoparentalidad.
l Las mujeres inmigrantes, últimas en la jerarquía de étnia y género. Las transformaciones culturales, demográficas y socioeconómicas no permiten que la familia siga siendo garante del bienestar social, colocando los servicios de proximidad en un lugar destacado en los próximos años. Sobre todo, después de la aprobación de la nueva Ley de Dependencia que entró en vigor el pasado enero, ya que la Administración está obligada a realizar una apuesta por incrementar el gasto público dedicado a la protección social a las familias. Pues España es uno de los Estados que menos dedica a este aspecto en términos relativos dentro de la Unión Europea. Centrándonos en Andalucía, se puede afirmar que al igual que esta ocurriendo en otras regiones del entorno, la incorporación de la mujer al mercado de trabajo y la consecuente mercantilización de las tareas domésticas provocaran un cambio sin precedentes en los hábitos de vida, en las decisiones de consumo y en el mismo seno de las unidades familiares. Puesto que se modifica el tradicional concepto de unidades de consumo amplios y sencillos, por otro nuevo concepto de unidades de consumo reducidos, pero mucho mas complejos, interviniendo nuevos factores culturales, étnicos y de géneros.

Por todo ello, estas mujeres en su inmensa mayoría inmigrantes se están convirtiendo en un verdadero eje del bienestar de nuestra sociedad pues contribuyen al bienestar familiar y social, apoyan a la incorporación de la mujer al mercado de trabajo y aportan renta y riqueza. Los siguientes retos pasan por adelantar más el progreso social, a partir del apoyo de la Administración a las familias y la dependencia, dignificar y profesionalizar estos oficios y el verdadero compromiso del hombre en el reparto de las tareas doméstico familiares.

Mario Fuentes Ruiz
mariofuentesr@wanadoo.es