Hasta prácticamente los años setenta, en Andalucía la mujer se dedicaba al desempeño de actividades no remuneradas y económicamente ‘no visibles’. A partir de esas fechas, a un ritmo lento pero sostenido, la mujer se ha ido incorporando al mercado de trabajo, provocando a su vez cambios en las unidades familiares, en los hogares y en la sociedad en general que han contribuido a la modernización de Andalucía. Pero actualmente, todavía existe una gran desigualdad y una clara segregación horizontal y vertical, manifestada en muchos aspectos, de los que yo destacaría los siguientes:

La tasa de actividad femenina es muy inferior a la masculina, estando alrededor de 25 puntos porcentuales por debajo según la EPA. Es decir, en la actualidad hay muchas más mujeres que hombres que estando en edad de trabajar no buscan activamente empleo.

Las que deciden trabajar tienen mas dificultades para encontrar ocupación, siendo la tasa de paro femenina casi el doble que la masculina, o alrededor de 9 puntos superior.

Las que consiguen empleo, lo hacen en muchas ocasiones en condiciones inferiores al hombre, con mas eventualidad, con más contratos a tiempo parcial, inferiores remuneraciones con las mismas categorías laborales y con mayores dificultades con respecto a la promoción de la carrera profesional. Además, existe una especialización de la mujer en actividades de un menor reconocimiento social y con unas peores condiciones laborales que las desempeñadas tradicionalmente por los hombres.

La inexistencia de un verdadero reparto de responsabilidades domésticas entre los dos géneros, provoca que la mujer tenga que soportar una doble jornada laboral fruto de la conciliación de la vida profesional y familiar. Además, el cuidado de las personas dependientes sigue asociado al rol femenino.

Y estas dificultades se incrementan cuando aparte de la discriminación por género se añaden otras discriminaciones relacionadas con la etnia, la nacionalidad o la exclusión social.

Por lo tanto se hace necesaria una política activa de empleo donde uno de sus pilares sea la discriminación positiva por motivos de género que debe de abordar en mi opinión los siguientes retos:

Medidas de conciliación de la vida familiar y laboral. Hay que fomentar una verdadera corresponsabilidad en las tareas domésticas y en el cuidado de las persona dependientes. En este sentido, el incremento del permiso de paternidad y la posibilidad de poder compartir por parte del hombre la baja por maternidad, además del coste cero para el empresariado por la sustitución de la baja por maternidad son medidas adecuadas pero que hay que profundizar. Son necesarias acciones de concienciación, además del reconocimiento de la baja por paternidad al padre sin perjuicio de menoscabar como sucede actualmente la baja por maternidad. Por otra parte, también habría que universalizar la posibilidad de elección por parte de la madre o el padre del permiso por lactancia.

Incrementar la participación de la mujer en aquellas actividades donde se encuentra subrepresentada. Hay que informar y formar de manera igualitaria sobre estos oficios y profesiones desde la educación primaria, acercando la formación profesional y universitaria de las mismas a las mujeres. Y por otra parte, hay que trabajar con el empresariado a través de medidas económicas de discriminación positiva, así como fomentar la responsabilidad social como un elemento de gestión e imagen para la empresa.

Evitar e inspeccionar las discriminaciones y las diferencias laborales por motivos de género dentro de las empresas.
Una dignificación de las actividades tradicionalmente femeninas, luchando contra la economía sumergida y las malas condiciones laborales. Hay que incentivar la profesionalización, creando perfiles profesionales y dando formación y cualificación. Un nuevo marco que puede ahondar en este aspecto en la nueva Ley de Dependencia que ha entrado en vigor el pasado 1 de enero pues va a posibilitar la mercantilización de muchas actividades reproductivas realizadas tradicionalmente en el ámbito privado por las mujeres.

En definitiva, aunque el camino ha empezado, todavía queda mucho por recorrer y los hombres y mujeres de Andalucía debemos de luchar por una igualdad real de género si realmente queremos el progreso económico y social de nuestra tierra.