Desde hace ya mucho tiempo en los medios de información observamos cada vez más la preocupante llegada de pateras a nuestras costas. Y este hecho, cuando se hace visual nos hace de repente concienciarnos con más intensidad sobre la inmigración. Pues este tema, es considerado por las encuestas del CIS como el principal problema que acucia a la ciudadanía española. Pero realmente, ¿la inmigración es un problema o simplemente una consecuencia de la sociedad del bienestar que disfrutamos? Pues por una parte, existen una serie de tareas y oficios necesarios para mantener la sociedad que se quedan sin cubrir, sobre todo en el sector agrícola y de servicios. Aunque sigue existiendo desempleo nacional la ciudadanía española prefiere trabajar en otros oficios con mejor remuneración y estatus social.

Y por otra parte, gracias al crecimiento económico de España en los últimos años y sobre todo al estancamiento de otros Estados en vías de desarrollo, las diferencias con los países pobres del nuestro se hacen cada vez mayores. Además, la posición geoestratégica y cercanía cultural convierte a nuestro territorio como puerta de entrada a Europa.

Muy pocas personas supongo que desean dejar a sus familias, a sus pueblos y ciudades, a su cultura, a sus hijos para arriesgar sus vidas por un futuro en la mayoría de las veces incierto. Y muy pocos gobiernos desean perder su capital humano, en muchos casos, el mejor formado y el mejor preparado. Lo que pasa que estas personas no tienen posibilidades en sus países de origen y las aportaciones de la inmigración se convierten en la mayoría de los casos en el principal sustento de sus familias y por ende de las economías nacionales.

Es decir, la inmigrante que esta cuidando a tu ‘abuelito’, que va a vivir bastantes años gracias al incremento de la esperanza de vida, pues vivimos en un país desarrollado con una buena sanidad. Esa, que esta posibilitando que hombres y mujeres trabajen, facilitando la compaginación de las labores domésticas y el trabajo. Que desarrolla su trabajo bajo unas condiciones que la mayoría de los nacionales no aceptarían. Además de eso, esta ayudando a los suyos, y a la economía y al desarrollo de su país, disminuyendo las diferencias entre pobres y ricos. Aunque nuestra obligación como humanos sea darle otro tipo de oportunidades, seamos egoístas.

La inmigración no es la culpable del desempleo que todavía existe, tampoco de la inestabilidad laboral, ni de las dificultades de acceso a la vivienda, en la mayoría de los casos lo que esta haciendo es mejorar su calidad de vida. Por todo ello, no se puede ver a la misma como un problema. Si es cierto que hay que regularla, controlarla. Pero por muy altas que pongamos las barreras si el problema principal existe que es la diferencia de riqueza y la necesidad de mano de obra de los países desarrollados sigue incrementándose, los flujos migratorios cada vez serán mayores.

La única posibilidad que existe es la lucha con la inmigración ilegal, con la concienciación de la ciudadanía, el apoyo a los países subdesarrollados y la colaboración institucional e internacional con estos países y con los de la Unión con los cuales no olvidemos nunca, no compartimos fronteras.