Ya nadie pone en duda que con el siglo se ha iniciado la tercera revolución industrial, caracterizada por un nuevo vector energético, la electricidad, que ha reemplazado al carbón y al petróleo, protagonistas de la primera y segunda revolución respectivamente.

Miguel Gonzalez
Miguel Gonzalez

La electricidad ha llegado para quedarse. Y ya nadie se imagina nuestras vidas sin la electricidad como compañera de viaje. Solo un gran sector económico en nuestro país, el transporte, vive todavía de los recursos fósiles, pero no pasará demasiado tiempo sin que veamos cómo las mercancías recurren a la electricidad para ir de un sitio a otro: ferrocarril más avanzado, vehículos eléctricos, etc.

El caso es que la electricidad está adquiriendo una relevancia creciente en nuestras vidas. Y todo esto se está produciendo gracias a una serie de elementos característicos de este inicio de siglo, y que, adecuadamente combinados constituyen el germen de un modelo económico y social radicalmente diferente del que ahora tenemos.

Me refiero, en concreto, a las energías renovables, el reto del almacenamiento energético, los vehículos eléctricos y las redes inteligentes (smart grids) para la gestión más eficaz de la electricidad. Constituyen todos ellos, junto a algunos más, un entramado de novedades que están definiendo lo que será la sociedad del siglo veintiuno.  Una sociedad que, a mi juicio, se caracteriza por una mayor participación de los ciudadanos en su gestión y gobierno, algo de lo que ya estamos siendo testigos al comprobar cada día cómo Internet modifica nuestros trabajos, nuestras costumbres y nuestras vidas.

También la electricidad puede llegar a ser un motor de participación ciudadana. Avanzamos hacia un modelo de gestión de la energía en el que los ciudadanos tendremos un papel protagonista. La producción de energías renovables está cada día más cerca del ámbito doméstico, ya sea a través de las ya familiares placas solares en terrazas, cubiertas de naves, etc., como de los miniaerogeneradores, que cada día están más perfeccionados. El vehículo eléctrico avanza hacia un modelo no solo de transporte, sino de almacenamiento, y además, con la opción de ser transportable. Y las redes inteligentes, que empiezan a operar en algunas ciudades todavía en fase experimental, ya otorgan a los ciudadanos la posibilidad, hasta ahora inimaginable, de actuar eficazmente sobre el consumo, la producción y el ahorro.

En definitiva, que esta revolución industrial que se cimienta en la electricidad como uno de sus grandes motores de progreso, va a permitir un cambio de la gestión energética sin precedentes, trasladando al ciudadano la oportunidad y la responsabilidad de la producción, gestión y consumo, lo que a la larga contribuirá, sin duda a un modelo más sostenible de gestión de los recursos.

Hablar de esta tendencia de futuro en el inicio de un 2013 todavía plagado de incertidumbres, puede parecer un poco atrevido y hasta profético, pero creo sinceramente que se trata de una de esas tendencias implacables que nos van a acompañar tanto en un contexto de crisis como de progreso.

Pienso que al igual que Internet, y salvando las lógicas diferencias, la electricidad está penetrando la sociedad hasta extremos inimaginables, en el sentido de que está contribuyendo, casi sin darnos cuenta, a modificar gran parte de nuestras costumbres y formas de vivir. Todavía hoy, la electricidad es para muchos un bien que se adquiere sin más. Pero para muchos otros, la electricidad es cada vez más, un bien que se puede gestionar a gusto propio, contribuyendo de esa forma a la generación de un modelo más sostenible (en el pleno sentido del término: social, ambiental y económico) de la sociedad.

Miguel González Ruiz, delegado Regional Sur de Red Eléctrica de España