La creación del euro no ha sido un camino fácil, sino todo lo contrario. Sus antecedentes hay que buscarlos en el año 1969, cuando la crisis monetaria y los desequilibrios comerciales de los países que formaban la Comunidad Económica Europea (CEE) hacen que éstos busquen una mayor integración económica y monetaria. Esta idea cristalizó en el informe Wemer (1970) que contemplaba la unificación en un proyecto de tres fases que culminaría en 1982. La desaparición del patrón de tipo de cambio fijo impuesto por la Conferencia de Bretton Woods (1994): convertibilidad del dólar en oro y paridad fija con respecto al resto de las monedas, en 1972, acabó con el proyecto Wemer. Para superar estas circunstancias adversa, la CEE reacciona creando la "Serpiente Monetaria", que pretendía estabilizar los tipos de cambios de las monedas europeas. Sin embargo, las excesivas fluctuaciones de las divisas y la crisis del petróleo de 1973 acabaron con el proyecto monetario. En 1975, Francia y Alemania impulsaron la creación del área monetaria única, denominada "Sistema Monetario Europeo" (SME), que se mantuvo hasta 1999.  Los pilares de este sistema monetario eran la convergencia hacia la estabilidad de precio y la coordinación de la política monetaria. En 1992, el Tratado de Maastrich, pone las bases para crear una política monetaria común, basada en la estabilidad presupuestaria y convergencia. El 1 de junio de 1988 se crea el Banco Central Europeo (BCE) para coordinar la política monetaria y conseguir  la estabilidad de precios, como mecanismo para garantizar un crecimiento estable.

El euro se creó en 1999 con la colaboración de once países (Alemania, Austria, Bélgica, España, Finlandia, Francia, Irlanda, Italia, Luxemburgo, Holanda y Portugal), los cuales decidieron abandonar sus monedas y dotarse de una moneda única (euro) y de una política de cambio única, controlada por el BCE. A estos se les denominan países de la eurozona. La introducción física del euro no se produjo hasta el 1 de enero de 2002. Eslovaquia se ha convertido en el decimosexto país  en adoptar el euro, el 1 de enero de 2009, con anterioridad, Grecia (2001), Eslovenia (2007), Chipre y Malta (2008) se sumaron a la eurozona.

Para la economía española la adopción del euro ha sido muy positiva, aportando numerosas ventajas como una mayor estabilidad macroeconómica, mayores posibilidades de crecimiento, un mercado exterior más amplio y seguro, mayor y mejor financiación, fuerte incremento de las inversiones, simplificación administrativa, transparencia de precios, eliminación de costes de divisas y de los riesgos de cambio, stop a las devaluaciones, mayores posibilidades de internalización de las empresas, incluso de las pymes. Los bancos y las empresas españolas han utilizado las nuevas posibilidades que el euro le ofrecía para crecer y convertirse en multinacionales. A modo de ejemplo se pueden citar el crecimiento experimentado por Telefónica, el Santander, Ferrovial, Albertis, Inditex. Así mismo el euro ha servido para abrirle la mentalidad a las pequeñas empresas que se resistían a salir al exterior.

En el reverso de la moneda, el euro ha producido un cierto rechazo popular, debido a la percepción de que su introducción ha producido una subida de precios, debido al redondeo, el cual, a lo mejor, no ha tenido efectos severos sobre el IPC, pero ha impresionado a los consumidores.

También la revalorización del euro con respecto al dólar ha dañado la competitividad de los productos industriales españoles y ha traído de cabeza miles de empresas exportadores, sobre todo, a partir de 2007. Otra de las consecuencias adversas es la pérdida de autonomía monetaria que se tenía con la peseta,  lo que nos permitía manejarla a nuestro antojo ( y devaluarla si era necesario) y mejorar nuestra posición exportadora. La política de tipos de interés altos impuesto por el BCE y su presidente Jean-Claude Trichet ha perjudicado bastante a la economía española, fuertemente endeudada y con poco fuelle para abordar los retos de la crisis económicas.

Por tanto, el euro ha superado ampliamente las expectativas puestas en su creación, el 1 de enero de 1999, y se ha convertido en el buque insignia de los dieciséis países de la eurozona para superar la crisis económica internacional.