¿Quién no ha comido alguna vez un Big Mac? Seguro que ninguno de nosotros hemos podido escapar a la tentación de ingerir este clásico de la comida rápida en algún momento de nuestras vidas. Y es que, desde su lanzamiento, allá por el año 1968 en Pensilvania, la famosa hamburguesa americana se ha convertido en todo un referente a nivel mundial. Servido en más de 25.000 puntos de venta, repartidos a lo largo de 120 países, el Big Mac no sólo hace las delicias de sus consumidores sino también de muchos economistas, quienes han visto en él algo más que un producto de consumo, convirtiéndolo en una especie de termómetro para determinar la paridad entre distintas divisas.

En particular, la denominada Burguereconomía data de 1986, cuando la prestigiosa revista The Economist lanza el Índice Bic Mac con el fin de testar la divergencia en precios, existente entre distintos países en relación a este producto. Dicho índice se fundamenta en la denominada Teoría de la Paridad del Poder Adquisitivo (PPPT, Purchasing Power Parity Theory), según la cual, productos idénticos o similares deberían costar lo mismo en cualquier lugar el mundo. En esencia, este indicador nos informa sobre el recorrido potencial, ya sea alcista o bajista, que pudiera experimentar una determinada moneda contra otra en el largo plazo. En la siguiente tabla ilustramos cómo funciona el índice:

En la primera columna, se contempla el precio doméstico de la hamburguesa. Es decir, en los Estados Unidos, el Big Mac vale 3,22 dólares, mientras que en China, el mismo producto, cuesta 11 yuanes. Si aplicamos la teoría del poder adquisitivo, el tipo de cambio implícito debería ser 3,41 yuanes/dólar; basta dividir ambos precios. Sin embargo, el tipo de cambio actual es de 7,77 yuanes por dólar. Ello implica que el homólogo chino costaría 1,42 dólares al cambio, precio bastante inferior al que pagaría un consumidor americano; de ahí que veamos al yuan devaluado, en un 56%, frente al dólar. En otras palabras, si aplicamos la teoría del poder adquisitivo, en el largo plazo cabría esperar una apreciación del yuan frente a la divisa americana.

En el caso de la Eurozona, el precio del Big Mac europeo, expresado en dólares teniendo en cuenta el tipo de cambio actual, resultaría sensiblemente superior al americano. Detectamos pues, una sobrevaloración del euro contra el dólar en torno al 23%, lo cual se traduciría, a la larga, en una expectativa bajista de la moneda europea frente al billete verde.

A pesar de lo intuitivo que pueda parecer el índice Big Mac, no debemos olvidar que se trata de una medición imperfecta ya que descansa en ciertas hipótesis restrictivas, derivadas de la propia teoría de la paridad del poder adquisitivo (ausencia de costes de transacción, eliminación de barreras comerciales, etc.). Además, el precio final de la hamburguesa refleja no sólo el coste del pan, la carne y los ingredientes vegetales, sino también, otros gastos menos comercializables como los salarios, los alquileres, etc. Quizás, en este sentido, el indicador funcione mejor cuando se comparan países con el mismo nivel de desarrollo. Por último, otro factor a tener muy en cuenta es el sociocultural; no implica lo mismo comer una hamburguesa en países del sudeste asiático, donde esta práctica se encuentra menos extendida, que en América, siendo mayor aún esta divergencia si analizamos su consumo entre las clases más modestas.

Para terminar, un consejo: no pierdan la oportunidad de comer un Big Mac en Argentina, donde más barato cotiza el clásico y absténganse de ello si visitan Suiza porque pagarán la hamburguesa a precio de oro. Esto es la Burguereconomía.