La primera crisis del capitalismo en la era de la globalización o de la mundialización de la economía hunde sus raíces profundas en la llegada de la señora Thatcher al poder en el Reino Unido y en la puesta en marcha de las teorías neoliberales del economista Milton Friedman, y más tarde, de Ronard Reagan en los EE.UU. El colapso del comunismo (1989-1991) sentó las bases para el desarrollo de la teoría de la hegemonía y de la unilateralidad norteamericana que llegó a su apogeo con la presidencia de George W. Bush y la ascensión de los neocons, ultraliberales en el plano económico, para quienes el mercado y el dinero, son ideales y valores supremos. Empezó entonces la fase de la globalización neoliberal, sin regulación alguna, de las fusiones de bancos y de las deslocalizaciones de empresas, de los grandes negocios bajo sospechas y de los escandalos financieros, de los paraísos fiscales, del mostruoso crecimiento del déficit de la deuda pública de EE.UU, soportada por el Tesoro norteamericano a cargo de China, de Rusia y de los potentados del petróleo de la zona del Golfo Pérsico. Pues bien, es esa fase de capitalismo de casino la que ahora ha llegado a su fin. ¿Qué seguirá ahora?

Con el transcurso de los meses se empieza a clarificar las causas que desencadenaron la crisis de la hipotecas subprime o basuras, que han hundido el sistema financiero norteamericano y parte del europeo. El origen de la crisis hay que buscarlo en la falta de rigor financiero de los bancos norteamericanos a la hora de conceder créditos hipotecarios a personas con escasos recursos económicos para hacer frente al pago de los mismos. Asimismo la falta de responsabilidad demostrada por los ejecutivos de estos bancos a la hora de sopesar el control del riesgo ha contribuido a aumentar los índices de morosidad. Otra de las causa se encuentra en la política de tipos de interés nominales y reales extraordinariamente bajos seguido por la Reserva Federal estadounidense bajo el mandato de Alan Greenspan y la canalización de  la liquidez creada por la Reserva Federal hacia el sector de la vivienda. Los reguladores financieros, por otro lado, alentaron o toleraron la creación de vastas bolsas de activos crediticios fuera del balance de las entidades y el papel desempeñado por las agencias de ranting; además de la avaricia y los incentivos de los ejecutivos. ha sido fundamental para arruinar a los bancos y transmitir desconfianza a los clientes e impositores. Por último se empieza a cuestionar el papel que ha jugado en la crisis las entidades internacionales como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM) por su actitud laxa y ausencia de medidas que atajar o remediar en parte la crisis financiera. La crisis ha provocado depreciaciones o pérdidas en activos de los bancos superiores a 580.000 millones de dólares (430.000 millones de euros) desde mediados de 2007.

Luego se han producido otras causas adicionales como el elevado precio del petróleo y de las materias primas y, finalmente, la crisis alimentaria que han agravado aún más los efectos de la crisis financiera.

La colosal crisis financiera actual, al igual que sucedió en otras anteriores de similares magnitudes, ha propulsado las diatribas críticas sobre el libre mercado en el ámbito del sistema  financiero y por derivación en el conjunto de la economía. La respuesta de los gobiernos ha sido la de la intervención en la economía, rompiendo las reglas del mercado y nacionalizando gran parte de la banca. Para evitar el desmoronamiento del sistema financiero y la quiebra bancaria,  EE.UU.  ha puesto en marcha el Plan Paulson, con la inyección de 700.000 millones de dólares, para ayudar a los bancos a salir del agujero financiero. El plan consiste en comprar deudas contaminada de los bancos y de las firmas de intermediación afectadas, con la convicción de que eliminando el lastre ayudarán a las entidades a volver a tener capacidad para prestar y atraer capitales.

En el otro lado del Atlántico, los países de la zona euro y el Reino Unido han puesto sobre la mesa más de dos billones de euros para recapitalizar a las entidades financieras en apuros, en avalar sus préstamos y en inyectar liquidez en el mercado: Alemania, 500.000 millones de euros; Francia, 360.000; España, 100.000; Holanda, 200.000; Austria, 100.000; Noruega, 40.000; Portugal, 20.000 y Reino Unido 512.000.

La respuesta de la Unión Europea a la crisis financiera ha sido la reunión del Consejo de Europa, celebrado en Brusela el 16 de octubre. El consejo propone que se celebre cuanto antes una conferencia internacional para reformar el orden financiero mundial. Los líderes europeos aspiran a que en esa conferencia salga un sistema de supervisión multilateral para las 30 ó 40 entidades financieras más grandes del planeta cuya actuación desborda la vigencia de cualquier autoridad nacional. Algunas de esas entidades manejan activos hasta cinco veces superiores al Producto Interior Bruto de su país de origen. También se pide que se transforme las instituciones económicas que salieron en 1944 de la Conferencia de Bretton Woods: Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Así mismo se intentan una mayor regulación y supervisión del sistema financiero y la creación de un sistema de alerta para futuras crisis.

La coordinación entre EE.UU. y la Unión Europea se ha materializado, el 18 de octubre,  en la cumbre de Camp David (rancho tejano de Bush), convocada por el presidente norteamericano, que ha contado con la asistencia del presidente de turno de la UE, Nicolas Sarkozy y el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso. Se ha acordado convocar una cumbre internacional para buscar salidas a la crisis financiera que sufre la economía internacional y buscar reformas urgentes al sistema financiero para evitar la extensión o la repetición de los problemas actuales. A dicha cumbre asistirían los países del G-8 (Italia, Francia, Reino Unido, Alemania, EE.UU., Canadá, Japón y Rusia) y las economías emergentes (China, India y Brasil) para buscar un nuevo orden  financiero internacional y regular las nuevas reglas que gobiernen el capitalismo del siglo XXI.

Una vez que se haya contenido el pánico y restaurado la confianza de los ciudadanos en el sistema financiero, habrá que pensar en la puesta en marcha de un programa de fomento de la actividad económica y del empleo, así como en regular el capitalismo financiero (celebración de la cumbre internacional anunciada) para evitar la situación de inestabilidad como la que estamos viviendo desde agosto de 2007.

Sabemos que acaba una época, pero nadie está en condiciones de vaticinar los nuevos rasgos de la que está empezando.