En época de crisis financiera como la que actualmente vivimos, la inversión en oro se convierte en una interesante opción para muchos inversores, quienes encuentran en el metal precioso un valor refugio con el que diversificar y proteger sus carteras. Así, en lo que llevamos de 2008, éste ha protagonizado una revalorización de casi el 15%, batiendo ampliamente el umbral de inflación y, por ende, generando rentabilidades reales positivas. Y es que, la tendencia experimentada por el precio de esta commodity en los últimos diez años ha sido claramente alcista como muestra la siguiente figura, llegando incluso a superar, en términos de rentabilidad, a las inversiones en activos financieros tradicionales como la renta fija (bonos y obligaciones) o la renta variable (acciones):

Según la Sociedad Española de Metales Preciosos (SEMPSA), entre los factores potenciales que explican dicha revaloración destacan el aumento registrado en el precio del petróleo, las tensiones inflacionistas y geopolíticas, las expectativas de mayores subidas de los tipos de interés, etc. Sin embargo, debemos contemplar otra variable cual es el incremento de la demanda propiciado por las llamadas economías emergentes; en particular, China y la India, quienes encabezan las listas del consumo mundial. Por otro lado, no debemos olvidar que el oro es un recurso natural y que su producción está viéndose recortada paulatinamente, provocando el consecuente efecto escasez.

En la práctica, la inversión en oro puede canalizarse a través de distintos instrumentos, a saber:

l Compra directa de lingotes, esto es, barras de oro que cuentan con prácticamente el cien por cien de pureza y cuyos precios oscilan entre 5.000 y 20.000 euros en función de sus medidas. Uno de los mayores atractivos de la compra de oro para los inversores es que está exenta de IVA, según consta en el Capítulo V de Régimen Especial del Oro de Inversión, en el artículo 140 de la Ley del Impuesto sobre el Valor Añadido 37/1992.

– Compra indirecta, a través de la inversión en acciones de compañías mineras auríferas.

– Certificados de depósito: Constituyen una de las formas más sencillas, cómodas y seguras para adquirir el metal precioso en el mercado, ya que el inversor se convierte en propietario del oro físico aunque no lo tenga en su casa, ni depositado en ninguna entidad financiera. En la actualidad, estas operaciones se encuentran limitadas, y no pueden realizarse a través de cualquier entidad financiera  sino de bancos de inversión especializados.

– Productos derivados en mercados internacionales, como futuros y warrants sobre el oro. El riesgo de este tipo de productos es muy elevado, y por lo tanto, sólo es aconsejable para inversores experimentados.

– Fondos de inversión: En España, la oferta de fondos de inversión vinculados directamente con los metales preciosos no es demasiado amplia, quedando limitada a los  ofrecidos por gestoras internacionales como Merill Lynch, Ruffer o Societé Genérale, etc. Este tipo de fondos suelen invertir en renta variable de empresas auríferas internacionales, y cotizan en dólares, lo cual, a la postre, conlleva implícito un riesgo de divisa.

Hasta aquí, hemos expuesto la oportunidad que supone la inversión en oro como valor refugio a la hora de sortear la alta volatilidad de los mercados. Indiscutible-mente, el metal precioso ofrece muchas ventajas en términos de rentabilidad, liquidez y fiscalidad pero, dependiendo del vehículo elegido debemos reparar en ciertos inconvenientes, entre ellos, el coste de su tenencia y mantenimiento, el riesgo de divisa, el de robo, etc. En cualquier caso, la inversión en oro debe ser una estrategia para la diversificación de carteras, esto es, para replicar perfiles más defensivos en épocas de crisis; sólo así podremos afirmar que, ciertamente, es oro lo que reluce.n

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