La Unión Europea en el marco del programa URBAL, nos llamaba a la reflexión sobre "la calidad de vida en la ciudad silenciosa", quizá amparado en ese propósito está de moda en algunas ciudades y ahora en una discoteca de Sevilla, el poder acceder a la música a través de auriculares sin cable y por radiocontrol conectado a la mesa de mezclas del "disc jockey". Es una respuesta a la legislación contra vibraciones y ruidos que los pub y salas producen a las viviendas colindantes, pero desde luego nada sostenibles por cuanto vamos a afectar de nuevo física y sicológicamente a los usuarios. Recientemente el Consejo General de Colegios Oficiales de Farmacéuticos ha advertido sobre el uso abusivo de MP3 y dispositivos de música con auriculares. Nos informan que estos jóvenes van a sufrir los primeros síntomas de pérdida auditiva 30 años antes que la generación anterior. Caminamos con esta situación hacia una GENERACIÓN SORDA, y el tema es muy "sonoro" en tanto es una de las dolencias más frecuentes, tras la artrosis o la hipertensión y afecta según el Instituto Nacional de Estadística a un 30% de la población.

Algunos doctores manifiestan que ahora acuden con más frecuencia jóvenes con esta problemática y no personas mayores como antaño. La Organización Mundial de la Salud lo considera una de las enfermedades irreversibles de nuestro tiempo. Y es que las células nerviosas del oido interno con la exposición continuada se destruyen y ya no se recuperan. Es por tanto no solo la intensidad, también el tiempo que llevemos expuestos los auriculares lo que nos va a dañar. Es muy difícil establecer la frontera entre el sonido musical y el ruido, la música a determinados volúmenes se nos convierte en ruidosa. La sensación subjetiva influye, aunque no objetivamente. Podemos tener una sensación ruidosa a determinadas horas por debajo del límite que establece la ley y ser molesta. De la misma manera que determinada música repetitiva o electrónica sea un sonido agradable para unos y ruidoso para otros. En el campo más objetivable de lo experimental, el parámetro que mide lo que podemos  empezar a captar es el de 0 decibélio (0 db), y a partir de ahí establecemos ciertos límites.  Por ejemplo por debajo de los 85 db el ruido es tolerable, por encima empieza a ser peligroso y se corre el peligro de "Hipoacusia neuro sensorial o pérdida nerviosa". Uno de cada diez norteamericanos tiene una pérdida auditiva que afecta a su capacidad para entender una conversación normal. La frecuencia o números de ciclos vibratorios que nos causan la sensación acústica a nuestros oidos, o dicho de otros modos los tonos agudos, medios o graves se ven afectados desigualmente. Excepto en niños muy avezados, que superan por debajo y por encima, captamos entre 16 ciclos por segundo (frecuencias bajas) y 16.000 ciclos por segundo (frecuencias altas o agudas). La voz humana se mueve entre los 300 y los 4.000. Cuando comienza la pérdida auditiva se pierden primero las frecuencias altas, de ahí que voces con tono alto como las mujeres o los niños sean las primeras que perdemos. Por niveles de intensidad unas hojas susurrando de árboles producen 10 db; una radio normal en casa 40 db;  un automóvil en marcha moderada 50 db; una conversación normal 65 db; tráfico pesado 90 db; tren en movimiento 95 db; motosierra 100 db; concierto de rock de 115 a más db; un motor avión de jet 140 db. Las horas permisibles están en proporción inversa al mayor número de decibelios, por ejemplo los otorrinos no recomiendan más de 15 minutos por día a 115 db y ningún minuto por encima de 140 db. No se recomienda tampoco más de una hora al 70% del volumen de los aparatos MP3 o similares. Situarnos por encima de estos umbrales nos afectará con la misma sensación sonora que si estuviésemos al nivel ruidoso de tráficos pesados o de un avión. La contaminación acústica perturba el sueño, la relajación, impiden la concentración y el aprendizaje. De ahí los conciertos sanadores que algunos practican con instrumentos aborígenes para favorecer la meditación,  la concentración y la comunicación. Están produciéndose muchas sentencias en relación al ruido y la contaminación acústica en viviendas, locales comerciales y salas musicales, de hecho el legislador que ha previsto leyes, decretos y ordenanzas municipales para el medioambiente y la protección contra la contaminación acústica ha favorecido, al no permitirlo en cercanías a viviendas ni colindantes, situaciones como las "discotecas silenciosas" (que no sus afluencias ruidosas), olvidando o tal vez ignorando que la ingeniería acústica aporta otras medidas como en los estudios de grabaciones musicales, aislados en sonoridad y flotantes para evitar transmisión de vibraciones.

Se imaginan que al entrar en una discoteca, te den tus auriculares, puedas conectarte individualmente para bailar un son, mientras el de al lado se lo hace con un rock, pegado al que flipa con un bolero, mientras su pareja se mueve al ritmo de "regueton"… O que al hilo de la campaña electoral, entrásemos en un "mitin" nos proporcionasen un auricular para escuchar al político de turno, y en tiempo real pudiéramos conectar con la frase referida del oponente o ampliarnos con el experto en el tema tratado, cada uno a su bola… Pueden que sean medidas pretendidamente profilácticas y muy digitales, pero dudo que sirvan para tomar contacto entre nosotros y que contribuyan a la comunicación  para los agredidos seres humanos, cada vez más globalizados y paradójicamente más incomunicados.

fsegundo@iberpar.com