En mi anterior artículo dudaba acerca de la influencia sobre el voto de las campañas electorales, más en defensa del sentimiento oculto ciudadano respecto a sus expectativas interiorizadas, en actuaciones y promesas a lo largo de una legislatura. Excepto que un acontecimiento extraordinario emergiese. No pretendía ser profético sino ser consecuente con las enseñanzas de pasadas contiendas electorales. El 11 y 14 M nos han deparado unos aprendizajes comunicativos y democráticos que conviene no olvidar.

Durante la campaña como es habitual los grandes partidos se enfrascaron en querellas contra la RTVE y RTVA, que resultaron infructuosas y creo que aburridas para los electores. El señor ZP eligió un sistema más americano que otra cosa para la suya, que ya sabremos con el tiempo si tiene réditos electorales o no en nuestra forma de entender la participación europea.

Tras los brutales acontecimientos terroristas en Madrid, se ha achacado al poder mediático de la oposición “una campaña improvisada” en relación a la guerra de Irak y a la desinformación o información interesada sobre los autores por parte del gobierno; actuaban entiendo de oficio, que otra cosa cabía esperar de quien aspira a la sucesión. Probablemente el gobierno no tuviera más información que la que le llegaba de fuentes policiales y de la Central de Inteligencia (prefiero ser bienpensante), pero cometió un grave error de Estado y de base democrática y electoral. No haber convocado inmediatamente a las fuerzas políticas mayoritarias y contendientes para que recibieran junto al gobierno la misma información que se hubiera comunicado al pueblo español, a través del representante gubernamental con todas las fuerzas políticas alrededor de la foto. Esto y no entender que los jóvenes pueden tener hoy otra información más cercana que los telediarios, los comunicados por móviles, o internet; justamente el sector que iba a movilizarse más en el conjunto de los indecisos. Recientemente los directivos de los grandes medios alertaban de la pérdida de peso de los telediarios en pro del ocio y el amarillismo televisivo en unas jornadas del canal CNN. Solo un 6% de los jóvenes, concluía otro estudio del CIS, (Centro de Investigaciones Sociológicas), se interesa por los informativos. Y es que como hemos visto en la improvisada ‘Fiesta de la Primavera’, convocatoria masiva, de la Universidad de Sevilla, los jóvenes tienen otra forma de circular sus mensajes y convocatorias. Así ocurrió en la movilización a las urnas y en el sentido de voto por el cambio de última hora.

Hay todavía algo mucho más trascendente y que el PP debe aprender como ‘master en democracia’. Los ciudadanos no dan un voto, aunque sea por mayoría absoluta, para todo, venga lo que venga. Europa en su tradición democrática ha demostrado que en grandes acontecimientos inesperados, una consulta a modo de referéndum es oportuna. La soberbia, o una razón de Estado superior a los ciudadanos puede traer malos réditos electorales. Los ciudadanos que no fueron consultados, se autoconsultaron en manifestaciones por todo el país contra la guerra. Los gobernantes tienen que ser porosos a estas expresiones de la ciudadanía. Por ello Rajoy recibió “una patada en el culo en el trasero de Aznar”, que no ha podido salir por la puerta grande como todos los indicios y encuestas parecían vaticinar. No sólo de políticas económicas vive el hombre como se ha demostrado. No quiero entrar si es o no justo, es la decisión de los votantes en democracia y punto. Apresurarse los dirigentes populares a manifestar que perdió el PP, no Aznar o bajar a la arena a arropar a sus cuadros andaluces sin más, es más de los mismos errores. Una falta de organización andaluza, desde la oposición, sin permitir el afloramiento de liderazgos, ni la participación de sus afiliados en la política del partido se torna como suicida políticamente. O, dicho de otra forma, supone retroceder 8 años. La falta de estructura comunicativa o el conocimiento de los responsables de las mismas es por demás patética. Hará muy mal servicio a la democracia el principal partido de la oposición en no dejar que afluyan libremente las ideas, aunque sean críticas con sus dirigentes multicargos, asentados en una oficialización y burocratización de la política.

Se ha escrito que Aznar las vio venir desde que hubo movilización mediática y callejera, pero acudió solo a ejercer poder llamando a los directores de medios en lugar de interpretar el sentido de esas movilizaciones, una vez más, tozudamente. Otros han preferido ver en la desafortunada gestión de la crisis del 11M, en la autoría de Al Qaeda y en su unión a la participación en la guerra de Irak, el triunfo de Zapatero y por último en el papel de los medios de comunicación hostiles al PP. Tambien han existido los que achacan al gobierno un exceso de confianza en su triunfo y a una movilización del voto del electorado de izquierda como causas.

El maestro Martín Ferrand se refiere que atribuirlo a la mala gestión informativa de los hechos es quedarse con el estrambote y desechar el resto del soneto. Mas bien hay que achacarlo, dice, al incumplimiento de “regeneración democrática” y a la succesión caricaturesca del “felipismo- polanquismo” por el “aznarismo-telefonismo”, o lo que es lo mismo el trato sectario de los medios públicos controlados por el poder y el trato discriminatorio de los privados según la herencia del antiguo portavoz del gobierno y amigo personal de Aznar, Miguel Ángel Rodríguez. Escribe el académico Rodríguez Adrados, que nosotros reaccionamos en ocasiones contra la cultura americana, pero no somos fundamentalistas ni empuñamos aviones, ni dinamita. “Nuestra Cultura es humanista, liberal, democrática…”. Aprendamos pues de nuestra cultura.