Hay veces que uno piensa que la canícula hace estragos en la sesera de algunos pro-hombres. Un ejemplo reciente lo tenemos en el insigne, y otrora moderado como tertuliano radiofónico, José Ignacio Wert. El ministro de Educación, Cultura y Deporte se despacha a gusto con propios y extraños.

Francisco Fernández Sevilla
Francisco Fernández Sevilla

Es un digno representante de esa “nouvelle vague” que recorre los mentideros del pensamiento ultraclásico, por no decir ultra, a secas. Y como “starllette” reconocida tiene seguidores incondicionales.

Aunque el mayor hulligang de él mismo es … él mismo. En sesión plenaria, mientras se discutía una de las leyes más importantes para el futuro de nuestro país, el mes pasado, lanzó un dardo envenenado que apuntaba directamente al corazón del raciocinio de sus contrincantes. Aunque estupefactos también nos quedamos aquellos que después oímos sus lindezas.

Wert calificó de “ignorancia palmaria”, de “pereza mental” y de “falta de deseo” lo que recorría la materia gris de todos aquellos que están en contra de su propuesta de “reforma parcial” (justificada por el número de artículos que reformula y no por el contenido y la dirección de los mismos:¿astucia o maldad?) de la política educativa.

Resulta, cuanto menos curioso, que en el debate del Proyecto de Ley Orgánica de Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE) la diana de la ira del ministro era todo el arco parlamentario, excluyendo el grupo del PP. De hecho fueron 11 enmiendas a la totalidad las que tuvo que tumbar, con la “manu militari” del rodillo. Un argumento de peso o más bien de suma de escaños.

Como afirma Giovanni Sartori, en su obra “¿Qué es la democracia?”, los constituyentes estadounidenses, Jhon Stuart Mill o el propio Tocqueville reconocieron el problema de la democracia en la denominada “tiranía de la mayoría”, que deviene por la aplicación absoluta del principio mayoritario.

Porque lo que se dice cintura, capacidad de diálogo, negociación, búsqueda de consensos y acercamientos… eso ni está ni se le espera. Aunque el único argumento para descalificar la acción de la oposición sea el no estar dispuestos a “cambiar las reglas del juego”.

Cómo si la educación fuese un juego, señor mío. Como si el interés por defender una educación pública, gratuita y universal fuese un capricho. Como si garantizar el principio de igualdad de oportunidades en todo el sistema educativo, incluido el universitario, fuera una lindeza o una aberración intelectual. Como si querer defender, de manera ampliada, el artículo 26 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos fuera el despropósito de unos radicales de izquierda.

No señor Wert, y mil veces no. La política educativa que defiende el Gobierno del PP, del que usted forma parte, defiende debe desactivarse de manera urgente. Los estragos, como si de minas antipersona se tratase, están garantizados. O acaso, la punta de lanza de la misma, los desgraciados recortes educativos, no están siendo el caldo de cultivo para la pobreza social y la exclusión económica.

Los ugetistas siempre hemos tenido muy claro la importancia social y económica de la educación. Es la puerta para la libertad, la igualdad y la justicia social. Educación y trabajo han sido prioritarios para los trabajadores y sus familias desde el principio del movimiento sindical.

Por ello defendemos un sistema educativo universal, gratuito, obligatorio, público y de calidad, donde se asegure, al menos, un nivel de inversión, referenciado a porcentaje de PIB por habitante, equivalente a la media de los países de la UE de los 15.

Creemos que el pleno desarrollo de la personalidad humana, el fortalecimiento de las libertades y favorecer la comprensión y la tolerancia, como objetivos de la educación, son lo suficientemente importantes como para que la educación sea una cuestión de Estado. Y por ello hemos propuesto un pacto por la educación. Estamos dispuestos a hablar.

No somos inmovilistas, no somos dogmáticos. Pero existen líneas rojas que no podemos permitirnos pasar y el conjunto de la sociedad, cada vez es más consciente de ello tampoco. Y está dispuesta a defenderlo en la calle, en las aulas y en el Congreso. La marea verde en defensa de la educación pública es una respuesta movilizadora que debe reorientar la acción política de un gobierno  desorientado y, algunos dirían que noqueado.

Pero existen otros ejemplos que no despejan los nubarrones que se ciernen sobre la acción de gobierno del Presidente Rajoy y su equipo. Los chicos neoliberales de FEDEA (Fundación de  Estudios de Economía Aplicada muy proclive a las políticas de ajuste impuestas por la Troika) han publicado un informe que viene a señalar que si la intención del Gobierno es cumplir con el objetivo señalado de déficit público para este año, el recetario del “doctor ilaridad”, tiene que incluir: a) una reducción generalizada de tipos y eliminación de deducciones tributarias (señalando el camino para la tan renombrada reforma del ministro Montoro), b) la no revalorización de las pensiones, c) la desaparición de la paga extra de invierno de los empleados públicos o d) la reducción del subsidio de desempleo (en cuantía y periodo de cobertura).

Y aunque la proposición provenga de un colectivo que cuando proponía la defensa de un contrato único para el mercado de trabajo, apuntaban que caso de que su propuesta vulnerase la CE de 1978, se cambiaba la Constitución y santas pascuas, no cabe duda que este think thank español tiene predicamento en las filas del PP y en el área económico financiera del Ejecutivo de Mariano Rajoy.

Lo que viene a poner de relieve, una vez más, que este Gobierno tiene serios problemas, que está sufriendo duramente la ciudadanía, ante los escasos resultados de su política económica.

De hecho, una estrategia ante la Comisión Europea, sobre la que se había puesto mucho interés y esperanza tampoco ha tenido el recorrido que en origen se había previsto por parte del Presidente Rajoy. La idea era no renunciar a los principios inspiradores de reducción del déficit, y así no traicionar las bases del pensamiento neoliberal, pero obligar a la UE, y por ende a sus países miembros, a promover políticas de estímulo anticíclicas. Para España, las esperanzas estaban en la posibilidad de reorientar políticas presupuestarias europeas hacia la lucha contra el desempleo.

Pero el resultado final, con el Plan de Empleo Juvenil a la cabeza, deja que desear. Pareciera que los gobiernos de los países miembros consideran que las cosas, en el ámbito económico y social, no pueden agravarse. Y eso no es cierto. Desgraciadamente nuestra realidad puede empeorar.

De hecho, para nuestra desgracia, empeora. Y las actualizaciones de las previsiones financieras, económicas y presupuestarias que organismos internacionales realizan de la economía española así lo atestiguan.

De ahí la importancia que tiene ceñirse a la realidad y no imponer un guión preestablecido en la acción de gobierno. No se trata de relativizarlo todo, tan sólo asumir que la “agenda reformista” está siendo puesta en duda incluso por agencias internacionales.

Como dijo Bernedette Ségol, secretaria general de la Confederación Europea de Sindicatos (CES) en su intervención ante los presidentes de Estado y de Gobierno en el Consejo Europeo del pasado junio: “los trabajadores esperan actos, no palabras”.

La constitución de UGT el 12 de agosto de 1888, fue un acto de rebeldía, de lucha, de conciencia, de justicia, de libertad de los trabajadores y trabajadoras por la defensa de sus intereses y en busca de derechos… 125 años después seguimos necesitando de manera urgente actos de rebeldía consciente y de lucha social. La historia nos demuestra que es posible cambiar las cosas a mejor.

Francisco Fernández Sevilla

Secretario General UGT de Andalucía