En el número anterior, Agenda de la Empresa dedicó varias páginas al contenido monográfico Universidad y empresa. En él opinaban todos los Rectores de las Universidades Andaluzas y algunos otros agentes implicados. Pasó la ocasión y no quiero dejar muy distante de ella, el dedicarle un artículo a un tema que seguí muy de cerca desde sus orígenes y al que aporté un tiempo de mi dedicación profesional, cuando ambas instituciones estaban separadas polarmente.

Estábamos en los albores de la transición, a casi dos años vista de la muerte de Franco y un 20 de diciembre de 1973 surgía la primera Fundación Universidad y Empresa en Madrid, amparada por la Cámara de Comercio y auspiciada por Antonio Sáenz de Miera. Bajo la sorpresa, hay que decirlo, de la propia Universidad que quedó perpleja ante la creación de los primeros Centros de Orientación y Empleo, los COIE, tres años después. Los medios académicos no se consideraban responsables del desempleo entre los universitarios, considerando a la Empresa una Institución ajena a la docencia y a la investigación y muy lejana a los intereses disciplinares del sentido universal de la enseñanza superior. A esta corriente se sumaba la izquierda representada por el PSOE, que dio marcha atrás tras la transición política, reconociendo la aportación social que hacían los empresarios con su participación dinámica. A este cambio de actitud general no estuvo ajena esa primera Fundación Universidad Empresa, testigo en sus aulas y en otros foros de interés académico, social y político; organizando encuentros, jornadas y seminarios en torno a la reforma universitaria, la vida política, la economía, la literatura, incorporándose a programas europeos, a masters, incentivando planes de investigación, y diferentes programas de cooperación educativa. E incorporando a su Patronato a rectores y personalidades de la vida social y política, además de un servicio de publicaciones de interés para las dos instituciones por su contenido que abarcaba desde lo puramente universitario y empresarial, hasta otros temas como el desarrollo regional, las telecomunicaciones, los sectores económicos, la educación superior y el empleo, la innovación, las biotecnologías, las patentes universitarias, la mujer en la empresa, y un largo etcétera de temas por Comunidades, además de las monografías profesionales para orientar a los jóvenes para su elección universitaria.

Las singularidades en el plano político, económico y social, (cambio de régimen, incorporación a Europa y transformaciones aceleradas sociales), junto al desarrollo industrial, aumento de competitividad, cambios tecnológicos, mejoras de la calidad de vida, etc, obligaban a un reposicionamiento de la Universidad y la empresa, a un cambio de actitud y colaboración. A ello contribuimos modestamente desde la radio pública, la Radio Nacional de España, con un programa diario de información universitaria, y un espacio en colaboración con la Fundación.

Parece muy lejano todo aquello, y sin embargo tan cerca. En el Tema de portada de la revista en el mes pasado, algún rector andaluz se quejaba del todavía divorcio existente entre la Universidad y la Empresa. Sin ir más lejos, en una reunión de Departamento de Comunicación Audiovisual, Periodismo, Publicidad y Literatura, en pleno comienzo del Siglo XXI, se me tildó de ‘terrorista intelectual’ por decir que en la formación de profesionales, la Universidad tenía que estar al servicio de las necesidades sociales y actualidad de las empresas. El profesor que abrazaba la causa socialista, pidió que constara en acta su consideración (“faltaría más que la universidad estuviera al servicio de las empresas”). Pedí que constara asimismo en acta la “la desinformación con el socialismo” pues ese discurso cambió como he comentado con la transición política. A partir de aquella primera iniciativa del 73, surgieron otras Fundaciones Universidad-Empresa en el País Vasco, Zaragoza, Barcelona, Santander, Galicia, Córdoba, Murcia, Valencia, Valladolid, León, Alicante, etc. De muchas de ellas fui testigo informativo y altavoz.

Lo cierto es que la llamada Sociedad del Conocimiento actual, necesita que esas relaciones mal entendidas y no sistemáticas, sean sistematizadas. En la investigación y aplicación de iniciativas de Innovación y Desarrollo es necesario la comprensión mutua y la regularización de la colaboración. Se están dando pasos, la propia denominación de la Consejería de Innovación, Ciencia y Empresa, los trabajos de prácticas empresariales de los estudiantes, nuevas titulaciones demandadas por la realidad empresarial o colaboraciones estrechas con las organizaciones empresariales. Pero queda todavía por ver la adaptación de los investigadores al mundo empresarial, una mayor comunicación e información entre profesores y empresarios, la aportación desde las aulas a la mejor situación de nuestras empresas en mercados globales, y la adecuación de las ofertas de profesionales universitarios a las demandas del mercado. Me encantaría ver por ejemplo, ‘Aula dotada por la empresa X’, lo que favorecería integración y recursos. Y todo ello en el objetivo común de resolver los problemas para una sociedad mejor, con mayor empleo y sostenible en su desarrollo. Al fin y al cabo y volviendo al maestro Sáenz de Miera, superada las etapas universitarias de la edad Media a la napoleónica (primera fase), la de Ortega y Gasset para la enseñanza de las profesiones intelectuales e investigación y preparación de los futuros investigadores (segunda fase), la masificación y democratización junto a unas necesidades de innovación cientifico-técnica en una universidad no elitista (tercera fase), la Universidad actual encuentra su misión en una Cuarta Fase. La de la Universidad al Servicio de las necesidades Sociales y cuya vinculación a la empresa ya no es la adaptación formativa simplemente de los futuros empleados, sino la de enfocar el sistema educativo hacia la creación de nuevos empleos. Y en este sentido sean bienvenidos los escasos ejemplos de Cátedras para Emprendedores y Creación de autoempleos. Lamentablemente algunos con miedo, en la Adecuación al Espacio Europeo miran de reojo a Napoleón, por la cerradura de una puerta medieval.