Por fortuna siempre existen conciudadanos optimistas que siguen esperando de los políticos posibles cambios a partir de las elecciones municipales, cuya campaña empieza en el mismo día en que me he decidido a compartir contigo, querida/o lector/ a, estas líneas.

Por mi parte y sin perder la esperanza, pues nada humano mes es ajeno, debo invocar la famosa frase que el noble Lampedusa dictó en ‘El gatopardo’: “Habrá que cambiar, para que nada cambie…”. Y yo añado, pues qué miseria y qué lástima de oportunidad perdida, aquí no se trata simplemente de quien mandará en cada ayuntamiento, y digo “mandar” que nada tiene que ver con dirigir o liderar, que sería escuchar y empatizar con la gente que lo está pasando mal entre el acoso de los bancos y el de la calle. No hay una sola familia digamos “normal” que no tenga un parado y además, sin fútbol y con el “sálvame” y demás payasadas televisivas de vacaciones, no quedarán sonrisas que impidan llorar las indecencias de un país que no sabe a dónde va.

Mientras las empresas están haciendo milagros para sobrevivir hasta fin de mes y pagar los salarios, la administración sigue gastando millones en campañas electorales, multiplicando servicios innecesarios, duplicando sillas de inútiles parlamentos gracias a este nefasto “café para todos” que sirvió como antesala de una larga “siesta” de políticos que parecían más o menos sensatos en los años 80, pero que se fueron, dejando la herencia de un país dividido, que objeta incluso el derecho democrático de un partido a presentarse a unas elecciones.

Aquí cabe hasta la insidiosa pregunta “mouriñiana” del ¿por qué?¿por qué? Pues porque la respuesta está en la calle, en los más de 4 millones de parados, en el colapso en justicia, en los fondos europeos desaprovechados, en los padres “incompetentes” que permitieron que sus hijos fracasaran escolarmente para hacerse mileuristas de la construcción, hace sólo 3 años, o para que se compraran un vehículo con el primer sueldo. La respuesta está en este desequilibrio entre universitarios y la mal aprovechada FP, cuando no existe un trabajo más hermoso, que tener un oficio, algo que aprendieron y han sabido aprovechar algunos políticos, que siguen medrando sin aportar valor añadido a la sociedad de la que viven.

Lo único que deberían hacer los políticos en campaña sería transmitir esperanza, aunque para ello deberían creérselo y predicar con el ejemplo. Desde las últimas elecciones, hemos pasado de la euforia de un tipo de país que no era, repartiendo dinero y permitiendo endeudamiento en los municipios, dilapidando millones en obra civil innecesaria, soterrando avenidas para crear algunos metros de jardín, aprovechables sólo para unos cientos de ciudadanos, mientras obviaban políticas reales de inserción social y dedicadas a ayudar a la empresa, favoreciendo la flexibilidad en horarios y ocupación, limitando impuestos no ligados a producción, privatizando servicios como la orientación profesional o incluso la gestión de los subsidios de desempleo, y creando más infraestructuras industriales y menos lúdicas.

Les diré una cosa más: un país en el que los programas de mayor audiencia son nocturnos, en el que la gente no amanece con el sol y que ha generado segmentos de población abonados al subsidio o a las ayudas, desechando la cultura del esfuerzo, del buscarse la vida y con la connivencia de los progenitores, nunca va a ser potencia de nada, porque la excelencia se gana con el esfuerzo y aquí sólo existen la fe en este sol veraniego, que nos trae muchos turistas para alargar un año más la mediocridad que nos invade.

De todo eso es de lo qeu hay que hablar con la gente en campaña.