No creo que la coherencia sea algo que pueda aprenderse, ni tampoco que pueda enseñarse. Se "es" de una manera especial porque por encima de todo a uno le gusta ocupar el rol que ha elegido y ya se sabe, que una cosa es tener ideas, por tanto trasmutables y al alcance de todo el mundo, y otra muy distinta, como decía Ortega y Gasset, "estar" en las creencias.

De tanto hablar de talante, nos hemos olvidado que eso viene con la persona. Todos heredamos lo que vivimos en nuestra infancia, familia, maestros,  padres, a los que  empezamos obedeciendo ciegamente hasta que llega el momento de reflexionar por uno mismo, y así acabamos dirigiendo nuestra vida como buenamente podemos, porque al final, somos autónomos para asumir nuestro personaje. Y hablando de todo eso tenemos a un "líder" de nuestro tiempo del que se va a hablar, por su trabajo y sobre todo por su coherencia.

Mourinho es sin duda uno de los mejores entrenadores de fútbol, o coach, o manager o coun selling, como quieran llamarle. Un pragmático que justifica todo su buen hacer en los resultados finales. Para este profesional las formas, el protocolo, las simples "palabras" que le sobran, sólo tienen sentido acompañadas de los hechos.

Ni pretendo glosarle porque no le conozco, ni mucho menos "entorcharle" porque no me va, ni me apetece demasiado, pero su forma de hacer, de trabajar y de comunicarse con los demás, cumple a rajatabla el prototipo del liderazgo que muchos empresarios añoran a estas alturas de la triste "cruzada anti crisis" que, con mejor o peor ventura, venimos soportando.

Cuando se habla de meritocracia, los nombres  valen menos que los apellidos. Por eso vivimos tiempos en los que se añora a la gente que sabe lo que quiere y a dónde va. Hay pocos  flautistas de Hamelín y por eso nadie puede seguirlos, no está probado que el diálogo sea mejor que el decreto y así nos va con la reforma laboral. Hay demasiadas brechas y se pierde mucho tiempo. Aunque algunos piensen que manejar un equipo profesional es un tema de psicología  y confraternidad, lo cierto es que en el mundo del fútbol o en la empresa, al final debe entrar la pelota, o cuadrar el ebitda, sino es así, perdemos  dinero, tiempo y votos.

Entre el pragmatismo, la soberbia y la supuesta antipatía de los "mourinhos" y la sencillez eficiente de los "guardiolas", todos queremos estar con el último, pero siempre y cuando hayan resultados, ¿no es cierto? Y de todo eso, lo único que deduzco, es que  cada organización, sea empresa, club deportivo o ONG, para que funcione necesita un tipo de "líder" y no tiene porque ser del mismo estilo. Por eso, a veces  sirven poco todos los masters, mapas de competencias o manuales. Enseñar es objetivo pero aprender es individual.

Para mí, de verdad, creo que el modelo ideal, es aquel que consiga las expectativas propuestas empleando método y esfuerzo, el que sabe qué hacer con el talento de la gente, capaz de trazarse un proyecto y llevarlo a cabo. Si con todo ello el líder además es simpático, mejor, pero si no lo es, tampoco importa, porque "mañana" o en el próximo ejercicio, empezamos de nuevo y lo único que no cambia es el espacio para jugar y el gusto de ganar, que al final es lo que cuenta.

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