La idea de progreso vinculada al ideario liberal es, en muchos sentidos, tan atractiva, y a la vez simple, que pocos son los que abiertamente pueden sentirse en las antípodas de este planteamiento unidireccional.

Francisco Fernández
Francisco Fernández

En el libro ‘La batalla’ de Arthur C. Brooks, prologado por José María Aznar, se mantiene una tesis crucial: el espíritu de libre empresa y todos sus añadidos conforman las claves de bóveda sobre los que construir, o más bien reconstruir, el pensamiento liberal/conservador, de derechas, sobre la base de las virtudes de la economía de mercado.

En uno de los pasajes referenciados por tan ilustre prologuista, el expresidente del Gobierno afirma que “… en España hemos pasado en muy poco tiempo de una cultura donde el trabajo era importante a un esquema social donde se prima la irresponsabilidad y la celebridad sin esfuerzo laboral”. Cuestión que acompaña con una reflexión donde identifica uno de los principales problemas, que según él ha aquejado a España: “… no creo que haya mejor vara de medir el fracaso de todo un modelo que sólo sabe depotricar del libre mercado y que sólo sabe de ingerencias, estatismo y prohibiciones”, refiriéndose al legado de los gobiernos socialistas.

El Gobierno de España y los viernes de “sainete aderezado” con las ruedas de prensa de sopor con que finalizan los Consejos de Ministros nos muestran una vicepresidenta portavoz, cada vez más audaz en la palabra y necesitada de poner en valor toda la gestión de un gobierno periclitado que es incapaz de luchar de manera seria y responsable contra el paro y a favor de la generación de empleo.

La vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría trata de llevar al extremo lo que uno de los padres de la Escuela de Chicago, F. Knight, consideraba que los profesores debían “inculcar” a sus alumnos; a saber: “la creencia de que cada teoría económica es una “característica sagrada del sistema” no una hipótesis sometida a debate”.

Y bien que lo hacía sembrando la duda, el desconcierto y la desafección en casi medio millón de personas desempleadas al grito    de: ¡…los hemos cazado…! cuando explicaba que tras los esfuerzos de los servicios de inspección del INSS y el compromiso contra el fraude de este Gobierno se habían identificado todos estos trápalas, fraudulentos e innobles desempleados que cometían el acto luctuoso de defraudar a la Seguridad Social, y por ende a las arcas del Estado, al cobrar la prestación por desempleo mientras estaban trabajando , obviamente en negro: hemos “detectado más de medio millón de infractores que cobraban indebidamente las prestaciones por desempleo”.

Ante tal afirmación, dos eran las consecuencias de aquel viernes:

El desenfreno y la voracidad del fraude existente en España ante el que este Gobierno lucha con ahínco y que está dispuesto a erradicar (independientemente de la amnistía fiscal aprobada hace poco más de un año y cuyo ¿éxito? ha permitido que grandes bolsas de fraude (que debían perseguirse) hayan lavado su dinero -no contentos se prepara una re-amnistía fiscal a  incorporar en la futura Ley de Acompañamiento de los PGE 2014-.

La capacidad de asombro, que aunque   creamos que no existe, por supuesto que sigue existiendo, básicamente porque sigue habiendo capacidad para medir y comparar.

Pero antes de que finalizase esa rueda de prensa, saltaban todas las alarmas: no era posible, no era cierto y no era real. Los datos, publicados por el Ministerio de Empleo y Seguridad Social, para el primer semestre de 2013, no correspondían con lo que ella afirmaba. Existía un desfase de 450.000 personas defraudadoras. Y parecía que se había sumado más de la cuenta.

La vicepresidenta, cuando menos, había malinterpretado los datos (algo por otra parte posible, normal y humano) y en las redes sociales corría, como la pólvora, los comentarios referenciados a tal discrepancia.

Pero, lo que podía parecer un error, se mantiene en el tiempo y en la sesión de control al Gobierno de la semana posterior, ante las peticiones de rectificación, “los parados no son estafadores. Los estafadores están en otros lados” dijo Cayo Lara, la señora Sáenz de Santamaría no quiso doblegar el paso, hacer parada y fonda, y aprovechar para repensar la obscenidad de una afirmación truculenta. En ningún caso.

El Gobierno, del que forma parte, tiene claro que hay que mantener la “creencia” y sembrar la duda corrosiva de la innobleza y bajeza moral en los desempleados de este país.

Otro ejemplo de esta “creencia” gubernamental es la que mantiene el ministro Montoro. Si bien nos tiene acostumbrados a auténticos chutes de adrenalina cuando coge el micrófono por banda, lo que pasa cuando los ministros del Gobierno Rajoy se refieren al empleo, los desempleados o al mercado de trabajo no tiene nombre, ni precio.

Esta vez fue al referirse a los salarios. En un alarde de flexibilidad del lenguaje, y manipulación econométrica, afirmaba que: “los salarios no están bajando, están moderando su subida”. Aderezándolo, con cierta sorna, con un :¡ y cuando quiera se lo explico con una pizarra! -recordando su condición de profesor de economía-.

No era posible, no era cierto y no era real. Nada de moderación. Las últimas estadísticas publicadas, EPA, EUROSTAT y Contabilidad Nacional, revelan un descenso de los salarios en el segundo semestre de, al menos, el 5%.

George Lakoff en su obra ‘No pienses en un elefante’ explica, ahondando en la semiótica, la lingüística y la neurociencia, cómo el anclaje de nuestros marcos de referencia se sitúa en el denominado “insconciente cognitivo”, de dónde deviene nuestro modo de razonar y lo que se entiende por sentido común.

Este Gobierno y el PP, como partido que lo sustenta, ha elegido el camino del lenguaje visceral, el que sale de las entrañas. Un lenguaje que no necesita pasar por el tamiz de la certidumbre para ser asumido.

Aunque la realidad no cambie, aunque nuestra situación económica y laboral sea crítica, aunque los problemas de pobreza extrema se agudicen y cada vez más familias tengan serios y graves problemas (el informe ‘Pobreza 3.0. La pobreza avanza’ publicado por la Red Andaluza de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social, sitúa a Andalucía como la región de la UE con  mayor tasa de pobreza. El 40% de la población se encuentra bajo el umbral de la pobreza) aunque el crédito a pymes, autónomos y familias sea un imposible.

Aunque las organizaciones sindicales hayamos denunciado  y sigamos haciéndolo, la gravísima equivocación que significa mantener una política de recortes a ultranza, desamortizando el sector público y laminando las políticas de redistribución de rentas.

Aunque demandemos planes de empleo urgentes que traten, al menos durante un tiempo, de compensar la preocupante situación de millones de personas que se encuentran en la indigencia y la pobreza severa.

Aunque impulsemos medidas y acuerdos que traten de reconducir la penosa situación a la que nos lleva la reforma laboral promovida por este Gobierno que condena a millones de trabajadores a ser considerados trabajadores pobres.

A pesar de todo ello, la “creencia” en la que se encuentra instalada la sociedad parece ser otra distinta, que además tiene como adalides personajes ilustres e importantes, como un importante banquero, que justo un día después de conmemorar el día mundial para la erradicación de la pobreza, afirmaba sin género de dudas que:”es un momento fantástico, llega el dinero de todas partes”.

No es posible, no es cierto y no es real. Mientras no pongamos la generación de empleo como meta colectiva, mientras no reduzcamos de manera palmaria las graves tasas de desempleo, mientras no conformemos un futuro para nuestros jóvenes de empleo de calidad, mientras no elevemos las rentas medias de las familias trabajadoras, mientras no consigamos garantizar derechos básicos, fundamentales y universales como la educación, la sanidad o la dependencia, mientras no seamos capaces de encontrar cotas dignas de bienestar para nuestros mayores, mientras no alcancemos estos objetivos, cualquier “creencia” que nos trate de endulzar como “momento fantástico” esta dura realidad, debe ser tachada de irresponsable y debe encontrar el mayor de los reparos de una ciudadanía cada vez más consciente y luchadora.

Francisco Fernández Sevilla

Secretario General UGT de Andalucía