No quiero asustarle, pero los números cantan y aunque no se note en la calle, ya tenemos cuatro millones de parados. ¿Qué son muchos? Pues sí, son demasiados y todo hace preveer que pronto no podremos pagar ni pensiones, ni paro, ni prestaciones sociales. Quién lo iba decir, tanto presumir de potencia mundial y si no fuera por la eterna "Viagra" anual del turismo, somos un país mediocre que está generando más de la mitad de los parados de Europa según Labour Market Rewiew Spring 2009.

Hay un diagrama que utilizamos los docentes, referido a consciencia y competencias, que dice que lo peor que le puede pasar a uno es ser inconscientemente incompetente y lo que sucede es que no nos "enteramos" y seguimos suspirando con ser "grandes". ¿Para qué si bastaría con ser buenos y eficaces?

Si el anterior Gobierno se creía una potencia mundial, sólo por salir en la foto, el actual suplica por estar en el G-20. Parecía que en este país lo que funcionaba de verdad eran la sanidad y los bancos, pero nos faltan 5.000 médicos y no sabemos como atender una sobrepoblación de ocho millones de personas llegadas en los últimos años y encima hay que financiar a los bancos.

Aunque eso no es lo peor, ni tampoco los escándalos en justicia, ni el fracaso escolar, ni la devaluación de la F.P., ni la degeneración a la que ha llegado la enseñanza, ni la poca confianza en Bolonia. Lo peor es que somos víctimas del tedio, de la pereza o la rutina y eso se ve en la falta de calidad de lo que hacemos. Somos servidos mediocramente, por profesionales que no conocen bien su oficio, que se limitan a aplicar, a despachar sin más, vivimos en presente, sin que nadie planifica el futuro, por eso seguimos sin infraestructuras, ni un AVE europeo, ignorando a las pymes, y sin acompañar la innovación y el talento.

No quiero caer en la crítica fácil de aquellos que asocian nuestra falta de productividad -26 país europeo- o este escandaloso absentismo de casi un 10 % de la población activa-con el tópico de la ineficacia, pero tenemos una legislación laboral anacrónica, mientras sigue la autocomplacencia de los políticos, y cuando sales a la calle descubres que sin valores, sin respeto y sin esfuerzo es imposible crecer. Aquí nadie cede un asiento en el bus, ni hay una pared sin graffitis, ni se respeta el sueño de los vecinos, se roban hasta las plantas de los parques y se venera el individualismo lejos de la comunidad social y todo tiene consecuencias en el ámbito laboral, sin responsabilidad no hay profesionalidad.

La mediocridad se genera cuando se pierde el gusto por hacer bien las cosas. Por ello, no debe extrañarnos que en un país en el que la mayoría de la gente trabaja en algo que no le gusta y le preocupa mucho más su ocio que el aprendizaje o el esfuerzo para pagarlo, al final, se normaliza la mala educación, o que cuando pidas una cerveza, ni siquiera te miren a la cara. No deberíamos confundir valor y precio, porque una cosa es el dinero que pagamos y otra muy distinta el valor de lo que obtenemos a cambio.