Llevamos ya una larga serie de años de crisis, que arrancó en 2007 con un origen financiero pero que afectó con intensidad a la estabilidad de la economía global. Rápidamente sus efectos se trasladaron a la economía real, especialmente en los países desarrollados, que arrastran desde entonces una situación de atonía en el consumo interno que lastra enormemente su potencial de crecimiento. No obstante, la crisis no es global, como lo demuestra el hecho de que desde 2009 la economía mundial ha crecido a tasas superiores al 3,5 % anual, con un comportamiento claramente disociado entre las economías desarrolladas y los países emergentes, motores de este crecimiento, lo que está provocando una convergencia entre estos bloques que probablemente se acelerará en los próximos años. En este contexto la evolución reciente de la economía española invita a la esperanza. Después de varios años de decrecimiento, fruto de una demanda interna muy debilitada por el elevado endeudamiento privado (familias y empresas) y público (Administraciones Central, Autonómica y Local) y por las dificultades para acceder a financiación, empiezan a aparecer un conjunto de indicadores cuya evolución positiva está permitiendo atisbar una futura mejoría; los últimos datos sobre el crecimiento trimestral, los registros de la tasa de desempleo, la tímida mejoría del consumo interno y la inversión invitan a pensar que las expectativas de los agentes económicos están descontando un cambio de tendencia en los próximos trimestres. Para reforzar esa esperanza conviene también mirar el reciente comportamiento de nuestro sector exterior, que en estos años atrás ha corregido sus profundos desequilibrios, hasta el punto de que, por primera vez, España registra un importante superávit en la balanza por cuenta corriente. El crecimiento continuado de nuestras exportaciones, que vuelve a repetirse en los tres primeros trimestres de 2.013, demuestra que el proceso de deflación interna, al que se han ajustado todos los agentes económicos, está devolviendo a las empresas españolas su capacidad para competir en el mercado global, lo que puede convertirse en una sólida palanca para el crecimiento futuro. Ha llegado, por tanto, el momento de mirar hacia delante con una profunda convicción de que seremos capaces no sólo de dejar atrás la recesión sino de superar esta crisis, volviendo a recuperar los anteriores niveles de empleo y bienestar. Compárese el descrédito acumulado por España hasta el verano de 2.012, en el que el rumor del rescate era insistente, con el reconocimiento generalizado, un año después, de que el esfuerzo de empresas y trabajadores y el sacrificio asumido por la sociedad, con las reformas implementadas, está sentando las bases para competir con éxito en el mercado mundial y volver a crecer de forma sostenida. Los que hace un año no daban un duro por nosotros hoy nos ponen de ejemplo de regeneración y de modelo sobre cómo afrontar un proceso de cambio para superar las debilidades estructurales acumuladas durante años. No obstante, se oye con insistencia que la mejoría a nivel macroeconómico no ha llegado aún a las familias y a las empresas, que siguen atravesando enormes dificultades para sobrevivir.

Álvaro Portes, CESCE
Álvaro Portes, CESCE

Esto es cierto; y tratar de afirmar lo contrario sería una temeridad. Pero también lo es, que el tránsito desde este inicio de salida de la recesión a la superación de la crisis no será inmediato, sino más bien un proceso secuencial, cuyo ingrediente fundamental será la confianza de los agentes económicos. Por ello es esencial insistir en la importancia de este goteo de indicadores y opiniones positivas  sobre la evolución de nuestra economía, porque esto aportará confianza y disparará como un resorte las decisiones de consumo e inversión, que a su vez alimentarán mejores expectativas de cara al futuro. No se trata de alimentar un optimismo vacuo, basado sólo en meras ilusiones y deseos, que lo que hace es incitar a la inacción y cuyos efectos positivos se diluyen y desvanecen de forma inmediata. Al contrario, la reciente evolución de nuestra economía y de las expectativas generadas, impulsan a un optimismo realista, que predispone precisamente, en base a esa esperanza, al esfuerzo de todos como palanca de cambio para afrontar el desafío de volver a crecer en los próximos años. Desde CESCE queremos contribuir a estos anhelados procesos de crecimiento de las pymes españolas con soluciones integrales, que vayan más allá de la mera protección ante los impagos potenciales, y que les permitan identificar y captar nuevos clientes solventes y financiar sin recurso los esfuerzos derivados de este reto de entrar en nuevos mercados. Sólo así conseguiremos responder a sus demandas de encontrar un socio fiable para ayudarles a crecer de forma rentable.

Álvaro Portes, director territorial Sur CESCE