Dicen algunos que un optimista no es más que un pesimista mal informado. No puedo estar más en desacuerdo con esa opinión. Seguramente esa frase la inventó un pesimista crónico, bien o mal informado. Tampoco estoy de acuerdo con esa corriente pseudointelectual, arraigada en muchos poetas por ejemplo, que da por sentado que solo es feliz el incauto, el que no se plantea los asuntos cotidianos en profundidad. Un intelectual que se precie parece que debe tener una vida tortuosa, incomprendida, que no tiene más salida que conducirle a la infelicidad. Sin embargo, la vida familiar, las organizaciones, las regiones y los países en general, necesitan de personas que sin ingresar en la estupidez del “vendedor de felicidad enlatada”, sean capaces de estimular corrientes de “buen rollo”, porque está demostrado que, tanto el optimismo como el pesimismo, son contagiosos. Así como la crisis vino generada por hechos hoy totalmente explicables económicamente (otra cosa es adelantarse a lo que va a ocurrir, hacer previsiones y acertar), y tras los hechos hubo corrientes negativas que arrastraron al país a un pesimismo (informado, en este caso informado, desde luego) que hasta hoy nos dura, es necesario ahora que los optimistas (informados, claro está) “tiremos ahora del carro” para que el contagio se produzca a la inversa y que el optimismo sea el que, a medio plazo, sea capaz de arrastrar a los principales indicadores macroeconómicos.

Miguel Ángel Luque
Miguel Ángel Luque

Hay algunos datos que empiezan a ser positivos, o menos negativos, como se quiera. Y no se trata de eufemismos políticos (“se ha desacelerado el crecimiento del paro”, lo que significa que seguimos creando paro pero más despacio), sino números objetivos que marcan un PIB positivo por fin, un aumento de las exportaciones, una mejora de la balanza de pagos y algún que otro indicador más con tendencia positiva. Hay tres cosas que  influyen decisivamente en el crecimiento económico, medido en términos de PIB o de renta. Que aumente la inversión pública, que aumente el consumo interno y que aumenten las exportaciones. Ahora analizaremos cada uno de estos indicadores. Antes de ello habrá que decir que, por muy optimista que se sea, no vamos a volver  a la locura de los años anteriores de la crisis, al despilfarro, al “riego por inundación”, al descontrol, en definitiva al “viva la Virgen” que hemos tenido. Y esto es así no solo porque no es bueno mirar atrás, sino porque además nuestros socios europeos no nos van a dejar, y hacen bien. Volvamos al análisis de los elementos que nos hacen mirar al futuro con ese “optimismo informado”, o mejor al revés, volvamos al proceso mediante el cual el “optimismo informado” puede arrastrar al alza a algunos indicadores macroeconómicos.

Dos de las grandes potencias, motores o locomotoras de la economía mundial, como son Alemania y Japón, empiezan a darse cuenta de que sus políticas de contención excesiva de gasto, de “amarrategui” que se diría en términos futboleros, no están dando frutos. Si sus principales clientes están arruinados, ¿quién les va a comprar? Así es que sus exportaciones bajan y como el consumo interno “se contagia” del pesimismo imperante, no crece lo suficiente. Por lo tanto su PIB se estanca. Parece que en ambos países, además de otras reformas (qué decir del extraordinario e impensable en España pacto entre los dos grandes partidos alemanes), están pensando inyectar dinero para activar la inversión pública y proponer nuevas medidas financieras más flexibles para que el dinero llegue al consumidor. En España, están creciendo a buen ritmo las exportaciones, se empieza a activar el consumo (ya se hace necesaria, y está justificada, una bajada de impuestos que permita una mayor renta disponible), pero hace falta reactivar la inversión pública y reducir  aún más los “gastos estructurales”. Mientras, el turismo, sin duda también beneficiado de múltiples conflictos en otros países, sigue tirando de nuestra economía.

Y por último Andalucía. Parece que corren nuevos aires más frescos. Desde el punto de vista de la I+D+i se abren dos grandes expectativas: El nuevo marco operativo 2014-2020, denominado RIS3 (Estrategia Inteligente de Especialización en Andalucía) que permitirá ordenar la inversión de los fondos de cohesión (ahora ya para innovación y no para infraestructuras), y el nuevo Programa Marco, ahora denominado Horizonte 2020 que, para el mismo periodo, movilizará fundamentalmente los fondos de investigación y desarrollo, en este caso de acceso competitivo a nivel europeo. Así es que me considero informado y me declaro optimista.

Miguel Ángel Luque, director General del Instituto Andaluz de Tecnología (IAT)