¿Quién tiene que representar y defender los intereses de los ciudadanos? En una sociedad democrática y siguiendo el espíritu y la letra que inspiraron los principios de esta nueva forma de organizar el Estado son los partidos políticos quienes ostentan estas funciones por medio de los votos que se depositan en las urnas. Pero la experiencia, el sentido común -no hay sistema organizativo perfecto- y el conocimiento de la naturaleza humana -que es capaz de lo mejor y de lo peor- nos indica que no es suficiente.

Fernando Seco
Fernando Seco

Los partidos políticos combinan el trabajo por el bien común con la instalación permanente en el poder. Además, terminan haciéndose endogámicos. La tan recurrida separación de poderes entre el poder ejecutivo, legislativo y judicial es tan solo una quimera que se mantiene por el trabajo esforzado y heroico de un puñado de personas. La política ha terminado por invadir todas las esferas de la vida pública en detrimento de otras y ha terminado por desmotivar.  Por lo general, además, quienes acceden a la política desde la política tienden a aferrarse a la política sin una auténtica preparación para gobernar. Esto es una frivolidad que ha causado y causa mucho daño a la sociedad.

La política o los partidos políticos han visto en los sindicatos mayoritarios UGT y CC.OO. y la organización empresarial CEOE,  a unos aliados fantásticos con los que compartir el poder y la continuidad de un sistema que, con el tiempo, ha terminado por pudrirse. Porque los representantes “oficiales” de los trabajadores  y representantes “oficiales” de los empresarios se han dejado seducir por las prebendas del poder político: el BOE. Y con el BOE, financiación para las organizaciones y, de paso, para los trabajadores y empresarios “oficiales”.  

Se pueden imaginar que los referentes sociales, con este panorama, son muy escasos. Y que las posibilidades de regeneración de valores que hacen más saludable la convivencia son inalcanzables. Miren la situación de la Educación o de la Justicia, sin duda los causantes de la brecha social que existe en España gracias a un relativismo moral que favorece que nadie se ponga de acuerdo en lo fundamental, porque al parecer la verdad no es un bien digno de ser buscado y aceptado. Aquí las cosas se solucionan por el aparato reproductivo correspondiente. ¿Y qué lugar ocupa la ética en el quehacer profesional? Escaso, porque solo algunos privilegiados saben qué es la ética y en qué consiste.

Por todos estos motivos hace falta una sociedad civil -independiente de quienes forman parte del sistema- organizada y fuerte; honesta y preparada. Que recuerde a los políticos que hay una Política al servicio de los ciudadanos que trabaja con seriedad por el Bien Común. Que los acuerdos no se compran ni se venden, se hacen sobre la base de principios sólidos y duraderos. Y se cumplen. Que la honestidad y profesionalidad son atributos imprescindibles para el ejercicio público y privado, pues detrás de cada decisión está en juego el bienestar material y espiritual de muchas personas con nombres y apellidos. Hoy por hoy quien puede organizarse así son empresarios y profesionales responsables, preocupados por el un futuro mejor.

Fernando Seco, director general de la Fundación Antares Foro