Dice mi eminente colega el profesor Marina que los problemas entre las parejas se arreglan mucho mejor con educación que con sentimientos, y yo estoy de acuerdo, porque la educación va de la mano del respeto y propicia el sosiego que permite abrirse de orejas y llegar a la comunicación suficiente para gestionar el conflicto.

Todo eso que parece tan obvio en lo social, se estrella de golpe ante el Dios soberano de nuestros días, o sea el marketing, una ciencia que hoy está muy por encima de otras que fueron muy respetables como la literatura, la física o incluso las matemáticas y que sólo encuentra alianzas en la economía, que es su única razón de ser.

De esta forma, todos cabalgamos con dos caballos a la vez; por una parte están los sueños de papel, el hedonismo a ultranza y un catálogo de promesas sobre el culto corporal, el placer inmediato o el triunfo pagado, siempre de la mano seductora del marketing, y el otro representa dinero fácil y todas las ventajas del mundo para que te asomes por un rato a las sensaciones de los ricos, hipotecando tu sueldo, tu piel y tu futuro a cambio de cuencos llenos de euros a devolver con sobrecargos abusivos.

Con el ‘subidón’ de sentirte rico para comprar y las 2.000 letras por pagar, te subes a tu BMW, te endedudas con la dermoestética o compras tus vacaciones, sin pensar que un día tendrás que pagar toda la fiesta. El marketing, en su corrupción suprema, te vende todo lo que no te hace falta para hacerte sentir lo que no eres, claro que esto poco importa cuando en muchos casos trabajas en algo que no elegiste y te levantas con alguien que no deseas.

Es difícil adivinar hasta dónde puede llevarnos el placer del masoquismo, pero alguien me dijo una vez que al final todos vivimos de lo que combatimos y hasta somos capaces de aliarnos con nuestros verdugos.

Vean, si no, mis queridos lectores, cómo se inventa un héroe forjado en la plastilina y palabras del ‘karaoke-villano’, que pertenecen al código del marketing, como ‘briefing’, producto, captación, posicionamiento, venderse, ‘layout’ o ‘branding’, y hasta se atreve a hablar frívolamente de sentimientos y actitudes, pero, ¿no quedamos que lo que tiene valor no tiene precio? ¿Y las emociones? Por favor, cómo va a emocionarse alguien con un yogurt o con una colonia, toda esa manipulación es cosa de los sesudos publicitarios y creativos, que son muy buenos, de verdad.

Pues sí, ha llegado el Darth Vader de un programa puntero musical de la cinco, y en esta cara oculta se esconde con gafas de sol -a las 12 de la noche- y vestido de misterioso negro, un jurado que trasciende a juez, fiscal, acusador y sobre todo maleducado personaje al que buena parte del público adora.

Como jurista, con dos masters en marketing, me quedo absorto ante este albedrío de masas, sollozos e histeria juvenil entre ‘nuevos discípulos’ de este profesional, que supongo debe ser muy capaz y que emulando sus propias frases, él mismo se convierte en un producto tan agrio y necesario como la pimienta del ‘steak tartare’; condimentando así, un espectáculo digno de coliseo romano, en que los ‘gladiadores’ aspirantes a solistas, pagan el precio de su pretendido salto a la fama, dejándose fustigar y escuchando toda clase de improperios, simplemente para que al final suba el índice de audiencia del programa y alguien gane más dinero.

Aplaudo tanto la estrategia publicitaria del invento, que es su única justificación, como repudio las formas, y no el fondo de las frases agresoras que nunca debe merecer un ser humano en situación tan desigual. Al amigo Sabina se le escaparía un “dímelo en la calle”, pero muy mal debemos andar en esta sociedad, cuando somos capaces de regalar horas de nuestro tiempo complaciendo la vejación y la mala educación.

mailto:mbonet@select.es >mbonet@select.es