Parodiando a María Elena Walsh, no hace falta que los pájaros naden y que vuelen los peces para contemplar que el mundo está al revés porque no podemos evitar levantarnos todas las mañanas dudando del mundo en que vivimos.

Es inútil huir de tanta información que nos asedia pero realmente nunca hemos estado menos informados y cuando más se explota la comunicación, menos se comunica la gente entre ellos.

Todo el mundo desea construir historias de amor pero la gente sólo se quiere a sí misma. Las familias se sacan de encima a sus mayores, abandonan a sus animales y parece que todo se haga a la sombra de las buenas intenciones, pero la humanidad jamás ha vivido en tal estado de caos, desigualdad y odio.

Nunca se vendieron tantos libros de autoayuda como en la actualidad, sin embargo, nadie quiere comprometerse a cambiar y prefiere seguir vagando solitaria o construye su soledad camuflada en las murallas de una casa para la que ha hipotecado la mitad de su vida, y se protege con un vehículo blindado al que llama automóvil cuyo interior personaliza escrupulosamente para que nadie pueda robarle ni el espacio, ni los silencios que 13 altavoces y cientos de vatios se ocuparan de apagar.

Casi no hay comunicación porque las palabras se quedan huérfanas en la boca. Apenas se disfruta de la conversación, ya que han sido arrebatadas por el SMS y este pequeño voceador que llevamos en el bolsillo, lejos de convertirse en mensajero para llegar a más gente, disimula la timidez y sólo sirve para apartarnos del calor humano.

Preferimos ver las imágenes detrás de una pantalla para separarnos de la realidad que queremos ignorar y cambiamos el tiempo que necesitamos para nosotros mismos, en dedicarnos a espiar la banalidad de unos fantoches creados por los medios que esconden el vacío de sus vidas, detrás de poses y atuendos que simulan una posición que nunca hubieran conseguido por su talento.

Y nos abonamos a gastar nuestro dinero comprando cualquier disfraz en forma de complementos y vestidos al dictado del marketing del momento que no nos hacen falta y sólo para parecernos a seres híbridos, a menudo anoréxicos y de belleza imposible que esconden sus inseguridades emborrachadas de colores artificiales que se esconden sobre un totalitarismo al que se llama moda.

Y paradójicamente compramos convulsivamente artículos baratos que no necesitamos y viajamos salvajemente sustituyendo el placer de contemplar nuevos paisajes por la satisfacción de conseguir volar por el precio de una buena comida.

Mientras tanto, nos asomamos, a menudo, a través de la caja tonta a un mundo pertrechado de ídolos soberbios y prepotentes que nunca valen lo que cuestan y que pasean sus sueños imposibles por escenarios que sólo pueden disfrutar unos pocos, mientras todos los demás esperamos a que nos lo cuenten.

Parece que aún nos queda la cultura, mientras se mantenga oculta a los ojos del marketing. Siempre he pensado que las mejores canciones de mis músicos predilectos se quedaron dentro y eso me lo dijo un poeta rumbero con nombre de gato y apellido muy común, con algunas copas de más, de esas que no se tienen en cuenta porque la verdad acostumbra a pronunciarse a la sombra de las lunas ciegas.

Y nuestros jóvenes, hace mucho tiempo que no sueñan con la libertad porque simplemente ya la tienen, aunque no les sirva para casi nada porque si no eres capaz de conseguir que tu vida sirva para hacer feliz a los tuyos y mejorar un poco tu entorno, entonces, probablemente sirve de bien poco.

Por eso, no es de extrañar que si todo eso fuera un poco mejor, no me importaría que aprendieran a nadar los pájaros y los peces volaran, simplemente si con ello, consiguieran que el mundo fuera un poco más habitable para la mayoría de la gente. Me dijeron que en el reino del revés nada el pájaro y vuela el pez. Que los gatos no hacen ‘miau’ y dicen ‘yes’ porque estudian mucho inglés. Vamos a ver cómo es el reino del revés.

María Elena Walsh, describió con esta canción una realidad. En el mundo del revés todo anda de forma imprevisible. Por ejemplo: dividimos al mundo en dos dimensiones, donde los mismos individuos tienen comportamientos diferentes, recordemos que nada el pájaro y vuela el pez.

Quizás se esté acercando sin saberlo el día que ni siquiera seamos dueños de nuestros propios sueños, porque alguien inventará un impuesto que nos obligue a pagar por ello, pero, yo por si acaso, prefiero mantenerme despierto todo lo que pueda, no sea que me roben la última palabra, que naturalmente me guardaré para mí.