Estoy abochornado y entristecido por los accidentes de trabajo que se producen en Andalucía. Muchos de ellos mortales, en otros salen las víctimas mal heridas… Es imposible seguir así, me comentaba mi amigo Don Contradictorio leyendo las estadísticas sobre este tema.

– Estoy plenamente de acuerdo contigo, le contesté-. Pero razonemos el porqué de esta situación, sin pretender agotar el tema.

Los accidentes, en su mayoría, se producen en los puestos de trabajo. En un determinado puesto se conoce perfectamente la actividad que se debe desarrollar. Por lo tanto se conocen los peligros que ese trabajo conlleva. Lógicamente ese puesto de trabajo debe estar dotado de los accesorios necesarios que neutralicen los peligros hipotéticos. Hoy en día, esos accesorios son conocidos. Su uso debe ser estrictamente obligatorio. Esto nos lleva a asegurarnos a que la persona que ocupe el puesto de trabajo en cuestión debe saber cómo utilizar los accesorios que pueden evitar un accidente. Es tan importante o más eso que sepa cumplir con los procedimientos de producción. Y digo ‘o más’ porque un producto defectuoso se tira o se recupera, pero la víctima de un accidente es una persona, y un accidente le puede marcar toda su vida.

– Pues según lo que dices no es complicado, pero si los accesorios cuestan caros, el empresario modesto no los compra, o compra unos baratos que al final se rompen o no sirven. Eso es lo que pasa con las subcontratas, que al final de la cadena… como se dice: el último mono es el que se ahoga.

– Creo que tienes toda la razón. Cuando la subcontrata se hace mal, lo primero que se descuida es la seguridad en el puesto de trabajo. Eso es un grave error, tanto del punto de vista del respeto a la persona humana, como del respeto a la productividad. El mal gestor no tiene eso en cuenta y sin embargo es una realidad. Nadie trabaja con la eficiencia que puede hacerlo si en su puesto de trabajo no tiene seguridad para su integridad física. Eso se puede comprobar en la actividad diaria y las estadísticas lo corroboran. Por lo tanto, los que crean que ahorran dinero con el ahorro de los accesorios de protección para el trabajador, están en un error, además de que pueden ser sancionados por la inspección de trabajo.

– No todos piensan como tú y yo he visto que teniendo cinturones de seguridad al alcance de la mano, los operarios no se los ponen porque dicen que les molesta o que no lo necesitan, dijo Don Contradictorio.

– Esos casos ocurren, pero son la excepción. Se deben a que no se ha dado una formación necesaria al trabajador y no es consciente del peligro que corre. Por lo tanto hay que convencer y si la persona no se deja convencer hay que quitarla de ese puesto de trabajo, porque en su empecinamiento demuestra que no está capacitada para cumplirlo. Al trabajo no se va a pasar riesgos voluntariamente. Lo ilustraré con un ejemplo. A ningún electricista que trabaje con alta tensión se le ocurrirá tocar un cable en tensión sin tener los guantes protectores y demás accesorios. Son conscientes del peligro que corren y se protegen para salvar su integridad física.

– Pues por esta vez me has convencido. La protección de la vida de los trabajadores es el primer deber del empresario, dijo con énfasis mi amigo.

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