La comunicación es una herramienta estratégica, para posicionar en el mercado la imagen que queremos que se tenga de nuestra empresa y más aún cuando nos encontramos inmersos en el Marketing de percepciones, donde lo esencial no es ser sino parecer, lo importante es lo que percibe y cómo, el mercado de nosotros, de nuestra empresa y de nuestra marca.

La comunicación nos permite focalizar en la mente de nuestro cliente una serie de valores propios, que nos definen y aportan una identidad diferenciada a nuestra marca.

La comunicación corporativa debe ser coherente y un reflejo claro de la estrategia empresarial, es fundamental vender nuestra marca y sus beneficios entre los consumidores, el verdadero motor de los resultados. Sin embargo el alma de la comunicación, la publicidad, está siendo considerada como una commodity, el cliente no la valora lo suficiente.

Es una realidad, que una política de comunicación transparente y proactiva asegura que los resultados de negocio para una empresa sean positivos, comunicar de forma eficaz las distintas acciones de la empresa permitirá potenciar la actividad y el prestigio, ayudando a incrementar el valor de su imagen a través de sus productos, marcas o servicios entre la opinión pública.

“En comunicación el silencio no es rentable”.

Las empresas necesitan conocer y escuchar en sentido amplio al entorno, para conseguir que su actividad sea conocida y después valorada, es notorio que el éxito de una empresa no depende solo de su actuación en el mercado sino además, de lo que se piensa de ella. Para que esa percepción sea positiva y favorable es necesario comunicar y valorar la importancia de la publicidad para conseguir estos objetivos.

En la era de la globalización no existen diferencias significativas entre unas campañas y otras, por lo que debemos buscar una percepción que nos distinga del resto, mediante el papel clave de la comunicación, al hacer que la empresa sea valorada positivamente y por lo tanto elegida entre sus públicos.

La comunicación publicitaria persigue como hemos señalado una meta muy concreta: posicionar en la mente del receptor los bienes o servicios objeto del mensaje para conseguir una respuesta adecuada a los objetivos del anunciante.

En función del nivel de respuestas, podremos adjudicar a nuestra comunicación la cualidad de eficaz, sólo si actúa satisfactoriamente y es adecuada para producir el efecto deseado.

El mensaje debe convencer al consumidor para poder influir en él, modificando su actitud y para esto hay que saber:

-Qué decir.
-Cómo.
-A quién.
-En qué momento. .

Todo ello supone necesariamente un conocimiento exhaustivo de la empresa, su marca productos y mercado, pero también su consumidor y entorno, preferencias, motivaciones de compra y de cómo llegar a él. El anunciante tiene la responsabilidad de definir con claridad los objetivos de la campaña y proporcionar toda la información relevante para facilitar la comunicación, mediante la creación de un código de comunicación que permitirá convertir lo que la empresa quiere transmitir en un mensaje que a través del canal (es) adecuado (s) alcance al receptor y realice la acción deseada.

Bastantes veces apreciaciones subjetivas y estéticas de los soportes o la búsqueda de una notoriedad innecesaria, ponen en peligro la efectividad de una campaña.

La diferenciación sigue estando en la creatividad, pero aplicada al:

-Mensaje.
-Producto.
-Comercialización.
-Segmentación del mercado.
-Relación con los consumidores.

Comunicación eficaz, es hacer latir no sólo el corazón sino también las carteras, para lo cual:

1. Una comunicación es eficaz sólo si, además de conseguir respuestas se logra incrementar imagen.
2. Es eficaz la comunicación, cuando quien la recibe entiende perfectamente que es lo que quiere decirle.
3. Una comunicación es eficaz siempre que pueda ser medible.
4. Seduzca.
5. No es eficaz sin embargo cuando ‘viola’.
6. Despierta interés.

“Si tiene una oportunidad para comunicar algo y no es eficaz, pierde dinero y tiempo”.

Gerardo Terrón Muñoz
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