Hablar del futuro de cualquier titulación universitaria, teniendo en cuenta la escasa predisposición patria a mantener  en el tiempo las reformas educativas que se acometen, es tarea casi de ciencia ficción. El acuerdo es general, ya sea por los docentes, alumnos, padres, especialistas, partidos políticos, etc., y sin embargo no encontramos el momento de acometerlo. Prevalece de nuevo el interés político y coyuntural sobre el bien común. 

Allá por el año 1933 escribía el entonces rector de la Universidad de Valladolid, el Dr. Royo-Villanueva: “Todas las reformas universitarias en todos los países civilizados del mundo, incluso en el nuestro, son reformas externas, que solo se dirigen a acomodar la institución a las crecientes exigencias del tiempo presente, olvidando casi en absoluto el tiempo universal de la universalidad… Hasta ahora ninguna de las reformas universitarias ha llegado al fondo de la cuestión. Solo se han hecho reformas aparentes, que se limitan a mudar el nombre de las asignaturas, a cambiarlas de lugar y de curso, o modificar la duración de los estudios”.

La reforma universitaria aprobada hace unos días es una carga de gran profundidad para el modelo de universidad que conocemos y que va mucho más allá de la mera duración de los grados. Una vez acordada la moratoria, los ánimos se han calmado y apenas ha merecido un par de días de titulares. Una vez terminemos el año electoral veremos el fondo de esta decisión y resquebrajarse la aparente unidad que han demostrado los rectores. Del mismo modo asistiremos, una vez más, al olvido de las promesas electorales de mantenerlo todo como está.

Sea cual fuere la solución definitiva que se adopte, consideramos aquí algunos aspectos que a nuestro juicio debemos plantearnos para que estos estudios cumplan la función social que tienen asignados por sus propios contenidos. En primer lugar debemos hablar de los planteamientos docentes. En este punto debería ser prioritario el trabajar por un modelo docente que atienda a las peculiaridades de la titulación. En primer lugar, la participación en ella de un buen número y variedad de áreas de conocimiento tan dispares como la medicina preventiva, la economía, el derecho del trabajo, la sociología, la estadística, etc. En segundo término, que fortalezca el carácter vocacional de estos estudios y, en tercer lugar, que no pierda de vista que en cualquiera de sus perfiles profesiones tiene en común el trabajo con personas. Ya sea en el asesoramiento jurídico-laboral, en la gestión de los recursos humanos o en todo lo que tiene que ver con las políticas de empleo, el destinatario último de sus decisiones serán personas. Y esto, estaremos de acuerdo, requiere de un planteamiento ético y profesional diferente.

La coordinación que proponemos debe plantearse, al menos, a un doble nivel; primero en cada uno de los centros y, en segundo lugar, a nivel andaluz. Solo de este modo podremos contar con unos graduados que se distingan del resto por su manera de aprender, su forma de aprehender el contexto y las opciones para afrontar los retos que éste presente en cada momento. Plantear esto hoy en la universidad que conocemos es una utopía, pero debemos tratar de alcanzarla.

En lo que hace alusión a los postgrados, resulta más que evidente que el camino está de nuevo en la coordinación entre los centros a través de la organización de programas interuniversitarios. De este modo podremos atender a las necesidades formativas en los ámbitos que nos son propios y podremos repartir el gasto en momentos tan delicados como los que estamos sufriendo. Esta cooperación, unida al uso de las tecnologías de la información y comunicación, hoy asumidas de una manera casi universal, abaratarán sensiblemente los costes y nos permitirán llegar hasta el último rincón de nuestra geografía. Aquí, con perdón, el trabajo realizado desde la Facultad de Ciencias del Trabajo de la Universidad de Huelva se puede presentar como una experiencia de referencia.

El otro gran ámbito en el que habría que trabajar es el de la investigación. Si fuéramos capaces de articular planes de investigación  coordinados, al menos a nivel andaluz, nuestra presencia en los foros de debate y decisión sobre cuestiones socio laborales sería incuestionable. En este sentido, no se nos conoce como centros aunque, al menos, se reconocen a determinados investigadores que proceden de nuestras facultades. De nuevo están pendientes laborales de coordinación y de difusión. Cuestiones tan relevantes como las políticas de empleo, la evaluación y efectividad de las mismas, la salud laboral, las prácticas cotidianas en materias de contratación, gestión de recursos humanos, formación para el empleo, etc. merecen una atención sistemática y coordinada. Si conseguimos difundir más y mejor los resultados de las investigaciones que hacemos, determinadas prácticas consolidadas entre los agentes sociales tendrían que cambiar sustancialmente. Así conseguiremos, además, un retorno eficaz de los fondos destinados a la investigación.

Y, por último, debemos abordar un aspecto que hoy más que nunca se nos antoja crucial. Nos referimos a la necesidad de difundir nuestra titulación, nuestras líneas de investigación, actividades formativas, etc. Aquí tenemos una dificultad evidente y que procede de nuestra propia historia. Hemos cambiado demasiadas veces de nombre y esto provoca una confusión considerable entre los agentes sociales, los empleadores, los servicios de empleo y en la sociedad en general. De Graduado Social a Diplomado en Relaciones Laborales, Ciencias del Trabajo y ahora Relaciones Laborales y Recursos Humanos. Esto se combate con una difusión organizada sobre lo que somos y lo que hacemos. En el trabajo con los empleadores, la organización patronal y las centrales sindicales está la clave. Otra tarea pendiente.

En resumen, tal y como habrá comprobado el lector, de lo que se trata es de crecer en tamaño por la vía de la coordinación sin que ninguno de nuestros centros pierda las peculiaridades propias que surgen del entorno en el que se inserta. El mundo crece, las organizaciones requieren de mayor tamaño para ser competitivas y, sin embargo, nos empeñamos en seguir siendo pequeños por la falta de colaboración entre nosotros mismos. Lo vemos, lo estudiamos, apreciamos sus bondades y su carácter necesario para sobrevivir pero nos sigue pareciendo un fenómeno ajeno a nuestro propio desarrollo. Limitaciones del miope.

 

Agustín Galán García

Decano Facultad Ciencias del Trabajo Universidad Huelva