Entrevista a Manuel Alejandro CardenetePues nada. Así de sencillo. Hay muchos que niegan incluso la mayor y manifiestan que no se puede salir nadie que nunca estuvo. Y es que el caso griego es un cúmulo de errores que no cesa. Cuando en los años 90, con el Sistema Monetario Europeo activándose -más conocida como “serpiente monetaria”-, los países miembros de la entonces Comunidad Económica Europea decidieron marcarse unas reglas para dar luz verde a la siguiente fase del proceso de convergencia: la Unión Monetaria.

Para ello, decidieron que las economías tenían que parecerse en términos macroeconómicos para que, al poseer una misma moneda, y por lo tanto la misma política monetaria para todos, los efectos de la misma fueran comunes y evitar divergencias. Pues con ese espíritu se implantaron los ya archiconocidos criterios de Maastricht. A saber: un déficit público anual de menos del 3% en función del PIB; una deuda pública de menos del 60% del PIB; un tipo de interés inferior a la media de los tres países con menor tipo de interés más un punto y medio de margen y similar regla para la inflación. Evidentemente, la idea no era mala.

Una economía que tuviera estas macromagnitudes, estaría, en principio, saneada y preparada para el crecimiento. Es verdad que faltaban ítems de economía real, como por ejemplo las tasas de desempleo, pero precisamente España fue uno de los países que presionó para que ese criterio no se estableciera.

¿Qué paso?. Pues que salvo excepciones, entre ellas España, ningún país cumplió con los requisitos. La gran mayoría cumplió tres de los cuatro. Básicamente fallaron en lo relativo a la deuda pública con respecto al PIB. Pero es que Grecia no aprobaba ninguno. Y aún así, se le dio luz verde para su incorporación a la moneda única. Y este fue el primer gran error. El primer paso para promover el moral hazard o riesgo moral, fue precisamente este paso. El ejemplo es bien sencillo: a Grecia se le trató como al estudiante que se le deja pasar con 4,5 que al final termina estrellándose. Y esto es precisamente lo que paso. Se abrió la mano con Grecia y el resultado lo tenemos encima de la mesa: Grecia es un estado prácticamente fallido y ya lleva acumulada una deuda pública que supera los 300.000 millones de euros y que supone cerca del 200% de su PIB.

Pero es que el problema es que esa deuda no la va a pagar nunca. Por mucho que se le den periodos de carencia que ya quisiéramos los mortales para nuestras hipotecas y haciendo quitas de forma permanente. Sólo a España se le deben más de 25.000 millones de euros.

¿Qué pasaría entonces si saliera del euro?. Pues podría devaluar su moneda y ganar competitividad por esa vía. Es verdad que la caída del PIB sería importante, pero es que el desangrado que está sufriendo Grecia parece no tener fin. ¿Y qué le pasaría a la Unión Europea?. Al conjunto de la Unión, nada.

Ya tenemos países que pertenecen a la misma sin usar la misma moneda. Y a la eurozona, más de lo mismo. Nada. La presencia griega en el peso del euro es ya testimonial y los famosos mercados tienen descontado lo que le pueda ocurrir a Grecia.

Pero lo que no hay que olvidar es que Grecia es un país de la UE y no se lo puede dejar caer. Pero cómo se le está ayudando no es la fórmula. Un nuevo Plan Marshall para Grecia sería otra cuestión. Pero los griegos tendrían que hacer su parte.

 

Manuel Alejandro Cardenete

Catedrático de Economía

Director del Departamento de Economía

Universidad Loyola Andalucía

@macarflo