El genio es un 1% de inspiración y un 99% de transpiración” (Thomas A.Edison).

La efeméride musical – año 1806, fallecimiento de Martín y Soler y nacimiento de Juan C. Arriaga, – entendida aquí como “acontecimiento notable que se recuerda en cualquier aniversario del mismo” se convierte de este modo en pretexto al que se suele recurrir para recuperar la memoria de determinados autores y establecer paralelismos, afinidades, influencias estilísticas o incluso comparaciones que, en su conjunto, tienen por objeto trasladar a la actualidad un acervo artístico, inexplicablemente relegado y que, por circunstancias diversas, que bien pudiéramos llamar ‘modas’, es infrecuente en el repertorio habitual de nuestras salas de conciertos.

Hoy traemos a nuestras páginas las figuras del valenciano Vicente Martín y Soler (1756-1806), a quien los italianos denominaron Martini lo Spagnolo, y del bilbaíno Juan Crisóstomo Arriaga (1806-1826), conocido como el Mozart español. A modo de reconocimiento y de ‘rescate’,. ambos músicos protagonizan una serie de jornadas en el Festival Internacional de Música y Danza de Granada, punto de encuentro de un pasado glorioso, no siempre valorado, junto a un presente caracterizado por la innovación y la modernidad en la programación, lo que lo ha consolidado como uno de los acontecimientos artísticos de mayor solera y prestigio en el panorama europeo.

De Martín y Soler, siguiendo esa línea de recuperación del patrimonio lírico español, se estrena la ópera Andrómaca (1780), mientras que bajo el título Juan Crisóstomo Arriaga: “Mucho para tierna edad”, se brinda la oportunidad de escuchar la música profana y religiosa compuesta por el músico vasco en París, entre 1821 y 1825.

En primer lugar, hay que admitir que Martín y Soler es poco conocido en nuestro país, debido al hecho, quizá, de haber desarrollado la mayor parte de su actividad en Italia (Nápoles, Turín, Venecia, Luca, Parma) y en Viena, lugares donde sus óperas le valieron triunfos sensacionales, tal es el caso de La cosa rara, uno de cuyos temas recogió el propio Mozart, a modo de homenaje, en su Don Giovanni. Al parecer, esa misma obra introdujo o puso de moda el vals moderno, precursor de la famosa Invitación al vals, de Weber.
Martín y Soler, considerado al mismo nivel que Paisiello, Cimarosa o, incluso, el propio Mozart, dirigió la ópera italiana de San Petersburgo – ciudad en la que falleció – habiéndose granjeado el afecto de Catalina de Rusia, hasta el punto de ser nombrado consejero privado, si bien, al final de su días hubo de enfrentarse a una situación económica sumamente precaria.

El caso de Juan Crisóstomo Arriaga, tanto por su formación personal como por el tipo de música que creó es absolutamente distinto. A simple vista, podría parecer un ejemplo más de precocidad, pero ello sería tan sólo el envoltorio del talento natural de un músico excepcionalmente dotado, estudioso hasta la propia extenuación, que habría de asombrar a sus maestros, atónitos ante la inmensa capacidad de asimilación de las más intrincadas técnicas de composición, pues había vencido en poco tiempo todas las dificultades de la armonía, el contrapunto y la fuga.

Así lo constata uno de sus profesores, el reputado músicólogo belga Fétis, quien, en su Diccionario, afirma que “Arriaga había recibido de la Naturaleza dos facultades que raramente se encuentran en un mismo artista: el don de la inventiva y la aptitud más completa para dominar todas las dificultades de la ciencia”, juicio compartido por Luigi Cherubini, compositor al que Beethoven consideraba como su más grande contemporáneo.

Por otra parte, resulta evidente que la música de Arriaga, en particular Los esclavos felices y la Sinfonía en Re gozan de una difusión más que aceptable, no así su música religiosa y vocal –de ahí la importancia de su inclusión en el presente Festival de Granada- y, muy especialmente, de lo que puede calificarse como “obra de madurez relativa, dada la temprana desaparición del compositor”, pero que sorprende por su riqueza melódica, enorme precisión técnica y tendencia a alejarse de los modelos establecidos: nos referimos a los tres cuartetos de cuerda, recientemente grabados, por cierto, en una espléndida versión debida al sello Naxos.

Así pues, partiendo de la coincidencia de unos aniversarios, pretendemos compartir con el lector, a modo de descubrimiento, nuestra admiración por una música deliciosa, no exenta de originalidad, capaz de despertar emoción e interés en cualquier espíritu sensible, lo cual no es poco.
mailto:miguelfdezronderos@hotmail.com >miguelfdezronderos@hotmail.com