El Síndrome del cuidador es el trastorno que padecen las personas que tienen a su cargo enfermos o mayores que precisan de un cuidado especial. Es un trastorno común que presenta una sintomatología múltiple. Repercute en la vida de la persona y en su entorno familiar, de tal forma que puede llevarla a una situación patológica.

Cuando hablamos de enfermedad, lo primero que se piensa es en las “personas enfermas”. Sin embargo, los especialistas aconsejan no olvidar a todos los que dedican una parte muy importante de su tiempo a cuidarlas. Ellos son los encargados de las necesidades básicas y psicosociales del enfermo y pueden sufrir una serie de problemas físicos, mentales, socioeconómicos y la alteración de su capacidad para atender a su persona asistida, a causa de esta labor, padeciendo sobrecarga o el síndrome del cuidador.

Esta pérdida de salud en el “cuidador” presenta una sintomatología múltiple: sufren cansancio, cefaleas y dolores articulares. En lo psíquico: depresión, trastornos del sueño, ansiedad e irritabilidad. En el área social: disminución o pérdida del tiempo libre, soledad y aislamiento (muerte social). En lo laboral: absentismo y desinterés por el trabajo. Todas estas alteraciones repercuten en la vida de la persona de tal forma que pueden llevarla a una situación en la que tendrá que dejar de ejercer su papel de cuidador.

Un estudio sobre el perfil del cuidador destaca que “responde, en su mayoría, al de una mujer, principalmente hija de la persona atendida, con una edad media de 52 años. Sólo uno de cada diez hijos que se hacen cargo de sus progenitores es varón, una cifra muy inferior a la de los EE.UU. donde uno de cada cuatro hijos dedicados al cuidado de su familiar es un hombre”.
Otro dato del informe es que un alto promedio de estas personas dedica más de 40 horas semanales al enfermo. Información más que importante a la hora de evaluar el síndrome, ya que, como concluye el informe de Ramos Mejía, “el aumento de la cantidad de horas semanales incrementa el valor de la sobrecarga”.

Lo ideal, según los expertos, es planificar desde un primer momento el futuro de la persona dependiente y el de la propia familia, porque aunque parece lógico que haya un “cuidador principal”, no debería permitirse la sobrecarga de éste.

Para ello, las tareas y responsabilidades deberían estar repartidas. Pero si esto, por la circunstancia que fuera, no se hiciera desde un principio, es muy importante detectar en los cuidadores síntomas que nos hagan sospechar que esta persona puede estar empezando a presentar sobrecarga e intervenir rápidamente para solucionar el problema.

Entre los principales indicios que presentan los cuidadores con sobrecarga se encuentran la agresividad constante contra los demás, tensión contra los cuidadores auxiliares porque no atienden al enfermo correctamente, impaciencia con el paciente, negación de su estado real, aislamiento progresivo, depresión, cansancio, ansiedad y sentimientos de culpabilidad. Ante esta situación, el cuidador debería, en primer lugar, hacer una reflexión y darse cuenta de que tiene derecho a llevar una vida propia. Es importante que haga valer sus derechos como persona, aceptar la ayuda de los demás y delegar funciones.

El aumento de la esperanza de vida lleva pensar que, en el 2025, el crecimiento de la población española mayor de 65 años será de un 21,4%. Habrá tres grandes tipos de personas mayores: los activos, que gozan de buena salud y que se prevé que en el año 2025 sean cerca de un millón y medio de personas; los frágiles, que son aquellas personas que necesitan protección y que en el año 2025 serán un 7% menos que ahora; y los dependientes, que son aquellos que precisan atenciones especiales y que descenderá al 18,49% en el 2025.

Otra labor social que favorece la creación de empleo.

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