El pasado mes de agosto la capital de España acogió la ‘Jornada Mundial de la Juventud’ (JMJ) bajo la visita del Papa Benedicto XVI. Una vez más, Madrid se convirtió en foco de todas las miradas al congregar a más de un millón de personas, la mayoría jóvenes venidos de distintas partes del mundo. Un acto con trasfondo religioso que pronto recibió las críticas (en su mayoría laicos) de quienes cuestionaban su gasto ‘excesivo’ en los tiempos que corren, así como ‘cierto’ trato de favor por parte del Gobierno. La respuesta para callar estas voces llegó pronto: la financiación de toda la JMJ fue a cargo de empresas patrocinadoras, sponsors, donaciones… nunca dinero público. En suma, la JMJ registró unos beneficios económicos más que cuantiosos y no menos interesantes también para los tiempos que corren: más de 160 millones de euros se repartieron entre hoteles (ocupación superior a un 30% que agosto de 2010), transporte y comercios. Asimismo, se repartieron tres millones de tickets de comidas y cenas para los peregrinos, lo que supuso beneficios de 22,5 millones de euros. La JMJ supuso tres veces los ingresos que aportó la Final de la Champions de 2010.
Fue toda una ‘bendición’ para la hostelería, el turismo y la marca ‘España’, tan devaluada en estos momentos.
Pero no sólo destacó el tema económico, quizás lo que más llamó la atención fue la extraordinaria buena educación, alegría y buen comportamiento que irradiaban todos esos chicos… futuro de nuestro país. (Vía Twitter se leyeron y enlazaron ‘perlas’ como estas: un conductor de bus declaró que en “estos días me han sonreído y dado las gracias más que en los 5 años que llevo trabajando”; del mismo modo, un trabajador del Samur sorprendió diciendo: “1,5 millón de jóvenes reunidos en el país del botellón y ni un solo coma etílico”).
Sin duda, es sorprendente reunir a más de un millón de personas en un espacio como Madrid y que no pase casi nada, que no haya alborotos, que todo esté limpio… y aún hay quien lo critica y pone en duda. Eso sí que es para ‘indignarse’…
