Hace ya tiempo vengo intentando llevar a cabo la idea del ‘Banco del Tiempo’ No es una caja donde guardar los relativos segundos de Einstein, sino un lugar virtual donde, diferentes profesionales intercambian sus servicios de una forma equitativa. Por ejemplo, si viene a mi consulta un señor con un problema psicológico resoluble y anda “cortito” de dinero, suelo preguntar: “¿Usted a qué se dedica?”; podría responder “yo soy fontanero”. Entonces, yo diría: “pues mire usted qué bien, porque tengo un pequeño problema de humedad que sospecho que es por una tubería. Le cambio mis horas de consulta por sus horas de fontanero”.

No es un invento de ahora. El método de trueque fue el primer sistema de comercio. Se sigue utilizando en muchas culturas tribales. Sí, esas gentes de la selva a los que seguimos llamando salvajes incivilizados, pero que no saben lo que es el estrés, ni la depresión, ni el colesterol, ni la envidia, ni el dinero, ni la diferencia entre ricos y pobres, ni los conflictos políticos, ni la corrupción, ni otras muchas de nuestras ‘riquezas y ventajas’ de la Gran Civilización… ¡¡¡Y SON FELICES!!!

Pues bien, no hace mucho que recibí en consulta a una señora a quien propuse un “intercambio de servicios”. Cuál es mi sorpresa cuando, al salir, encuentro a la señora con cara de desconcierto ‘cotilleando’ con otro grupo algo que, una de ellas, la más sincera y de corazón más limpio, se acercó a comentarme: “Creo que esta señora ha entendido algo mal porque dice que le has tirado los tejos (la respetable señora tiene unos setentaitantos)”. La risa fue inevitable (lo siento) pero expliqué al grupo la idea que expongo en el primer párrafo sobre el ‘Banco del Tiempo y el Intercambio de Servicios’. Concluí la explicación con un razonamiento lógico (no exento de mala leche, lo reconozco) en el que afirmé: “Como yo soy psicólogo, ofrezco horas de consulta. El señor fontanero ofrecerá sus horas de fontanería; con todos mis respetos, señora, los servicios sexuales sólo podría ofrecerlos una profesional…”.

¿Por qué cuando alguien hace algo gratis todos esperan que haya un interés oculto? ¿Por qué criticamos a la hija de la vecina que se ha quedado embarazada con 13 años y no comentamos que ha sacado un 10 en matemáticas? ¿Por qué decimos de quien es bueno que es tonto? ¿Por qué los rumores negativos corren como la pólvora y es tan difícil comunicar un éxito? ¿Por qué pensamos que hay una verdad única y que, en la mayoría de los casos, es la nuestra? ¿Por qué atacamos a los ex de nuestros familiares sin ni siquiera pensar en sus razones o ‘realidades’. Simplemente por no ser de nuestra ‘tribu’? Estoy totalmente de acuerdo con las últimas investigaciones que afirman que el hombre de Neardental no desapareció y convive hoy con el Homo Sapiens.

A lo largo de la historia nos encontramos dichos, refranes y frases célebres que sirven para reflexionar:

– Cuando mejor es uno, tanto más difícilmente llega a sospechar de la maldad de los otros. Marco Tulio Cicerón (106 AC-43 AC). Escritor, orador y político romano.

– El mundo no está en peligro por las malas personas sino por aquellas que permiten la maldad. Albert Einstein (1879-1955). Científico alemán nacionalizado estadounidense.

– Aunque estés solo, no debes decir ni hacer nada malo. Aprende a avergonzarte más ante ti que ante los demás. Demócrito de Abdera (460 AC-370 AC). Filósofo griego.

– Es extraña la ligereza con que los malvados creen que todo les saldrá bien. Víctor Hugo (1802-1885). Novelista francés.

– ¿Es usted un demonio? Soy un hombre. Y por lo tanto tengo dentro de mí todos los demonios. Gilbert Keith Chesterton (1874-1936). Escritor británico.