El miedo es una reacción física y psicológica ante la consciencia de un peligro. Puede ser razonable, al verse sometido a un verdadero peligro presente, pasado o futuro; o aparecer aunque el peligro no sea real y se trate de una apreciación subjetiva. Aparece tanto en los animales como en el ser humano.

En el ámbito de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, una buena parte del entrenamiento se orienta al control del miedo. No consiste en no sentirlo (es una reacción adaptativa) sino en aprender a cumplir la misión a pesar de la aversión al peligro. Alguien que no sintiera miedo ante una situación arriesgada no sería apto para estas profesiones.

Las religiones monoteístas, desde el Judaísmo al Islam, hablan del “temor de Dios”. Por otro lado, el Budismo, por ejemplo, se fundamenta en la evitación del sufrimiento, por lo que también tiene una relación indirecta con el miedo.

Joanna Bourke, en su libro ‘El miedo: una historia cultural’ explica que éste varía con las épocas y los contextos históricos: “Durante el siglo XIX, los temores relacionados con la muerte inminente estaban estrechamente ligados a los miedos acerca de cualquier tipo de vida después de la muerte eventual así como con la inquietud sobre el diagnóstico… que condujera a un entierro prematuro. En nuestro tiempo, por el contrario, tendemos a preocuparnos mucho más por el hecho de que nos obliguen a permanecer vivos más de lo debido (denegándonos la oportunidad de morir con dignidad)…”.

Pero es la globalización y la interculturalidad que, en ocasiones, se malinterpreta a través de un simple correo en Internet, lo que lleva al odio, a la discriminación, a los prejuicios por juzgar otras culturas desde la perspectiva de nuestras circunstancias, a la xenofobia (miedo a otra cultura). Los psicólogos comprobaron que el origen de la xenofobia es el miedo a lo desconocido y, por lo tanto, el rechazo a lo que es diferente. Es decir, la xenofobia sería la consecuencia del desconocimiento y de la ignorancia. Decía Chateaubriand que si viajas fuera de tu país volverás con un prejuicio menos. Lo que, como otros han dicho, es un mal que se cura culturizándose…

La solución contra el temor a lo diferente es educar: “Es preciso promover la idea de la diversidad cultural, la igual validez de todas las culturas, el interés por otras culturas como fuente de enriquecimiento personal y social y la presentación de la sociedad multicultural como la sociedad del futuro” (Gabino y Escribano, 1990). Enseñar en colegios e institutos nuestro origen y nuestra historia de emigrantes al norte de Europa, desmitificar el concepto de raza, enseñar a comprender la riqueza de la multiculturalidad, explicar la importancia de la contribución de los inmigrantes al fortalecimiento de la industria nacional y la contribución a la subida del índice de natalidad. Es importante la integración social a través de la laboral. Es necesario superar las barreras y prejuicios, tanto de quienes reciben a gente de costumbres diferentes, como de quienes vienen con una idea equivocada de lo que han vivido en sus orígenes, empleando el ataque como defensa del miedo.

A este miedo van dedicadas las siguientes palabras, por si alguien coge “onda”:

“Qué miedo me da quien pide silencio gritando, quien defiende la vida matando, quien espanta el miedo aterrando, quien pide derecho obligando, quien busca riqueza arruinando, quien pide libertad de expresión silenciando, quien defiende su razón negando, quien quiere sumar restando, quien libera la tierra alambrando, quien pretende enseñar ocultando…Qué miedo me da tener miedo…”.