Que el futuro ya no es lo que era es una realidad, y en el futuro que estamos creando es muy probable que empecemos a ver, cada vez con más frecuencia, trabajos que se parecen menos a trabajos y más a ciencia ficción.
Una de las claves de la dirección que tomarán los trabajos futuros va a estar en los trabajos rutinarios actuales. Tenderán a desaparecer a un ritmo mayor del esperado por el avance de la robótica. En la actualidad ya hay robots capaces de poner ladrillos con tecnología GPS, sistemas capaces de conducir con una precisión que supera a la humana o máquinas capaces de organizar almacenes gigantescos de forma ininterrumpida. En términos laborales ya saben lo que significa eso.
Estamos creando, a pasos agigantados, un mundo con más y más tecnología y menos trabajos aparentemente. Es el mundo definido por Erik Brynjolfsson como “la era de la nueva máquina”.
A nivel tecnológico esto se va a traducir en una avalancha de nuevas oportunidades para los próximos años caracterizadas por dos factores: especialización y globalización. Es decir, la especialización tecnológica será valorada y pagada por encima de la ubicación geográfica de los individuos, que va a tender a no ser relevante a la hora de aspirar a puestos de trabajo con una incidencia importante en el factor multilingüe.
Esta avalancha de oportunidades tecnológicas nos va a llevar a trabajos más parecidos a la ciencia ficción que a los trabajos actuales como comentaba al principio. Aunque hacer predicciones es siempre muy complicado, pocos dudan de una serie de empleos que serán demandados en los próximos años porque son ya una realidad.
Entre estos últimos podemos destacar los analistas de sistemas, con un crecimiento en los últimos 10 años de un 23,4% y un crecimiento proyectado para los próximos 10 años del 23,3%; los desarrolladores de aplicaciones (26,6% de crecimiento en los últimos 10 años y proyección de un 23,4%); o los trabajos relativos a seguridad de la información y las comunicaciones (31,7% de aumento en los últimos 10 años y proyección del 32,7% para los próximos 10 años).
Sin embargo, hay otros empleos tecnológicos que apenas conocemos en la actualidad y que la mayoría de las predicciones indican que serán demandados en los próximos años como los que cito a continuación: especialistas en simulaciones, tecnologías de drones (tráfico, estándares, certificaciones, automatizadores,…), tecnologías robóticas (apps robóticas, reparación de robots,…), last-milers (trabajos orientados a cubrir la diferencia entre los datos y el uso por parte de la comunidad de los mismos), impresión 3D (expertos en materiales, ingenieros de diseño, auditores de automatización, desarrolladores, diseñadores de ropa, agentes de órganos, consultores de procesos industriales,….), Internet de las cosas, Big Data (identificadores de oportunidades, integridad de datos, diseñadores de personalidad para ordenadores,…), dinero electrónico y alternativas financieras (especialistas en adopción de dinero digital, especialistas en recuperación de robos, desarrolladores de estándares, gestores de procesos crowd,…), ingenieros domóticos, tecnologías driverless (monitores de tráfico, diseñadores de experiencias, sistemas operativos driverless, sistemas de emergencia driverless,…), biofactorías, o micro-formación (formación intensiva en tecnologías muy concretas que durará horas).
No hay que olvidarse tampoco de los trabajos relativos a desmantelación de fábricas. La obsolescencia de las infraestructuras de producción industrial actuales será muy rápida y surgirán empresas que se ocuparán de dejar los entornos libres de estas estructuras y acondicionados medioambientalmente.
Pero en mi opinión, lo importante no son los futuros trabajos que podemos predecir o que son ya una realidad, cuya lista empieza a ser extensa, sino aquellos que no podemos imaginar porque sencillamente no son trabajos todavía y resolverán problemas o necesidades que no lo son todavía. Baste recordar que trabajos reconocidos y a los que nos hemos acostumbrado en la actualidad, como los relativos al marketing digital, desarrolladores de apps, community manager o servicios cloud, no existían hace 10 años y difícilmente los hubiéramos llegado a imaginar.
Como contrapartida a todo esto está el tema de la formación. Las universidades hoy en día no están preparando a los estudiantes para los futuros trabajos. Una de las claves ante un mundo tan cambiante está en la flexibilidad. No debería ser extraño la idea de que un diseñador trabaje en un colegio o que un estudiante de bellas artes desempeñe funciones en una ingeniería. Hay estudios que evidencian el factor de que las empresas están contratando estudiantes para trabajos no relacionados con su especialidad. Hay pocas excepciones a esto más allá de la medicina y las carreras en torno a la misma.
Es necesario establecer un modelo que considere la flexibilidad y la preparación de los estudiantes para adaptarse a un entorno laboral a través de múltiples empresas y sectores. En un reciente estudio de la NCUB (National Center for Universities and Business) se encontró que el 92% de los estudiantes preferían prácticas en empresas e intercambios con otras universidades como parte de su experiencia universitaria, pero que solo un 25% lo conseguía.
El perfil de los nuevos trabajadores será una unión de adaptación al cambio, capacidad de aportar a la empresa, autonomía, trabajo en equipo y capacidad de filtro y enfoque de problemas.
Por tanto, la especialización del conocimiento de estos nuevos trabajadores debe tener un importante componente relativo al desarrollo de habilidades personales, más allá del propio desarrollo de habilidades concretas enfocadas a una determinada ocupación profesional. Esto va a requerir de una profunda y obligada transformación de los sistemas formativos.
En los próximos 20 años, según la UNESCO, se van a generar más títulos universitarios que en toda la historia anterior de la humanidad. De repente, los títulos no van a valer nada salvo que estén respaldados adecuadamente por los demandantes a través de una clara conexión entre industria y universidad. Si no lo hace la universidad lo harán otros organismos o instituciones en detrimento de la primera.
Como conclusión a lo comentado anteriormente, expondría que el cambio del perfil de los nuevos trabajadores es ya una realidad, pero la formación será uno de los pilares básicos que sustenten el éxito o no de éstos en un mundo lleno de oportunidades muy diferentes a las que conocimos con anterioridad. El sistema actual de formación parte del siglo XIX y está basado en las necesidades industriales que existían entonces. Tiende a valorar la habilidad académica por encima de las habilidades personales, el talento y la capacidad de adaptación al medio.
La industria no espera en la actualidad (solamente) trabajadores con capacidad de superar exámenes sino con la habilidad suficiente como para ser flexibles, adaptarse a los medios y ser capaces de alternar sectores y ocupaciones.
Seguro que las Escuelas de Negocios tienen mucho que aportar en este ámbito.
Joaquín López Lérida
Socio de Tecnología y Negocio Digital en Be Lean Up y coordinador de Economía Digital en MBA de EOI-Escuela de Negocios