La llamada revolución digital en la que la sociedad se haya inmersa ha supuesto, entre otros aspectos, un nuevo modelo económico basado en la globalización y un nuevo sistema energético que se asienta sobre las bases de las energías renovables y la generación distribuida.

Obviamente, estos cambios más que notables han modificado las escalas de valores de las empresas y, especialmente, el paradigma productivo, es decir, el patrón que determina cómo las empresas desarrollan su actividad.

José Antonio de la OEste cambio de paradigma significa, desde la perspectiva de los intercambios, una nueva manera de competir. En ese sentido, las nuevas herramientas que las empresas utilizan para mejorar su capacidad de competir no pueden estar ligadas a la posibilidad de acceder a una nueva tecnología o a unos determinados recursos productivos, que podrían denominarse recursos básicos y materiales, a los que la totalidad de las empresas tiene acceso, en mayor o menor medida. Ahora se hacen necesarios unos recursos avanzados, recursos intangibles ligados a la innovación, a la adquisición, adaptación y creación de tecnología desarrollada, al talento del factor humano y a la capacidad de la organización para utilizar el conjunto de elementos de manera eficaz y eficiente.

Así, en este escenario económico global, en esta sociedad postindustrial, las inversiones de carácter intangible suponen los determinantes fundamentales de la capacidad de creación de valor de las empresas. El capital intangible se entiende como el conocimiento, las habilidades y la experiencia que constituyen para la organización una fuente de ventajas competitivas frente a sus rivales en el mercado y que, en buena medida, determinan su potencial de crecimiento futuro y, en definitiva, su valor. La identificación y la gestión eficiente de ese capital intangible son vitales para la generación y el mantenimiento de ventajas competitivas.

Sin embargo, el modelo contable vigente fue diseñado para empresas industriales en las que el control de costes era una prioridad fundamental. La economía actual, por el contrario, está basada en el conocimiento, es intensiva en tecnología y continuamente cambiante y las inversiones en capital intelectual, humano y organizacional se han convertido en esenciales para fortalecer la posición competitiva de las empresas.

En este contexto, las inversiones en intangibles no quedan reflejadas, en la mayoría de las ocasiones, en la información contable. Como consecuencia, los estados financieros de las compañías aportan menos información acerca de la posición de la empresa y de sus expectativas futuras.

Por lo tanto, es necesario adaptar el sistema contable y los sistemas de información para la gestión con el objetivo de que permitan identificar y medir los determinantes intangibles del valor de las empresas y gestionarlos de manera eficiente.

Mientras esta adaptación llega, sería de enorme utilidad y rendimiento para las empresas abordar proyectos de identificación, medición y gestión del capital intangible de manera que pudieran presentar públicamente, a los accionistas o  proveedores de capital, argumentos suficientes para que puedan estimar correctamente el valor real de las empresas y, sobre todo, sus perspectivas de futuro.

De igual manera, este conocimiento de los activos intangibles en las empresas facilitaría a sus gestores la dirección de sus organizaciones, y a los agentes socioeconómicos públicos la capacidad de generar programas más ajustados a la realidad  y necesidades del tejido empresarial.

 

José Antonio de la O Castro

Consultor Silcob Consultores