Diversos estudios laborales han demostrado que las personas que trabajan a turnos expresan una menor satisfacción con el horario y con el trabajo que las personas que prestan sus servicios en jornada laboral diurna. Una de las causas es la falta de adaptación por la alteración de los ritmos circadianos (sueño-vigilia, comidas, etc.) y sociales.

Los efectos negativos del turno de noche sobre la salud empiezan con la alteración del equilibrio biológico, el desfase de los ritmos corporales y los cambios en los hábitos alimentarios. También se dan perturbaciones en la vida familiar y social.

El organismo humano sigue unos ritmos biológicos o funciones fisiológicas con repeticiones cíclicas y regulares. Estos ritmos se clasifican en ultradianos, si son superiores a 24 horas; circadianos o nictamerales si siguen un ritmo de 24 horas o infradianos, si su ciclo es inferior a las 24 horas. Los ritmos circadianos son los más afectados.

Las fases de activación (vigilia) – desactivación (sueño) influyen en una serie de funciones corporales. Por ejemplo, la temperatura corporal disminuye por la noche hasta alcanzar un mínimo de 35,5 ºC entre las 2 y las 3 de la madrugada, aumentando de día hasta los   37,3 ºC alrededor de las 17 horas.

El deterioro de la salud física suele manifestarse al principio por una alteración de los hábitos alimentarios. Más a largo plazo se producen alteraciones más graves que pueden ser gastrointestinales, neuropsíquicas y cardiovasculares. Las alteraciones digestivas se ven favorecidas porque la calidad de la comida no es la misma ya que se suelen tomar comidas rápidas. En el turno de noche, además, suele haber un aumento en el consumo de café, tabaco y excitantes.

En cuanto al sueño, en el trabajo a turnos se ve alterado no llegándose nunca a una adaptación plena al cambio horario. Por ejemplo, en el turno de mañana, al tener que despertarse demasiado pronto y acortar las últimas horas de sueño, se reduce el sueño paradójico, mientras que en el turno de noche, al alterar el ritmo sueño/vigilia y a causa de la mayor dificultad de dormir de día se observa una reducción del sueño profundo (fase IV), con lo que se dificulta la recuperación de la fatiga física.

También se ha comprobado que en el turno de noche se obtiene un menor rendimiento y una menor calidad del trabajo realizado, especialmente entre las 3 y las 6 de la madrugada, ya que en estas horas la capacidad de atención y toma de decisiones, así como la rapidez y precisión de los movimientos es más reducida. También se producen más accidentes.

Para paliar estos inconvenientes, los expertos recomiendan respetar al máximo el ciclo de sueño en la distribución de los turnos, evitando que el de mañana empiece a una hora demasiado temprana. Los cambios de turno pueden situarse, por ejemplo, entre las 6 y las 7; las 14 y las 15; y las 22 y alrededor de las 23. Los turnos de noche y de tarde nunca deberían ser más largos que los de mañana, preferiblemente serán más cortos. En cuanto a la duración de cada ciclo, actualmente se tiende a realizar ciclos cortos (se recomienda cambiar de turno cada dos o tres días) pues parece ser que así los ritmos circadianos apenas llegan a alterarse. También se recomienda facilitar comida caliente y equilibrada, instalar espacios adecuados, prever tiempo suficiente para comer, disminuir el número de años que el individuo realiza turnos, limitación de la edad, etc. Por último, la OIT recomienda que a partir de los 40 años el trabajo nocturno continuado sea voluntario.