Con ocasión de la reciente aprobación del Plan de Internacionalización de la Economía Andaluza por el Consejo de Gobierno de la Junta de Andalucía, surge una nueva oportunidad para seguir reflexionando sobre la empresa y su internacionalización.

Desde las organizaciones empresariales venimos insistiendo en que internacionalizarse no es una mera oportunidad para la empresa, sino una necesidad para mantener su crecimiento y estabilidad.

Ahora bien, la decisión sobre apostar o no por un proceso de internacionalización es una circunstancia que compete única y exclusivamente al empresario.

Pero esa apuesta necesita tomarse en el marco de un ecosistema global que facilite la misma. En tal sentido, hay elementos que resultan fundamentales para abordar esa circunstancia.

Javier González de LaraEn primer lugar, la disposición de la titularidad de la empresa. No podemos obviar que la inmensa mayoría del tejido empresarial andaluz tiene un carácter familiar y que internacionalizarse significa favorecer la movilidad de los cuadros directivos. En tal sentido, nos consta la capacidad que han tenido muchos empresarios familiares andaluces para que las nuevas generaciones no sólo tengan una formación teórica y en idiomas, sino también experiencia personal en desarrollar su actividad formativa y profesional en otros territorios. Por otra parte, también han sido muchos los empresarios que han sabido adaptar sus formas jurídicas a estas circunstancias, acogiendo fórmulas de propiedad compartida que incluye a socios locales del país de destino, lo cual facilita tanto la implantación, como la fidelización de dichos socios.

En todo caso, nunca se debe olvidar que aunque se internacionalice una empresa, las actividades de dirección, control, innovación, diseño y planificación permanecen en el marco territorial propio de la empresa, que lo que hace es adaptarse en su gestión, comercialización y desarrollo a los distintos mercados que sean receptores o potenciales receptores de sus bienes y servicios.

Por tanto, y esta es también una característica concreta que se manifiesta y tiene gran importancia entre el empresariado familiar, la propiedad sigue manteniendo el control estratégico de la empresa, que continúa estando en la sede de la misma, por muy extenso que sea el mercado en el que se desarrolló.

Asimismo, en segundo lugar es muy importante que la empresa reflexione si dispone de los recursos necesarios para afrontar una actividad exportadora (primera etapa del proceso de internacionalización): en primer lugar, los recursos humanos, y también recursos financieros, para poder financiar una actividad de búsqueda y desarrollo de mercados que normalmente requiere un tiempo y unos gastos hasta dar resultados.

Adquiere, también, en tercer lugar, una enorme trascendencia, la formación y disposición de los recursos humanos de la empresa. La empresa son personas y la internacionalización de una empresa requiere de todas y cada una de las personas que participan en la misma, que tienen que contar con una formación que le faculte al desarrollo de las demandas que un proceso de internacionalización requiere: idiomas, logística, marketing, seguros, cambio de moneda…

Pero no sólo es precisa la formación, digamos reglada o académica, sino que también es necesario desarrollar habilidades tales como la empatía y el conocimiento y comprensión de otras culturas, sus formas políticas, sus costumbres y tradiciones, pues todos esos elementos también serán determinantes del éxito del proceso de internacionalización.

En cuarto lugar, evidentemente, resulta definitorio el tamaño de la empresa, su capacidad para realmente afrontar la actividad internacionalizada. Se trata de incluir a las pymes para que las mismas sean conscientes de sus ventajas competitivas y las aprovechen, para lo cual puede ser de interés su capacidad de reforzar políticas de joint venture y colaboración con operadores locales en los mercados de destino, tanto para la distribución como para, en su caso, la producción.

Al respecto, es importante recordar que no sólo se comercializan productos, sino también servicios, experiencias y formas de hacer las cosas, por lo que en principio cualquier actividad susceptible de generar valor económico lo es también de llegar a otros mercados para su explotación.

Y por último, adquiere una gran importancia el denominado factor institucional, que en este ámbito se desarrolla fundamentalmente a través de lo que ha venido en denominarse la diplomacia pública en su vertiente más externa. Las administraciones públicas tienen una obligación de apoyo y colaboración que se manifiesta en dos elementos esenciales.

Por una parte, en el orden interno, favoreciendo un marco fiscal, financiero y laboral, que permita la competitividad de los productos y servicios generados por nuestras empresas. En tal sentido, el principio de Unidad de Mercado en el marco de la Unión Europea, así como las políticas de competencia, son cuestiones esenciales para fijar unos mínimos competitivos para nuestras empresas.

Por otra parte, en el orden externo, es función de las distintas admnisitraciones públicas, promover y proteger nuestros intereses económicos y empresariales en el exterior, favorecer las relaciones diplomáticas, culturales y sociales con otros territorios, y contribuir, cuando sea necesario, al desarrollo de los países receptores de nuestra actividad, haciendo posible, en general, una visión positiva de nuestra marca como país o autonomía.

 

Javier González de Lara

Presidente de la CEA