Que hombres y mujeres somos diferentes, es algo evidente. Pero esto no implica que las diferencias hombre-mujer sean sencillas de explicar, ni que sea posible distinguir con facilidad lo biológico, de lo psicológico o  lo cultural.

Culturalmente se nos han inculcado ideas preconcebidas sobre cómo son los hombres y las mujeres. Dentro de los rasgos masculinos típicos se han incluido la agresividad, la actividad, la confianza en sí mismo, la ambición, la independencia, el dominio y el idealismo. A la mujer se le ha adjudicado tradicionalmente, en una cultura machista, la ternura, la compasión, la pasividad, la dependencia, la emotividad, la sumisión, la subjetividad y la indecisión.

La evolución de la ciencia, a través de numerosas investigaciones, ha demostrado que estos modelos no son aplicables en la actualidad y se ha considerado que es el factor cultural el determinante de los roles de mujer y hombre. Por ejemplo, el hecho de decir a los niños que llorar es de niñas y evitar que expresen sus emociones establece diferencias desde la más tierna infancia. Desde pequeños aprendemos que hombres y mujeres empleamos diferentes perfumes, ropas, gestos, juegos, etc.

También se ha comprobado en algunos experimentos que hombres y mujeres reaccionamos de manera distinta ante el estrés. Los hombres reaccionamos más fisiológicamente, con lo que enfermamos más; y las mujeres lo expresan verbalmente, es decir, lo comunican en forma de quejas, con lo que erróneamente se les da más fama de débiles.

Los cerebros masculino y femenino difieren en tamaño, estructura, sensibilidad, modo de funcionamiento, etc. En general el cerebro de la mujer es, como el resto de su cuerpo, entre un 10 y 15% menor que el del hombre, pero esto no tiene nada que ver con la inteligencia. De hecho, las regiones que se dedican a las funciones superiores, como el lenguaje, contienen muchas más neuronas en la mujer que en el hombre. Por lo tanto, podemos decir que las mujeres usan su cerebro de una manera más eficiente que los hombres. Esta intuición femenina no es otra cosa que una gran ventaja en Inteligencia Emocional.

El cerebro masculino parece ser que está más capacitado para la concentración, lo que podría explicar por qué un hombre puede estar inmerso en una lectura mientras suena el teléfono o llora el niño y ni siquiera se inmuta (y no es una excusa). Las emociones están más desarrolladas en el cerebro femenino, sobre todo la tristeza. Con esta base se podría explicar la propensión de las mujeres a la depresión, con una incidencia dos veces superior en ellas que en los hombres.

El cerebro femenino tiene también más empatía, pudiendo identificar emociones ajenas con más precisión. La neuropsiquiatra Raquel Gur realizó un experimento en el que hizo tomografías a los cerebros de un grupo de voluntarios mientras que éstos veían fotografías de actores representando distintas emociones. Tanto hombres como mujeres reconocieron perfectamente la felicidad, pero a los hombres les costó más trabajo identificar la tristeza en las actrices.

Otra cosa que sabemos ya es que las mujeres son más hábiles para el lenguaje. Por norma general las niñas empiezan a hablar y a leer antes que los niños. Esto se explica porque la mujer utiliza regiones de ambos hemisferios para el procesamiento verbal, mientras que los hombres emplean únicamente parte del hemisferio izquierdo. En el caso de una lesión en el hemisferio izquierdo de una mujer y un hombre, ella podría recuperar el habla, mientras que el hombre lo tendría más complicado.

En cuanto al modo de orientarse, las mujeres difieren de los hombres porque al ir de un lugar a otro se fijan más en lo que van encontrando en el camino, tomando diferentes edificios como puntos de referencia, mientras que los hombres tienen más en cuenta la distancia y la dirección a tomar. Es la ventaja del hombre en el procesamiento visuoespacial. Esto explicaría la controvertida opinión de que los hombres pueden aparcar con más precisión en lugares pequeños e interpretar un mapa con más facilidad que las mujeres.

Por otro lado, la memoria femenina supera a la masculina a cualquier edad. Las mujeres tienen más capacidad que los hombres para asociar el nombre de una persona con su cara, ya que emplean un vínculo emocional, mucho más desarrollado en sus cerebros.

También está demostrado que el cerebro femenino envejece más despacio. Un estudio reveló que el cerebro de los hombres se encoge más deprisa que el de la mujer con la edad, lo que trae como consecuencia mayor pérdida de la memoria, menor capacidad de atención, una tendencia más acentuada a la depresión y, por lo tanto, más irritabilidad.

En fin, que somos tan iguales… pero tan diferentes…

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