Cuentan que hace muchos años, un mercader de Londres tuvo la desgracia de acumular una enorme deuda con un prestamista viejo y feo a quien le gustaba la hermosa y joven hija de aquél. Para resolverlo, el prestamista le propuso un trato: cancelaría la deuda si podía quedarse con la muchacha.

Tanto el mercader como su hija sabían que no tenían más remedio que aceptar. El prestamista sugirió que se dejara en manos de la suerte la decisión. Así, explicó que colocaría una piedra negra y una blanca en un saco vacío y que después la chica debía tomar una de las piedras. Si ella escogía la piedra negra, se convertiría en su esposa y la deuda de su padre quedaría cancelada. Si ella seleccionaba la blanca, se quedaría con su padre y la deuda sería perdonada. Pero si renunciaba a tomar alguna de las piedras, su padre iría a la cárcel y ella quedaría sola.

El grupo se encontraba en una vereda de piedras, en el jardín del mercader. Mientras hablaban, el prestamista se inclinó para recoger las dos piedras, pero entonces la chica se dio cuenta de que había cogido dos piedras negras y las había colocado en el saco. Enseguida, el viejo pidió a la chica que tomara una de las piedras, la que decidiría su destino y el de su padre.

¿Qué hacer en esta situación donde todo estaba perdido? ¿Existe alguna salida alternativa o el prestamista se saldría con la suya? Diríamos que habían tenido mala suerte. Sin embargo, la chica de esta historia metió la mano en la bolsa y sacó una piedra. Sin verla, la dejó caer en la vereda, donde se perdió entre las demás. “¡Qué torpe soy¡” dijo, “pero no importa; si abren la bolsa verán qué piedra elegí por el color de la que queda”. Como la piedra que había en el saco era negra, se supuso que ella había tomado la blanca, ya que el prestamista no se atrevía a admitir su trampa.

La suerte, como el azar, no depende de cada uno, por eso no dura siempre. Pero la buena suerte, sí depende de cada cual, aunque sólo algunos son capaces de crear las circunstancias para obtenerla. La buena suerte la crea uno mismo con su actitud en la vida. Decía Bernard Shaw que “sólo triunfa en el mundo quien se levanta y busca las circunstancias, y las crea si no las encuentra”.

El psicólogo Richard Wiseman ha comprobado que la Buena Suerte no es algo que esté determinado por cábalas, amuletos o hechizos. Tampoco es algo que viene predeterminado desde el nacimiento de cada individuo. No hay nadie que nazca con buena ni mala suerte, aunque la astrología predique lo contrario.

En un curioso experimento, este psicólogo reunió a dos grupos de personas, unas que se consideraban a sí mismas con buena suerte y otras que se consideraban con mala. A ambos grupos se les dio un periódico y se les dijo que contaran las fotos que había en total. Las personas con ‘mala suerte’ tardaron una media de dos minutos en contar las fotos, mientras las que se consideraban con ‘buena suerte’ sólo tardaron unos segundos. La razón era que en la segunda página del periódico había un mensaje que decía: “Pare de contar, hay 43 fotos en este periódico”. Además, a mitad del diario había otro anuncio que decía: “Pare de contar y dígale al experimentador que vio este anuncio y gánese 250 dólares”. Estos anuncios estaban en letras grandes y cubrían casi media página, pero sólo los que se consideraban con buena suerte los vieron y los otros, que se consideraban con mala suerte, al estar cegados contando fotos, perdieron la oportunidad.

Las investigaciones llevadas a cabo en este campo demuestran que las personas que se consideran con mala suerte son generalmente mucho más tensas y ansiosas que la gente afortunada. Otras investigaciones han demostrado que la ansiedad interrumpe la habilidad de las personas para darse cuenta de lo inesperado. Las personas no afortunadas son esas que van a una fiesta buscando su pareja perfecta y pierden la oportunidad de hacer buenos amigos.

En general, las personas con buena suerte generan su propia fortuna mediante cuatro principios básicos: son habilidosos en crear y detectar oportunidades del azar, toman buenas decisiones escuchando su intuición, crean profecías que se autocumplen con expectativas positivas y adoptan una actitud flexible que transforma la mala suerte en buena.

Hay un libro muy interesante que trata este tema: ‘La Buena Suerte’. Es una fábula que va desgranando las claves de la buena suerte. Está escrito por Álex Rovira y Fernando Trías de Bes.

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