Yo entiendo qué es un sistema inteligente cuando imagino la escena de la vieja película Manolo, guarda urbano, donde un agente, tocado con un gorro blanco, dirigía el tráfico rodeado por cientos de coches en la calles de Madrid. Los conductores circulaban unidos a las máquinas por sus brazos, y conectados a su vez a un cerebro central (el de Manolo) a través de sus ojos y oídos. Si todo funcionaba correctamente la inteligencia podía con el nerviosismo y la desesperación de los usuarios de la vía. En definitiva, este sistema es una red, que puede ser más o menos inteligente en función de las señales que se produzcan, el entendimiento en la comunicación, y la aceptación y el seguimiento de las normas establecidas.

De un modo análogo al ordenamiento circulatorio en el Madrid del siglo pasado, la mejora de la eficiencia energética tiene en las Smart Energy un socio idóneo. Una relación que se resume en la unión perfecta entre unas máquinas energéticas cada vez más eficientes y capaces de usar energías limpias renovables, y unos sistemas de consumo regidos por las tecnologías de la información (que sustituyen al ya caduco agente Manolo de la peli). El objetivo del reciente Acuerdo de París o el compromiso europeo de descarbonizar nuestra economía en el horizonte del 2050 sólo será posible a través de la configuración de un nuevo modelo energético, basado, sin duda, en sistemas de generación multitecnológicos regidos por múltiples elementos que permitan la adaptación instantánea a la demanda. Y no una demanda como hoy la concebimos. El ciudadano, que según la Unión Europea se habrá convertido en centro del sistema energético en el futuro, no demandará simplemente energía, sino que elegirá qué tipo de recurso y forma energética quiere para el agua caliente, la iluminación o la climatización que consume.

mj colinetUn sistema energético muy centralizado, como el que aún tenemos, y con pocas posibilidades de elección, necesita menos elementos de comunicación que el nuevo sistema potenciado por Europa: éste debe ser seguro, sostenible, competitivo y asequible, descarbonizado, descentralizado, con altas capacidades de autoconsumo, interconectado entre todos los ciudadanos europeos… y todas estas exigencias apuntan de lleno a la Smart Energy.

Este cambio de modelo energético es una oportunidad para que las políticas energéticas y las políticas industriales se den la mano. Europa, y en concreto España y Andalucía, deben aprovechar el tren del gran desarrollo tecnológico e industrial que supondrán los nuevos sistemas energéticos. Así lo ha establecido la Agenda para el fortalecimiento del sector industrial en España, elaborada por el Ministerio de Industria, Energía y Turismo, que fija como objetivo que la industria represente el 20% del PIB en 2020. En el año 2014, este ratio fue del 15,5% y en el caso de Andalucía, del 10,7%. Entre los factores que se consideran determinantes para mejorar la competitividad y alcanzar el objetivo del 20% está el desarrollo de soluciones de eficiencia energética basadas en Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) en los ámbitos de Internet del Futuro, Smarts Cities (Ciudades Inteligentes) y Smart Grids (o redes eléctricas inteligentes).

Entre las muchas acciones necesarias para lograr este fin se considera como básico el impulso al I+D+i, fomentando y apoyando la presencia de las empresas españolas en proyectos comunitarios (Horizonte 2020 y Fondos FEDER) y propiciando sinergias entre los fondos disponibles en el marco de la Estrategia de Investigación para la Especialización Inteligente – RIS3. La Unión Europea sitúa al sector de la eficiencia energética como catalizador de unos 851.000 millones de euros anuales en inversiones para conseguir los objetivos previstos en 2030 (descarbonizar un 40%, mejorar la eficiencia energética un 27% y aportar un 27% con energías renovables). Igualmente interesantes son los beneficios colaterales que estas inversiones acarrearán, entre ellos facilitar el acceso a la energía a un gran número de ciudadanos, incluidas las empresas, que hoy viven en la llamada pobreza energética. Según un estudio de la Asociación de Ciencias Ambientales, con datos de 2012, el 17% de los hogares españoles tiene dificultad para pagar sus facturas energéticas. España es, además, el cuarto país de la Unión Europea con más hogares incapaces de mantener una temperatura adecuada y se estima que la pobreza energética causa más de 7.000 muertes al año.

Para el desarrollo de la Smart Energy es imprescindible propiciar un clima adecuado para que puedan interactuar todos los actores implicados. La consultora estratégica para la alta dirección The Boston Consulting Group, junto con la Cátedra de Energía de Orkestra (Instituto Vasco de Competitividad), fijaba como factores de éxito de los modelos de negocio de la Smart Energy la regulación, tecnología, capacidad de financiación, experiencia técnica, capilaridad (capacidad de las empresas para acceder a los consumidores), marca y partnerships (alianzas y colaboración entre empresas).

Es en estos factores donde necesitamos que se vuelquen los esfuerzos de todos los protagonistas de esta película del siglo XXI para que, finalmente, se coordinen los logros previstos en un sistema energético descarbonizado, al servicio de la demanda de cada consumidor y a la vez pieza clave de la competitividad industrial y económica europea.

 

María José Colinet

Socia Consultora

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